En los Joven Club comenzó una nueva alternativa audiovisual: Mi Mochila. Escambray se acerca a este compendio que se parece al paquete, pero no lo es
Basta con plantarse frente a la universidad, la facultad de Ciencias Médicas o en el parque Serafín Sánchez y encañonar a cualquier joven con dos preguntas. Una: ¿sabes qué es el paquete? Todos asienten, invariablemente. Y dos: ¿sabes qué es Mi mochila? Miradas que se cruzan, hombros que se encogen y la respuesta ocurrente de algún alumno de preuniversitario: “Bueno, será el jolongo que usted se echa a la espalda”.
Pero no, no se trata de un modelo específico de jaba, sino de un producto cultural en formato digital confeccionado y distribuido por los Joven Club de Computación y Electrónica (JCCE) con el concurso de diversos organismos y entidades estatales que, según el documento descriptivo al que tuvo acceso la prensa, tiene como finalidad propiciar el entretenimiento de las personas de todas las edades, con la prioridad puesta en los jóvenes.
Cine, deportes, humor, música, videojuegos, telenovelas y aplicaciones informáticas figuran entre los materiales que se incluyen en Mi mochila, les explico, a lo que casi todos responden: “Ah, hubiera empezado por ahí; ese es el paquete cubano”.
Imposible no hacer la analogía. Si a los contenidos le sumamos el modo de distribución, con una casa matriz en La Habana que envía el compendio hacia todas las provincias en una frecuencia ya estudiada y definida, no resulta difícil asociar el paquete con Mi mochila; un clic carpeta adentro, sin embargo, revela diferencias sustanciales entre una y otra iniciativa.
Ante todo, hay que asumirlo sin complejos: el paquete de la semana es un invento genial. No lo digo yo, que apenas he copiado algunos gigabytes; lo dicen los expertos, enrolados desde hace años en lo que pareciera una cruzada contra el paquete, pero que a la postre persigue contrarrestar las matrices seudoartísticas infiltradas en esa suerte de colección audiovisual y, en su defecto, promover lo que el propio Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ha calificado en las más disímiles tribunas como una plataforma emancipadora.
El principio democratizador de acceso al conocimiento resulta, sin dudas, lo más loable del paquete: la posibilidad de que la gente disfrute, en la intimidad de su casa, de productos comunicativos que van, desde telenovelas clásicas como Sol de batey y la brasileña Doña Bella —es increíble cómo la nostalgia vende—, hasta enlatados de pésimo gusto y alta dosis de vulgaridad al más burdo estilo de Caso cerrado y 12 corazones. Ahí radica el pollo del arroz con pollo, en el consumo acrítico de semejantes bodrios, en el grado de enajenación que inoculan: el mundo acabándose en Ucrania y uno creyéndole el cuento a la doctora Ana María Polo.
Justamente la arista banal del paquete, las carpetas y más carpetas que aletargan e inmovilizan, han venido a sacudir el avispero de la polémica en torno al consumo cultural en la Cuba de hoy: ¿qué ven nuestros jóvenes? ¿Se intoxican cuando se exponen a materiales lúdicos y espectaculares? ¿Qué sucede con la televisión nacional y los circuitos institucionales para que una alternativa como esa logre calar tan hondo en un segmento para nada desdeñable de nuestra sociedad?
Espirituanos encuestados aseguran que no todo es chatarra en el paquete. Clásicos de la filmografía cubana y universal, documentales que pudieran transmitirse mañana en Pasaje a lo desconocido, series antológicas como En silencio ha tenido que ser y la más cercana en el tiempo Tras la huella también se incluyen en el singular “todo en uno” que, al decir de distribuidores y clientes habituales, ronda los 900 gigabytes de información.
De ahí que, al menos esta vez, no se haya optado por botar el sofá: ya superados los tiempos de la prohibición estéril, los JCCE asumieron la concepción de un producto que aprovecha lo más enriquecedor del paquete, lo despoja de la carga alienante y le inserta materiales de la incipiente industria cultural cubana. Como Lo mejor de Telesur, en este caso, Lo mejor del paquete.
A finales del 2014, cuando la idea aún gateaba en los Joven Club de La Habana, Raúl Van Troi Navarro Martínez, director general de la institución, declaró a la prensa: “Mi mochila se encuentra actualmente en etapa de desarrollo y prueba (…). Lo estamos elaborando de conjunto con el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de Radio y Televisión, entre otras entidades. (…) Aún no tenemos el producto cultural con todos los requerimientos previstos, ni existen todas las condiciones creadas para su generalización en el resto del país”.
Al parecer la iniciativa consiguió rebasar la prueba de fuego y ya se oferta desde diciembre en dos Joven Club de Sancti Spíritus: el de Olivos II y el de Colón, ambos en la capital provincial. No obstante, hace apenas unos días fue que los especialistas obtuvieron el visto bueno de “arriba” para dar información al respecto, un freno a todas luces contraproducente si lo que se pretendía era probar la aceptación de Mi mochila y su poder de convocatoria.
Sin más estrategia de promoción que los anuncios en las puertas de los locales y la labor divulgativa de los trabajadores con los usuarios y en la comunidad, en casi tres meses tuvieron acceso a los materiales de Mi mochila alrededor de 140 espirituanos, cifra que ilustra a las claras uno de los principios elementales del marketing: mercancía que no se exhibe, no se vende. En este caso: mercancía que no se exhibe, no se distribuye gratuitamente.
Y ahí radica sin dudas una de las ventajas de Mi mochila sobre el famoso paquete, en que se puede acceder a unos 300 o 500 gigabytes de información sin pagar un centavo.
Por ahora, acotan algunos y hasta el mismísimo director general de los JCCE, quien en declaraciones al diario Juventud Rebelde puso el parche antes de que cayera la gotera: “Se oferta, por el momento, de manera gratuita”; un “por el momento” que impide perder de vista la actual política de cobros de algunos servicios en que se encuentra enrolado el sistema de los Joven Club.
Los precios serían, eso sí (y aquí abro el paréntesis de las especulaciones), más asequibles que las tarifas vigentes en el mercado informal del paquete, única estrategia aconsejable en el actual y solapado pulseo del Estado por reconquistar las audiencias.
Con ese propósito habría que limar también otras asperezas, como la precariedad de recursos técnicos y de infraestructura que todavía impide, en primer lugar, extender Mi mochila hasta el resto de los Joven Club de la provincia y, en segundo, que los mensajeros salgan con ella bajo el brazo hasta cada hogar que lo solicite.
En la pertinencia de estructurar un mecanismo de distribución efectivo coinciden Raida González y Joel Bauta, especialistas principales de los JCCE de Olivos II y Colón, respectivamente, quienes han identificado incluso una vía para garantizar el servicio: mediante la llamada asistencia informática, o sea, un instructor que va hasta las casas o las empresas a asesorar y solucionar una amplia gama de problemas y que perfectamente podría cargar con Mi mochila hasta esos destinos.
“Podría, pero en este instante no contamos con discos duros con capacidad suficiente para ello —asevera Joel Bauta—, por tanto, la única manera de acceder al compendio es venir hasta el Joven Club y llevarse la información que quieran. El mensajero es una utopía”.
Según ambos especialistas, las carpetas más copiadas de Mi mochila validan las tendencias del consumo cultural que suelen manejarse en corrillos académicos y tertulias de esquina: cine, series, música, humor, infantiles y, en menor grado, aplicaciones informáticas.
Los materiales educativos no figuran, ni por asomo, entre lo más demandado, una realidad que duele si se tiene en cuenta el esfuerzo de las instituciones involucradas por gestionar enciclopedias digitales, colecciones de literatura cubana y universal, documentales de elevado vuelo formal y estético…
Una realidad que duele más si se analiza en blanco y negro: no porque semejantes materiales se cuelen en Mi mochila, ello implica que sean consultados luego. Faltaría lo que, en principio, no puede garantizar ninguna clase de paquete: la capacidad de discernir, de consumir críticamente.
En el fondo, muy en el fondo, solo el acceso democrático al conocimiento —a todo, no a la parte de él que nos parezca menos censurable— puede apaciguar la avidez de información, análisis, evasión y hasta de entretenimiento de un público bastante hastiado —digámoslo sin tapujos— de que le digan qué consumir, por cuáles vías y con qué frecuencia.
me interesan las películas cubanas del paquete pero no se como obtenerlas
existen alternativas para poder competir al paquete, pero debemos hacernos una pregunta, realmente queremos competir con el paquete?. El paquete es una genialidad que ha alguien se le ocurrió y es un éxito. Ahora debemos pesar los pro y los contra que este implica y llegar a un equilibrio. Lo mas preocupante es que el paquete es semana tras semana conformado por administradores de red con Internet en los centros de trabajo con banda ancha. Esto no es un secreto. Tengamos en cuenta que todos los medios de comunicasión son una fuente de manipulacion y una tentación para todo realizador en expresar su criterio respecto a un asunto. Hay programas en el paquete que realmente manipulan las mentes no bien instruidas, pero tambien hay series, peliculas, novelas, documentales en ocasiones se presentan en la television cubana, pero hay una diferencia en dar un clic en la computadora o estar esperando cada día para ver algo. Pro y contras debemos tener en cuenta. Las personas al final son las que deciden.
la mochila es un invento igual q la tendedera, pa ellos nada más, con estas mentes q hay no se avanza mas nunca.
El mundo acabandose en Ucrania y lo q hay q seguir haciendo es llenandose de odio….es cierto q Caso Cerrado nos cierra las mentes, pero tampoco hay que estar dependiendo del NTV y sus versiones…..en fin….abrete mi mochila hueca!!!
creo que 1ro deberems aprender a competir! deberemos compredner que ya no son los tiempos en que las cosas simplemente se escribian y se hacian según eran dispuestas…
en mi modesta opinión no debe trartarce de convatir sino de convivir! los joven clb pudiesen obtener recursos para sostener sus ofertas mediante la pretación de servicios como publicidad en los foros a los factores economicos de su región etc!
pésima ortografía
muy interesante el paquete mi mochila y espero que se haga nacional pero como es posible que el estado no tenga los recursos para redistribuirlo en toda cuba y lo particulares sí.
Excelentes reflexiones. Lo que no acabo de entender es que un producto denominado Mi Mochila no se cargue en la mochila o en los bultos de nadie, sino que debe irse a buscar al Joven Club, lo cual no me parece censurable, por ahora. Pero tiene que haber una correspondencia entre el nombre escogido y la realidad, ¿no crees, Gisselle?
Sin duda la Mochila juega un papel social muy importante, es necesario su constante perfeccionsmiento e incremento de su calidad