El espirituano Miguel Ángel Torres rememora pasajes protagonizados por un grupo de jóvenes rebeldes, a quienes, según él, les correspondió hacer parte de la historia de Cuba
Teléfono en mano y más de 350 kilómetros de distancia, escucho una voz tal y como me la imaginaba. Después del saludo «normado» y en breves minutos regresan al presente hechos de una generación que hizo historia en este país, a través de las vivencias de Miguel Ángel Torres Alfonso.
El avance de los diferentes pasajes fue suficiente para pactar una entrevista dos días después, tras la llegada del capitalino por adopción a su tierra espirituana por apenas 48 horas.
En una oficina de la sede del Comité provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas de Sancti Spíritus, las fotos en blanco y negro, reflejo de aquello momentos, inspiran el diálogo de Torres Alfonso, fundador de la Asociación de Jóvenes Rebeldes en la ciudad del Yayabo y primer Secretario de la UJC en Las Villas.
De ilustre voz de profesor, Miguel Ángel, quien no es de los que le teme a los cambios, habla con la misma devoción de los orígenes y fortalecimiento del movimiento juvenil espirituano que enfrentó al régimen batistiano, que de su participación en las tantas manifestaciones, la mayoría terminadas a fuerza de porrazo por parte de los esbirros. Mucho menos esconde su preferencia por las enseñanzas aprehendidas del Apóstol, recurrentes en las clases que imparte actualmente en la Filial de Ciencias Médicas Salvador Allende en La Habana.
Torres Alfonso, de cuna espirituana, vivió en un hogar, rodeado por los aires de inconformidad de los tabaqueros y azucareros, quienes colocaron el bichito de cuestionar todo ese entorno de explotación y pobreza, asegura el líder estudiantil del otrora Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad del Yayabo.
Las imágenes de varios de sus compañeros marchando por las calles principales de la longeva villa con grandes carteles tatuados con la frase «La sangre de los buenos no se derrama en vano», la lucha a ultranza por no permitir que se los arrebataran, la firmeza del paso de los muchachas con sus brazaletes negros y el repudio de todo un pueblo a los demagogos por sus baratos discursos, llegan en el umbral de la conversación con quien fuera Secretario general de la Región Especial del Escambray.
-¿Cómo un joven residente en una ciudad alejada de los dos puntos más importantes de la efervescencia revolucionaria de la década del 50 del pasado siglo, sintió la necesidad de formar parte de la nueva historia que se gestaba en el país?
—Desde muy niño siempre escuché que a Guiteras lo había asesinado Batista. Esa idea me impactó y más cuando conocí de sus ideas al pie del busto que lo honra, ubicado en el entonces hotel Perla de Cuba. La vida y labor de ese joven me atrapó. Por ese tiempo, quizás, comencé a sentirme con el deber de defender a mi patria.
«Pero yo me hice revolucionario realmente cuando entré al Instituto de Segunda enseñanza de Sancti Spíritus. Allí la mayoría de sus alumnos comprendimos que nuestra generación tenía que hacer parte de la historia de este país a fin de transformarlo. Por ello, en ese centro se gestó parte del movimiento del territorio contra la tiranía ».
—¿Cuál era el pensamiento que aglutinaba a la generación más joven de ese periodo en tierra espirituana?
—Fue una época donde la máxima era defender y liberar la patria, al costo que fuese necesario. Nadie se ponía a pensar qué perdía en el plano personal o material».
—¿Cuál es el ABC para considerarse joven?
Ser eternamente rebeldes. Yo aún lo soy. Me busco cientos de problemas porque enfrento lo mal hecho; pero siempre bajo la máxima del respeto y de escuchar a los demás.
—¿Qué hecho propició el fortalecimiento de ese movimiento juvenil revolucionario en tierra espirituana?
—Recuerdo que un amigo del Instituto llegó a mi casa con tremenda emoción y me dijo que Fidel Castro había atacado el Cuartel Moncada. Me quedé estupefacto y enseguida pregunté quién era ese hombre y sólo me dijo que era un estudiante como yo. Inmediatamente, nos fuimos para el parque, que era nuestro cuartel conspirativo, pero del hecho no se sabía mucho más.
«A partir de esa inspiración y de que en el centro escolar contábamos con la presencia de Elcire Pérez, quien siempre demostró tener más visión que todos nosotros y de poder compartir con Enrique Villegas fuimos consolidando el movimiento revolucionario.
«Muchas fueron las manifestaciones que protagonizamos. Al principio no nos golpeaban; pero cuando comenzamos a tomar fuerza y el pueblo nos respaldó; las broncas estremecían a toda la ciudad.
«Ideológicamente para todos tuvo significativa importancia cuando pudimos leer La historia me absolverá. Con mucha discreción circulamos el documento que nos hizo crecer. Imagínate si movimiento juvenil trascendió que del Instituto de Segunda Enseñanza de Sancti Spíritus distinguen ocho mártires la historia de nuestra patria».
—¿Y nunca sintió miedo?
—Todo el mundo lo tenía. Cuando te cogían preso podía sucederte cualquier cosa. Pero, a pesar del dolor de la tortura, cuando se tiene enraizado en la conciencia el comprometimiento de la palabra sacrificio y que se está listo para morir por una causa; te pueden hacer lo que les dé la gana; que usted se mantiene estoico.
«Cuando estuve preso siempre recordé el consejo de mi padre al conocer de que pertenecía al Movimiento 26 de julio, cuando me dijo que sabía muy bien cómo debía comportarte, si me atrapaban. Eso fue un aliciente porque contaba con el apoyo de mi familia».
—Luego del triunfo de la Revolución, ¿qué papel jugó la juventud espirituana?
—Fue difícil, aunque no se crea porque debimos integrar al pueblo para que apoyaran las nuevas transformaciones del país. La Campaña de Alfabetización, el proceso de nacionalizaciones, Playa Girón; estuvimos en todo. La Revolución era joven y, por tanto, la mayoría de sus protagonistas teníamos que ser la juventud.
—Después de tantas experiencias, ¿cuál ha sido la mayor de las enseñanzas?
Aprendí de un jefe que tuve en el Escambray que los jóvenes no pueden andar con andadores porque deben caerse, darse golpes y levantarse. Mucho menos, se le debe considerar como choferes de alquiler para que vayan de un lugar a otro. Por eso, hay que contarle la historia, sin teque, con los hechos tal y como ocurrieron para que continúen el legado.
-Cuba cuenta hoy con la obra y el pensamiento de la juventud que nos antecede. En su opinión, ¿qué le corresponde hacer a esta generación?
—La juventud cubana tiene que tener una fidelidad absoluta a los principales líderes de la Revolución. Precisa estudiar porque ahora no es tiempo de coger las armas como en mi etapa. Les corresponde dominar las ciencias porque es allí donde el enemigo nos ataca. Como dijo sabiamente Martí a pensamiento debemos liberar todas las batallas.
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