A poco más de un año de reinaugurado durante las celebraciones por el medio milenio de Trinidad, el Museo Romántico ya viene reclamando retoques urgentes.
Nadie lo resumió mejor que la moradora de los alrededores: “El Museo Romántico no sale de una pa’ entrar en otra”. En efecto, todo parece indicar que la institución trinitaria deberá resignarse a vivir de la gloria de los recuerdos porque en los últimos tiempos no levanta cabeza.
A poco más de un año de erigirse como una de las obras insignes por el medio milenio de la villa, cuya intervención sobrepasó el millón de pesos en moneda total, el agua se escurre entre los muros, cae desde la lámpara de bronce del siglo XIX, penetra interruptores para hacerles creer a las veladoras que el fantasma del Conde Brunet merodea entre los salones que otrora le pertenecieron.
Entonces los 15 días estipulados por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural para la conservación preventiva de los exponentes devienen una cuenta regresiva para corregir problemas sin culpables aparentes.
“Las gárgolas que drenan a la fachada principal no se sustituyeron en la reparación. Todo indica que había un agujero o estaban rotas dentro del muro, por eso emboquillamos un tubo de PVC dentro de cada una. En el último aguacero comprobamos que, felizmente, no se mojó en la saleta”, comenta la ingeniera civil Grisel Sesmonde Cama, subdirectora de producción de la Empresa de Conservación y Restauración de Monumentos, entidad que asumió la rehabilitación en saludo al 500 aniversario del territorio.
Mas, un reciente examen a cargo del arquitecto Aníbal Barrera Barcia, proyectista general, trabajador de la Empresa de Diseño e Ingeniería del Ministerio de la Construcción de Cienfuegos, revela que las causas, más allá de la obsolescencia, huelen a mala ejecución.
“Las salidas de agua horizontales no se realizaron como disponen las normas cubanas al efecto —detalla el especialista—. Cualquier filtración en áreas fuera de los redoblones de los techos tiene grandes posibilidades que sea producto de ponches en las placas de onduline bajo teja. Al comparar los techos de las edificaciones contiguas se observan diferencias de calidad en la colocación de este sistema, advirtiendo que las viviendas colindantes están bien techadas y el museo, no”.
Según la ingeniera civil: “Si apareció una gotera, puede ser alguna teja corrida, que puede venir, incluso, desde el caballete, pero cayó ahora, no en los primeros meses después de la reapertura”. Sin embargo, sobran las palabras ante la imagen captada por el arquitecto el 3 de diciembre del 2013 en pleno proceso de reparación de la cubierta, donde dos obreros caminan por encima del onduline como quien atraviesa una calle empinada.
Así, las fotografías se erigen cual pruebas visuales del redoblón donde no se colocó correctamente el onduline ni tampoco el onduflim, barrera que impide el paso del agua si llega a esa capa, así como la presencia de obstáculos que frenan la libre canalización del agua de lluvia, falta de repello, grietas y fisuras en remates y aleros, entre otros malos procederes.
Todo indica entonces que los cerca de 13 controles de autor que realizara el proyectista durante las reparaciones, donde proponía soluciones a inconvenientes detectados, cayeron en tierra de nadie, o tal vez la suerte del antiguo Palacio Brunet estaba predicha desde que los propios trabajadores devinieron fiscalizadores de la calidad de las labores ante la ausencia de un inversionista de la Dirección Municipal de Cultura a pie de obra.
Amén de la alusión a la premura por parte de algunos entrevistados, Isabel Rueda Rodríguez, directora del museo, sostiene que el edificio se moja en lugares donde la Empresa de Conservación tuvo sobrado tiempo para trabajar y disponía de los recursos. “Lo que está faltando es preparación de las personas encargadas de acometer. Estas construcciones necesitan una intervención especializada, y mientras no se capaciten las personas indicadas, continuaremos con problemas similares”, asegura.
Ahora las filtraciones provocan daños a la carpintería, el falso techo de varias salas y las pinturas murales. Todavía queda pendiente del proyecto inicial la intervención en el piso (por el momento solo se fijarán las losas despegadas), y todo contrarreloj.
De lo contrario, el sonido de faenas de resarcimiento se incorporará de nuevo a las visitas dirigidas y los trabajadores devendrán expertos en armar y desarmar salas expositivas una vez concluida la jornada laboral, única alternativa para evitar que el agua atente contra muebles, cristales, porcelanas y lencería de las colecciones mostradas, a riesgo de que alguna pieza se reduzca a añicos en la manipulación cotidiana.
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