Las víctimas no se conocen entre sí, mas bien podrían armar un grupo de ayuda mutua en el que cada una exponga sus vivencias. De hacerlo, verían los puntos en común pese a residir en diferentes zonas de la geografía espirituana: todas vieron a alguien hallarse frente a ellas un nailon pequeño con varios anillos dentro, en cada caso la persona que se los “encontró” les propuso entrar en un arreglo que incluía la entrega de dinero o de sus prendas personales, y siempre hubo un comprador de metales valiosos o un joyero —¡oh, casualidad!— próximos a la escena, que avalaran lo más importante: el oro de alta calidad en los objetos del “hallazgo”.
Sorprende la ingenuidad con que muchos dan por ciertas verdades que nunca lo fueron, aunque las aseveraciones provengan de alguien a quien no vieron jamás. Cierta necesidad de ostentar prendas costosas que ha ganado terreno en los últimos años amenaza con llevar a las personas de la torpeza al barranco, convirtiéndolas en presas de burdas estafas que bien podrían evitar. ¿Cómo explicar, si no, que entre enero del 2014 y julio del presente año al menos 23 ciudadanos residentes en el territorio provincial resultaran engañados en plena vía pública e incluso con su propia anuencia? Como consecuencia, artículos de alto valor monetario y sentimental fueron a parar a manos de timadores solo por el interés de los afectados, mayoritariamente mujeres de mediana edad, de adquirir alhajas presumiblemente mejores.
Las oportunidades se pintan solas: anillos deslumbrantes, con finos tallados y hasta con piedras incrustadas, dentro de un envoltorio, a veces junto a un guillo también “de oro”. Con el botín, el apunte o la nota tecleada por el “descuidado” sin sospecha (o más bien a sabiendas) de que el envío llegaría a otras manos: “Ahí te mando las sortijas para que las vendas a no menos de 300 CUC. Detrás van las cadenas”, rezaba el escrito en uno de los casos. Como aderezos, el “nerviosismo” del individuo de pulcra vestimenta, el apremio por compartir ganancias con el “suertudo” que apareció por azar y, finalmente, el peritaje técnico, en ocasiones prueba con líquido mediante, de que, en efecto, se trata de oro de 18 quilates.
De ese rústico modo joyas auténticas, ocasionalmente marcadas o talladas con el nombre de la víctima, han salido de la licitud de sus propietarios para saciar la avaricia de quienes les engañan. En ocasiones no pescan oro, pero reciben celulares modernos y hasta altas sumas de dinero por objetos fabricados con cobre u otros metales corrientes cuya falsedad afloró cuando ya no había pistas del delincuente. Hubo casos en que los “descubridores de botines” se aprovecharon del desconcierto de su víctima, despojándola de sus pertenencias mientras se decidía al negocio. A juzgar por las denuncias, los golpes se han suscitado con pocos días de diferencia; solo en la jornada del pasado 30 de abril se registraron casos en Sancti Spíritus, Fomento y Cabaiguán, territorios a los que se unió Jatibonico, con una incidencia en el corriente 2015.
Según datos de fuentes policiales, por hechos de esta índole cometidos en el pasado año, etapa en la que el territorio registró 11 denuncias, fue procesado judicialmente un encartado residente en Santiago de Cuba, en tanto otro con domicilio en La Habana resultó sorprendido con falsas joyas en su poder. Actualmente se trabaja en la identificación de dos comisores más, cada uno de ellos con presunta responsabilidad en varios delitos de estafa durante los primeros siete meses del actual período.
El engaño, empero, no siempre tiene por escenario la calle ni proviene de personas desconocidas. Con frecuencia se da en el propio hogar y el timo lo asesta alguien cercano, al punto de dominar al dedillo los lugares exactos donde la víctima guarda el dinero. Numerosas son las causas radicadas en las unidades de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en lo que va de año por cuenta de la decisión de preservar los ahorros individuales o familiares, a veces ascendentes a miles o a decenas de miles de pesos nacionales o convertibles no en el banco, como aconseja el buen tino, sino en gavetas, escaparates y otros lugares de la casa donde alguien de relativa confianza los toma, con o sin el uso de la fuerza.
Aunque en determinados casos se ha logrado atrapar a quien se los apropió de manera ilícita, los fondos u objetos de valor —que también los hay en la nómina de las sustracciones — como regla ya han ido a parar a nuevas inversiones e, incluso, en los peores casos, fueron sacados del país por los autores de los hechos. Poco se consigue con la actuación policial una vez consumados estos si las personas sirven sus bienes al ladrón en bandeja de plata.
Otro de los atractivos para quienes pretenden lucrar con la propiedad ajena son los teléfonos móviles, objetos de presunción y exhibición incluso en medio de los festejos populares, como resultado de lo cual sus dueños con frecuencia terminan perdiéndolos. Según los archivos policiales, predomina no tanto el arrebato o el hurto —que también los hay— como el olvido involuntario de la pertenencia en lugares públicos, luego de lo cual el extravío es reportado para que las fuerzas del orden enmienden la negligencia.
Un dato sencillo corrobora lo anterior: los casi 300 móviles que hasta días atrás engrosaban la lista de presumibles sustracciones habían ido a parar a manos de terceros poco después de ser usados fuera de casa. Cerca del 60 por ciento de ellos ya fueron recuperados por las fuerzas policiales mediante búsquedas que propiciaron el rescate no solo de equipos perdidos en lo que va de año, sino además de otros 47 reportados en etapas anteriores. El municipio cabecera muestra claro predominio en este tipo de incidentes, una vez esclarecidos los cuales se radicaron las causas correspondientes o se aplicaron medidas por el delito de receptación.
Aunque la responsabilidad individual de la víctima en la comisión de delitos no exime a la PNR del deber de actuar, valga la alerta: toca a la ciudadanía velar por su propia integridad y por la seguridad de sus bienes. Ni todo lo que brilla es oro ni la cortesía anda siempre acompañada de buenas intenciones.
Y esto es solo el comienzo. Falta mucho por llegar todavia.