Un capricho. Así denomina Aylín Hernández Bretos, vecina de la calle Serafín Sánchez, entre Zayas y Marrero, en Yaguajay, la sustitución de la maestra que usualmente impartía lecciones en el aula de su niño por otra “ahora que nos faltan tres meses y medio para que se terminen las clases”, según apuntaba en su correo electrónico, fechado el 16 de marzo.
De acuerdo con lo explicado por ella, el cambio obedecía a la ausencia, desde hacía tres meses, de preceptores en otras dos aulas en el seminternado Camilo Cienfuegos, colegio del norteño municipio. “Me parece que no están actuando con psicología y me pregunto si esa directora y la dirección de Educación no se habían dado cuenta de que esos niños no tenían maestro. No entiendo por qué no ponen a esa otra maestra en una de aquellas aulas y no en el 5to. D, donde no la conocen y ya están habituados a la anterior”.
El viernes que precedió al día en que escribió —narraba la lectora— los alumnos del referido grupo estaban llorando porque no querían que les quitaran a su maestra y ese lunes no hubo nadie frente al aula. “Me gustaría que sus voces se escucharan porque ellos son los más afectados. Pienso que más que el interés de la escuela deben atenderse los intereses de los niños”.
Contactadas telefónicamente, Gleivi Dreke Campos y Maritza Zurita Carrazana, directora de Educación y jefa del Departamento de Educación Primaria en el municipio, respectivamente, precisaron que el origen del asunto está relacionado con un indicador que anda mal en aquel territorio y en particular en el referido centro. Se trata de la inactividad, puesto que un número no despreciable de docentes están desvinculados de sus funciones laborales por diversas causas, con predominio de las licencias de maternidad y los problemas de salud o familiares.
“Los cinco grupos de 5to. grado como regla han tenido un maestro para el área de Humanidades y otro para el de las Ciencias, pero al presentarse una situación grave en esas dos aulas de 1ro. y 3er. grados, donde no teníamos ninguno, decidimos que dos de aquellos se alternaran los grupos B y E en tanto otros dos asumieran el C y el D. No incluimos el grupo A por tener una situación académica menos favorable”, detalló Maritza, quien subrayó que la determinación fue consultada con el personal docente antes de ponerse en práctica y lamentó que el lunes 16, cuando debió suceder el cambio, ninguna de las dos maestras asistiera al aula, pues la habitual presentó un certificado médico y la que debía asumir (de hecho, lo hizo luego) también tuvo una situación de salud. “Ese propio lunes nos reunimos con los padres, algunos entendieron, otros siguieron inconformes e incluso asumieron una postura descompuesta”, adujo la fuente.
Más allá del sufrimiento infantil, según Maritza achacable en mayor medida a la conducta de los mayores que al hecho mismo, cabe valorar cómo resolver de una vez y por todas la necesidad de maestros y maestras que arrastra la provincia por casi 15 años.
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