Así manifestó Ulises Mora, presidente del proyecto de investigación cultural Timbalaye, tras su paso por Trinidad en aras de inscribir este ritmo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Poco después del mediodía de este jueves, en Trinidad no se escucharon otros sonidos que no fueran el de tambores embravecidos, cueros rugientes, claves a tiempo de guaguancó y el chequeré acompañando tonadas de antaño. El Museo Nacional de la Lucha contra Bandidos devino escenario del VII Encuentro Internacional Timbalaye, La ruta de la rumba, que recorrerá Cuba hasta el 31 de agosto en aras de documentar la permanencia de la tradición en distintos lugares del país como parte del proceso de declarar el ritmo Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
De manera especial, la tercera villa de Cuba constituye el único municipio del país incluido en esta suerte de peregrinaje “por la pureza con que se mantienen las sonoridades y cantos rumberos en la localidad. A lo largo del tiempo, Trinidad ha sabido trasmitir la herencia nacida en los barrios populares a las nuevas generaciones quienes, a pesar de incorporar elementos propios de la modernidad, conservan la raíz de la tradición. Esta tarde hemos corroborado que la rumba vive aquí”, declaró Ulises Mora, al frente de la iniciativa.
Así, el Ballet Folclórico de Trinidad, Aché Churé, Bánlame, Eco Rumba, entre otras agrupaciones del terruño, hicieron gala de la maestría a la hora de bailar.
Mas, por estos lares la rumba tenía que sonar diferente. Agazapado entre el público, un hombre de mediana estatura murmuraba bajito alguna melodía y deliraba mientras el bailarín recogía el pañuelo con la boca. Pensaba que nadie lo veía hasta que su nombre resonó en el escenario: Jorge Luis Díaz González, El Gallo, como la historia se encargó de bautizar a este trinitario que ha vivido por y para la difusión de la rumba; patrimonio vivo que compartió tonadas autóctonas, casi desconocidas.
“Esto es lo que pasa cuando la rumba te corre por las venas, periodista. ¿Usted sabe lo que es sentir pasión por algo? Bueno, a mí no me hace falta más nada que un tambor para sentirme feliz”, confesó a Escambray, todavía obnubilado.
Y salieron a bailar Pedro Celestino Fariñas y Orlando López Alonso, hijos de rumberos habaneros, que también sucumbieron ante el sonido de los cueros trinitarios, para dar paso después al homenaje dedicado a Renato Arrechea, director de Leyenda Folk, gremio artístico que mantiene a buen recaudo el arsenal danzario en la Ciudad Museo, así como a Enrique Sáen, musicólogo del terruño.
De modo que el recorrido iniciado en Guanabacoa hace unos meses encontró en Trinidad buenos argumentos para documentar e incluirlos después en los folios que complementan la solicitud realizada a la Organización de las Naciones Unidad para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) a principios del 2015, cuyo fallo inapelable tendrá lugar el próximo año.
En la mañana de este viernes, el comité partía a Camagüey para continuar la pesquisa, luego a Guantánamo y Santiago de Cuba.
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