Librada entre febrero de 1897 y abril de 1898, la Campaña de La Reforma fue decisiva para la suerte del dominio de España en Cuba y confirmó a Máximo Gómez como el Napoleón de las Guerrillas
Pocos historiadores —si acaso alguno— han reparado en la coyuntura casi desesperada de la Guerra del 95 al terminar el año de 1896, cuando, caídos los generales Serafín Sánchez y Antonio Maceo, y reforzado al extremo el dispositivo militar de las tropas colonialistas en el occidente del país, todo podía depender de que otro “golpe de suerte” privara a la Revolución de su estratega por excelencia, el Generalísimo Máximo Gómez.
Con esa posibilidad contaba el sanguinario Capitán General Valeriano Weyler para terminar la contienda a favor de España y coronar con broche de oro su carrera militar, plagada de excesos, y crímenes de todo tipo, cuya última expresión era su política de tierra arrasada y reconcentración de la población civil en pueblos y ciudades, donde era diezmada por el hambre y las enfermedades.
Lo cierto es que por aquellos días se creó una especie de impasse y se evidenció la necesidad de adoptar una decisión ante el hecho de que, de continuar las cosas como iban, los españoles no tardarían en lograr su objetivo de pacificar las comarcas occidentales, para luego volcarse sobre el centro del país.
Según una evaluación tradicional de la situación militar, ante el mando cubano se abrían dos aparentes disyuntivas, consistente la primera en reunir en el territorio central todos los medios posibles en armas y hombres y lanzarlos al oeste para reforzar a las perseguidas tropas insurrectas que operaban allí, o, en cambio, traer esos recursos desde el Oriente, donde eran numerosas y bien pertrechadas las fuerzas del Ejército Libertador.
GENIALIDAD DEL GENERAL EN JEFE
Sin embargo, Máximo Gómez no era un jefe convencional ni se apegaba a formas maniqueas de conducir la guerra. Precisado por la difícil situación estratégica concibió un plan maestro que se encargaría de ejecutar y hacer cumplir hasta en sus menores detalles.
Por eso echó a rodar la noticia de una supuesta nueva invasión a occidente mediante rumores y a través de órdenes y mensajes que hizo caer en manos españolas. Luego, a fines de enero de 1897, puso sitio al poblado de Arroyo Blanco en el centro de la isla, y comenzó a cañonear sus fuertes, perfectamente consciente de que el aviso llegaría por heliógrafo en tiempo real a Sancti Spíritus y por telégrafo a La Habana.
Ahora Weyler pondría todo su empeño en movilizar cuantas fuerzas pudiera hacia la jurisdicción de Sancti Spíritus, en tanto él se preparaba para recibirlo.
El genial estratega podía operar con unos pocos cientos o con un par de miles de hombres —de un total de entre 3 500 y 4 000 en el IV Cuerpo del Ejército Libertador— según resultase necesario, pero más a menudo lo hizo con un número de entre 200 y 300 jinetes y de 150 a 200 infantes curtidos.
UNA TRAMPA IDEAL
El General en Jefe preparó la encerrona en el escenario natural de entre 200 y 1 000 kilómetros cuadrados de extensión en torno a la finca La Reforma, al oeste de la famosa Trocha, donde prevalecían altos pastizales matizados por quebradas, bosques y escasos arroyos, con algunos caseríos diseminados.
Las pesadas columnas hispanas, en su mayor parte compuestas de infantería y artillería, con una gran impedimenta, embestían y se desgastaban en infructuosas persecuciones contra un enemigo al que apenas veían y que no cesaba de hostilizarlas de día y de noche con incontables escaramuzas y emboscadas.
Usualmente, Gómez y sus subalternos se las ingeniaban para hacerse perseguir hasta los malsanos tremedales costeros y luego se iban a dormir a un lugar alejado y seguro, entretanto los soldados de Iberia, acostumbrados a pernoctar donde los sorprendía el crepúsculo, hacían campamento y allí eran hostigados por francotiradores que les causaban bajas a la luz de las hogueras y no los dejaban descansar, haciéndolos vivir en continua zozobra.
ESPAÑA EN BANCARROTA
El 18 de julio de 1897, el premier español Cánovas, protector de Valeriano, le confió a un amigo dilecto que ya daba la guerra por perdida: (…) “pues los militares no solamente no aciertan, sino que, además, abusan de una manera escandalosa de la situación”, esto en referencia a su ineptitud y ambición extremas.
Al poco tiempo el asesino Weyler era destituido de su cargo y llamado de vuelta a Madrid. Y no podía ser de otro modo con quien al mando directo de 40 mil soldados, había perdido 20 000 hombres frente a Gómez, al que solo pudo ocasionar escasamente 128 bajas entre muertos y heridos sin conseguir sacarlo de aquella porción exigua de terreno y mucho menos exterminarlo.
Aunque el execrable asesino Weyler regresaba vivo a España, era un cadáver militar y político que ya no podría ser resucitado. Con el sucesor, Ramón Blanco y Erenas, España se vio obligada a decretar el régimen autonómico en Cuba tratando de salvar su dominio sobre la isla, pero ya resultaba demasiado tarde. La Reforma fue la gota que colmó la copa.
Gracias por estos trabajos, amén de la grandiosidad de este gigante de nuestra independencia, creo concientemente que no se le da el valor real que tiene en todas nuestras guerras de independencis ya que edemás de ese estratega, honrrado y digno, a mi juicio sin tacha, hay que sumarle su pensamiento, escrito, su obra y su acción durante y después de la derrota de España.
Por otra parte soy un admirador extremo de este genial internacionalista, del que pude, gracias a un amigo que ya no existe, leer su diario de campaña. Esta obra, al igual que otras de esa época de el o referidas a él y a otros patriotas y epopella independentista ebían estar al alcance de todos en nuestras librerías y bibliotecas, seguro que en momentos como este que vivimos, donde nos quieren cambiar hasta el nombre desde enfrente, serían mucho más efectivas que otras hechas a otros gustos e incluso los mismos liblrs de textos de historia que dan pena y discursos esdulcorados, leídos no pocas veces por quienes no los escriben.
La historia nuestra es hermosa y protagonizada por heroismo, la de aqulla época y la de 1900 hasta la actual, incluída la del internacionalismo en África, de ella también hay mucho que contar, allí se hicieron acciones de patriotismo y heroismo que no se han escrito y forman parte de nuestra historia y de los valores que auparon a esos héroes no siempre reconocidos y que son nuestra historia.
Gracias