Historias vividas por tres jóvenes profesionales de la Salud en los cerros de Caracas, se suman a los días de la colaboración médica espirituana en Venezuela
Desde las laderas escarpadas, las casas cuelgan, semejan cientos de colmenares superpuestos, llenos de laberintos interminables, de pasos y de vida. Allí, en los cerros caraqueños, de Venezuela, donde a inicios del siglo XX ejércitos de campesinos sin tierra levantaron sus ranchos desafiando la arquitectura y hasta las leyes de la Física, profesionales de la Medicina espirituana construyen pasajes de luz, amparados en el Convenio Integral de Cooperación firmado hace poco más de 15 años por el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro y el Comandante Eterno Hugo Chávez.
Por escaleras empinadas, hechas a pico y pala, médicos, enfermeras y técnicos suben hasta la cima de Petare, San Agustín, Los Inos, barriadas de “renombre”, donde la pobreza y la violencia han dejado las huellas de la Cuarta República.
COMO LOS RELOJES ANTIGUOS
Justo en el sector El Recreo, en un consultorio médico popular la joven doctora yaguajayense Lorena Plasencia Valdés abre sus puertas cada mañana con la puntualidad de los relojes antiguos.
“Al comienzo del día ya hay pacientes esperándome, gente pobre y de clase media e, incluso, de alta; no marcamos la diferencia para atender a nadie. Hay quienes todavía se asombran y ven con rareza que no cobremos por las consultas, ni por los medicamentos, y también porque hagamos nuestro el dolor de otros.
“Un Día de las Madres —relata Lorena— estaba de guardia en el Centro de Diagnóstico Integral y recibimos una niña de un año de edad que cayó de un segundo piso de un edificio. Llegó en shock hipovolémico, pero logramos estabilizarla y la mantuvimos con todos sus signos vitales por espacio de cinco horas. Todo ese tiempo estuvimos junto al médico intensivista. Luego, fue necesario trasladarla a una clínica pediátrica con más condiciones para su cuidado. Lamentablemente, tres horas después la bebé falleció. A los pocos días, la madre de la niña fue a agradecernos todo lo que habíamos hecho por salvar a su hija, aun cuando el desenlace fue fatal. Esa experiencia marcó mis días en esta misión”, añade Lorena Plasencia, a punto de atender a una madre embarazada.
DE CRUZADAS Y OTRAS PROEZAS
Por senderos de tierra rojiza y polvorienta camina en días de sol la doctora cabaiguanense Gail Fuentes Ceijas. Cada sábado, deja su consulta de Ultrasonografía en el centro de la ciudad de Caracas para unirse a la jornada de Trabajo Comunitario Integrado, una suerte de cruzada contra la pobreza, donde los misioneros cubanos de la Salud, la Cultura y el Deporte suben laderas serpenteantes para tejer los hilos de la solidaridad en sitios casi inhóspitos.
“Cuando caminamos cerro arriba —narra Gail— y llegamos a los barrios de pobreza extrema, nos estremecemos: casas de tierra y techos de cartón, paredes de zinc y de lona, personas que no tienen cama, ni agua potable; solo lo crees cuando lo ves”.
Por suerte, la Revolución bolivariana ha llegado hasta allí y esa realidad ha empezado a sepultarse con las misiones sociales que incluyen la gratuidad de los servicios en el Sistema Público Nacional de Salud en Venezuela.
“Hay pacientes a los que se les indica un ultrasonido, y cuando van a la consulta que salen ya con el resultado me dicen: ‘doctora, ¿usted sabe cuánto me cobran en una clínica privada por ese examen que usted me acaba de hacer?’. Y los ojos se le ponen así, de este tamaño porque es mucho el dinero que tienen que pagar por un examen sencillo”, señala la doctora espirituana.
En este andar generoso que no es necesario gritarlo al mundo para saber de su grandeza, la licenciada en Microbiología Lisy Arleti Pérez Ramos, también tiene su protagonismo.
“Nosotros improvisamos un laboratorio en cualquier lugar, debajo de una mata, en el portal de una casa. Tomamos las muestras y luego la procesamos en el centro médico donde tenemos el equipamiento. Y no es que lo atendimos hoy y no volvemos más, sábado por sábado todo el equipo de médicos y técnicos va y da seguimiento a los enfermos.
“A veces subimos en carro, otras a pie, no importa si llueve, si hace frío —agrega Lisy Arleti. Cuando la gente nos ve, por muy cotidiana que se le haga nuestra visita, no dejan de sorprenderse; en agradecimiento nos traen un buchito de café, un trago de agua, unas arepas. Ya hemos ganado una gran familia”.
“Esa es una gran verdad”, resalta Alba Lucía Otaro, paciente venezolana, operada de cataratas, que un día bajó de los cerros con la mirada apagada.
“De a poco una nube en los ojos ya no me dejó ver más a mis nietos. Mi vida era un calvario. La operación le costaba a mi hija años de trabajo. Gracias a Dios, estuve a salvo con los doctores cubanos. No tuve que pagar ni un bolívar, solo di las gracias muchas veces, todas las que pude”.
Con las huellas de tanta leña juntada en toda su vida, las manos octogenarias de Alba Lucía Otaro señalan el camino de regreso a casa, justo en la cima de los cerros, hasta donde llegan profesionales de la Medicina espirituana a construir pasajes de luz.
Grande es el esfuerzo que hacen esos medicos y personal todos de la salud en cuarquier parte del mundo donde estan presente las batas blancas, llegue a todos nuestro agradecimiento y felicitacion especial a la Dr Aliana Marrero Echemendia que se encuentra en Carabobo Venezuela
Y estos medico estaran sujetos a las nuevas regulaciones o seran considerados en alguna categoria especial?
Mujchas felicidades a todo el personal de la salud, sigan pensando en cuidar y proteger a sus enfermos, muchas felicidades y gracias.
Muchas felicidades a todo el personal de salud que se encuentran cumpliendo misión internacionalista en varios países del mundo en este Dia de la Medicina Latinoamericana.
Los logros y esfuerzos de nuestra revolución se han multiplicado con su ejemplo.
llegue a todos y en especial a Rosa Marina Rodríguez Rendón, que se encuentra en Vargas Venezuela, mi cariño y admiración por representar a nuestra linda Cuba en bienestal de la humanidad.
Un abrazo a todos y un beso a mi querida hermana.
La patria los comtempla orgullosa.
Y la gente de la provincia se alegra cuando vuelvan, ya que los necesitamos mucho.