De visita en Sancti Spíritus, una artista de la plástica argentina compartió con el público una muestra de sus más íntimas claves existenciales
La galería de arte Fayad Jamís de la Uneac de Sancti Spíritus dejó abierta al público una inusual exposición de dibujos de la artista de la plástica argentina Marita Fernández Barragán, quien bajo el enigmático título de Laberintos expone un mundo interior saturado de inquietudes y reflexiones a partir de su propia experiencia. Como ocurre con su coterráneo, el gran escritor argentino Jorge Luis Borges, ella busca por la vía de la elipsis visual las incógnitas de la condición humana que pueden extraviarse en los laberintos del ser.
A quien conozca la obra anterior de Marita le sorprenderá el giro morfológico-conceptual de su nueva propuesta. Antes la carga neofigurativa a través de colores violentos y formas inquietantes ocupaban todo el espacio en el lienzo; ahora se trata de una línea limpia, precisa e indagadora sin que nada le sobre a sus reflexiones sobre el ser y el existir de la vida contemporánea. Y todo dicho con una sorprendente economía de medios expresivos.
Hay definitivamente en esos dibujos capacidad de síntesis de la figura humana. Estamos en presencia de una Marita renovada y por caminos muy personales, descubridora de las esencias del ser. La blancura del soporte contrasta con esas líneas inquietantes y cargadas de metáforas, buscadora de los laberintos del pensamiento y la imaginación libre.
Se advierte también en sus dibujos que, a pesar del cambio de sus elementos morfológicos, se mantiene intacta su propia identidad desdoblada en muchos otros personajes. Cabe preguntarse si no estamos en presencia de la Paradoja de Teseo expuesta por los filósofos de la antigua Grecia, quienes reflexionaban si un cuerpo físico, un concepto, una idea, mantenía su esencia invariable cuando se transforma.
Resultan recurrentes elementos corporales que le dan vida a estas metáforas visuales como el pie en gesto de movimiento perpetuo hacia un destino desconocido y las manos indagadoras como posibilidad de aprehender la propia existencia en un gesto de pura poesía sustantivada por la creación. Marita definitivamente busca en sus dibujos-metáforas una vía de comunicación humana, un modo de romper el cascarón que la atenaza.
¿Por qué Laberintos? La artista nos revela algunas de sus claves al asociar las obras expuestas con la leyenda griega del enfrentamiento con el Minotauro, monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro que vive encerrado en el laberinto donde es derrotado. Así, Marita se transforma en la Ariadna moderna dispuesta a desentrañar los acertijos de su propia existencia y salir airosa a través del hilo que le entrega el destino.
Ella misma afirma que en algún rincón de la vida todos convivimos con un Asterión ensombreciendo las venas, los huesos, las vísceras, los horizontes, los deseos, las quimeras, las miradas y se pregunta: ¿pero tenemos algún Teseo o una amable Ariadna?
Ella considera entonces que la vida es como esos imaginarios laberintos cuadrados, rectangulares, redondos, simples o bifurcados. Si pensamos en nuestros internos muros, comenta, quizás a cada uno nos despierte etapas o cuál forma nos encierra, nos conduce, nos observa en ese instante. El cuadrado nos entrega un enrejado como cárcel sin posibilidad de puertas; el rectangular da más expectativas, se alarga, se acorta, conlleva a despertares que van y vienen; el redondo replantea incógnitas, reflexiona, busca, entra, sale, encuentra, sigue.
Es lo que parece decirnos Marita Fernández Barragán con su obra: que desde el yo profundo y con alas viajeras podemos abrir cielos y liberarnos de los Minotauros.
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