El lugar donde protagonizó su más heroica hazaña militar representó para Camilo mucho más que un simple escenario de guerra.
El fatídico día en que Cuba entera se quedó esperándolo, aquel miércoles 28 de octubre de 1959, Camilo Cienfuegos había anunciado un viaje suyo hasta Yaguajay, el sitio donde consumó la más impresionante de todas sus hazañas militares y también donde ganó muchos de sus mejores amigos.
Félix Torres, el hombre que lo recibió con los brazos abiertos en los montes de Jobo Rosado, en la zona norte de Las Villas, contó tiempo antes de morir que el Señor de la Vanguardia tomó tal determinación en la misma pista del aeropuerto de Ciudad Libertad a solo minutos de abordar el Cesna 310 C, de color rojo y blanco, identificado como FAR-53, que lo llevaría a Camagüey.
Hasta la capital del país había viajado Félix, viejo militante comunista y guerrero a toda prueba desde los tiempos de la dictadura de Machado, para tramitar con su jefe recientes desencuentros con algunos luchadores del Movimiento 26 de Julio que no veían con buenos ojos al Partido Socialista Popular.
Quizá para rebajar las tensiones de aquella conversación que no duró más de 18 minutos, Camilo se ajustó el sombrero de Félix, le aseguró que en su cabeza lucía mucho mejor y luego de cederle el suyo, lo tranquilizó con un compromiso que desafortunadamente no alcanzaría a cumplir.
—El sábado 31 nos vemos en Yaguajay, le dijo.
EL REGRESO DEL HÉROE
Camilo operó en territorio villareño justamente desde el día en que, asido a una soga para que no se lo llevara la crecida, cruzó el río Jatibonico del Norte —7 de octubre de 1958— hasta su partida triunfal rumbo a la capital del país, el primero de enero de 1959. “Ochenta y siete días con sus noches”, precisa Gerónimo Besánguiz Legarreta, director del Complejo Histórico erigido a la memoria del héroe, en Yaguajay, y uno de los hombres que más profundamente ha estudiado esta parte de la epopeya cubana.
Incontables resultan, sin embargo, las visitas que realizó Camilo a Yaguajay o a los poblados circundantes luego del triunfo revolucionario. “Se sabe que estuvo en Venegas en un baile donde actuaba Barbarito Diez —cuenta Gerónimo—, en Jarahueca, en Meneses, en el central Narcisa, en el propio Yaguajay en varias ocasiones, en Zulueta, donde lo hicieron Hijo Adoptivo en abril, en General Carrillo, Remedios, Placetas y Caibarién, pero así, lo que se dice saber exactamente cuántas veces regresó a este territorio, creo que nadie pueda precisarlo”.
Fotografías de la época y el testimonio de los habitantes de la región devuelven a un Camilo con camisa a cuadros rojos y negros lo mismo repartiendo tabacos y caramelos sobre el guardafangos del jeep, que proponiendo un plan de desarrollo turístico para la zona o rindiendo cuentas sobre una tarima de su compromiso con recaudar fondos para formar la cooperativa pesquera que prometió.
El combatiente Roberto Sánchez Bartelemy, conocido por Lawton, invasor de la Columna 2 y tesorero del Frente, acostumbraba a rememorar un viaje suyo en enero de 1959 a Yaguajay “con un maletín lleno de dinero” y el mandato de Camilo de pagar todas las deudas que había contraído la tropa rebelde en los días finales de la guerra.
Para Lawton lo más simpático había ocurrido en la tienda de Ramón López, un comunista español radicado en el central Narcisa, quien a finales de diciembre del 58 no tuvo otra opción que mandar un recado al jefe rebelde cuando el crédito concedido a la tropa había superado los mil pesos: “Oiga, dígale al Comandante que lo de la campaña está muy bien, pero que yo no soy un hombre rico, que desde que pueda me pague para poder comprar más mercancías”.
—Camilo dice que lo que pasa es que las guerras son muy caras, intentó justificarse el tesorero.
—¿Caras?, dígamelo a mí —le replicó el comerciante—, que al menos esta la estoy pagando solo.
A CABALLO HASTA LA HABANA
Apenas 21 días antes de desaparecer, el 7 de octubre de 1959, Camilo regresa a la zona de Jobo Rosado en ocasión del primer aniversario de la llegada de la columna invasora Antonio Maceo a Las Villas, tras un azaroso peregrinar bajo ciclones, emboscadas y hambre permanente. “Yo besé la tierra villaclareña”, le escribió entonces a Fidel en carta emocionadísima desde el mismo campamento a donde ahora regresaba un año después.
En Jobo Rosado le habló al pueblo congregado y al final de la jornada se sumó como uno más a aquella festividad campesina, que comenzó con el almuerzo en casa de Onelia Borroto y Mongo La O “sentado en el piso y con una fuente en la mano”, según revelan los testimonios, y terminó en el central Narcisa, donde había establecido su comandancia para el asalto final a Yaguajay.
Tiempo antes, el 10 de julio, se había aparecido de improviso en Meneses para entrevistarse con un viejo amigo suyo en aquellos lares: Troadio Camacho, con quien venía urdiendo la intrépida aventura de llegar hasta el Capitolio con una caballería de campesinos a celebrar el inminente aniversario del asalto al cuartel Moncada.
Según contó la viuda del colaborador, ese día Camilo se acostó a descansar en el propio cuarto de Troadio, luego probó en plena calle un caballo joven que este había comprado en 200 pesos y desde la cabalgadura le aseguró a su dueño que en aquel mismo entraría el próximo 26 de julio a la capital del país.
En la conversación acuerdan partir hacia La Habana el día 15 de julio y cuando Troadio le habla de gestionar las casillas para trasladar por tren los animales, él le interrumpe con una resolución absoluta: “No, Troadio, la cosa es a caballo hasta La Habana”.
CHEO MANIGUA, MANOLO MATOJO Y PERSONITA
Luis Manuel González Castro, quien todavía goza de buena salud en Yaguajay, dice ser uno de los combatientes del Frente Norte de Las Villas que perdió definitivamente su nombre gracias a las ocurrencias de Camilo.
“La columna estaba recién llegada y Félix Torres nos estaba presentando uno por uno, entonces cuando llega mi turno Félix le dice: Mire, Comandante, este es Manolo, el hermano de Cheo Manigua* y enseguida él le respondió: Bueno, si el hermano es Manigua, él puede ser Matojo y desde entonces todo el mundo, mis compañeros, mis vecinos, mi familia, hasta mis hijos me llaman Manolo Matojo”.
Otro que corrió la misma suerte fue el guerrillero Evelio Torres Morales, uno de los hermanos del Comandante Félix Torres, que enseguida fue rebautizado por Camilo como Personita, un alias que según el Señor de la Vanguardia se correspondía con la figura del pintoresco combatiente, quien fuera además práctico de las fuerzas rebeldes.
“Saldrá Personita con cinco escopeteros en busca de mercancías”, anota en su Diario de guerra el entonces capitán y médico de la columna Sergio del Valle Jiménez el 4 de noviembre de 1959, cuando ya el apodo, literalmente, se había regado entre la tropa.
Cuentan los combatientes del Frente que por esa fecha Camilo había ordenado instalar un teléfono de magneto en el campamento, pero al descubrir que la línea había quedado a muy baja altura, se molestó y pidió explicaciones a los responsables de aquella encomienda.
—Comandante, el que puso la línea fue Personita, le dijeron.
—Bueno, no he dicho nada entonces —respondió Camilo—, si fue Personita quedó alta.
*Alias del combatiente Mario José González Castro, integrante del destacamento guerrillero Máximo Gómez, del Partido Socialista Popular.
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