Mientras que la inercia carcome los palacios de pioneros de Sancti Spíritus, el de Trinidad acoge a diario a más de una veintena de infantes para convertir el lugar en una opción para la diversión.
En las paredes habitan personajes de cuentos infantiles, las cadenetas decoran los salones porque, tal y como el ambiente sugiere, en el palacio de pioneros 28 de enero, en Trinidad, todos los días hay una fiesta distinta durante el verano. Apenas el reloj marca poco más de las 9:00 a.m. las sillas dejan de estar vacías, el espacio se llena de risas y algún que otro infante se niega a desprenderse de la cintura de la madre por ser el primer día.
Por fortuna, la institución permanece inmune al virus del sueño eterno que padecen sus homólogas en la provincia. Aunque a veces falte reconocer todo el bien realizado en favor de la comunidad; aunque las entidades pertinentes olviden repintar los muros o reanimar el patio, dentro no cesan las ganas de hacer y las veleidades se enfrentan con una sonrisa.
Así lo comprobó Escambray cuando llegó casi al mediodía sin más pretensiones que acompañar a una colega. Mas, seducido por tan variopinto paisaje no pudo resistirse a desenfundar la grabadora y despabilar el lente.
“Para nadie es un secreto que una de las actividades preferidas por los niños en la etapa vacacional es ir a la playa. Tomando como incentivo esa actividad, realizamos una estrategia que nos permitiera realizar diferentes talleres en la mañana y después salir hacia la península dos veces por semana. Así los niños permanecen más tiempo en el centro para aliviar a los padres que trabajan estos meses”, explica Moraima Zayas Castillo, directora.
Apoyados por la brigada de instructores de arte José Martí, bibliotecarias escolares, funcionarios del Inder y otros colaboradores, el palacio ofrece charlas sobre libros, clases de pintura, baile de ritmos tradicionales, ajedrez y artesanía; opciones que a diario congregan a más de una docena de pequeños. Mas, la actividad que mayor interés despierta es la de Marcel Gómez Soria, quien con apenas 13 años constituye todo un maestro en el arte del origami y ahora pone en manos de los aprendices retazos de papel para crear un arsenal de figuras.
Luego, martes y jueves llega la visita al mar, acompañada también de actividades para incentivar la protección al medio ambiente, así como el conocimiento de la flora y fauna de las costas sureñas.
Como resultado, jornadas donde la recreación y la cultura se dan la mano, luz en la mirada cuando los niños terminan de crear, palabras de agradecimiento de quienes deben dividirse el tiempo entre las vacaciones de los hijos y las faenas hogareñas. “Es la confianza de saber que están bien cuidados —comenta Deisy Zerquera León—, que puedes dejar tu niño, tu sobrina, tu nieto aquí con los ojos cerrados porque se divierten y aprenden al mismo tiempo. Eso tiene mucho que ver con el carisma de los trabajadores, que a veces hacen malabares ante la escasez de recursos”.
El comentario viaja de boca en boca y el centro abandona su carácter local, pues cada vez se suman nuevos miembros a la familia, incluso procedentes de otros sitios, al punto de reunir a cerca de 60 un mismo día hasta las 4:30 p.m., cuando llega el descanso para reponer fuerzas.
Mas, la inconformidad no deja quietos a quienes aquí laboran, pues antes del cierre del verano pretenden saldar la deuda con los interesados en aprender a tocar la guitarra y fortalecer el trabajo relacionado con la salvaguarda de tradiciones trinitarias en materia de manualidades, anhelo pendiente por falta de maestros. Además, desde ahora van en busca de resortes para escalar más alto el año próximo.
“Quisiéramos rescatar el seminternado de verano. Lo tuvimos hace dos años, los padres lo agradecieron sobremanera porque muchos no podían pagar la alta tarifa de precios de los cuidadores y así el niño no estaba aburrido en el centro de trabajo, pero esta vez hubo problemas con la planificación del presupuesto —alude la directora—. Sería oportuno plantearlo desde inicio del curso escolar para que la Dirección Municipal de Educación ayudara con el almuerzo y retomar esta idea”.
Con la esperanza de convertir sueños en realidades, el palacio de pioneros 28 de enero, de Trinidad, abre las puertas cada mañana dispuesto a volver a sembrar semillas en aquellos que, como dijera el Apóstol, son los que saben querer.
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