Pirotecnia de Zaza del Medio: de los escombros a la luz (+fotos)

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El taller, considerado el más grande de Cuba, se encuentra casi listo para reiniciar sus producciones después de una reparación capital

Hasta los cerros cercanos, testigos mudos del tiempo, se sobrecogieron por la angustia de la destrucción y la muerte el pasado 3 de febrero. En aquel paraje solitario de las afueras de Zaza del Medio, el estampido de la explosión se convirtió de presagio en certeza apenas unos días después: los dos hombres lesionados en el accidente del taller de pirotecnia El Palenque fallecían sin remedio luego de varias jornadas de agonía.

Aquí nadie olvida el sobrecogimiento, el dolor. Pero sobre los escombros, comienza a emerger la luz. El toque de las parrandas ha regresado a las calles del pueblo y la propia fábrica de voladores ajusta los detalles para el reinicio. En Zaza, el embrujo de este espectáculo mantiene viva una tradición que por derecho propio se inscribe como parte del único exponente de la riqueza inmaterial del territorio reconocido como Patrimonio Cultural de la Nación.

EL PALENQUE POR DENTRO

Y una parte imprescindible de la fiesta llega con los fuegos artificiales y el sonido atronador de los voladores que se producen en esta fábrica, la más grande de las cuatro existentes en Cuba y donde se elaboran artificios pirotécnicos de explosivos y de luces para las parrandas de todo el país.

“Antes todos los barrios tenían su pirotecnia criolla, pero con el período especial, la suspensión de los carnavales y algunos accidentes muchas desaparecieron. Hoy solo quedan las de Remedios, Camajuaní, Chambas y esta de nosotros”, comenta Luis Alberto de Las Casas, el administrador.

A un kilómetro y medio del pueblo se levanta el taller que comenzó pequeño y después se fue ampliando hasta sumar una docena de locales con alrededor de 20 trabajadores que ahora pertenecen a la empresa de producciones varias de Taguasco. La materia prima la gestionan los clientes y aquí realizan la producción.

Pero esa materia prima no se encuentra certificada, ¿acaso este no constituye un peligro potencial?, inquiere Escambray a Luis Alberto y a Juan Carlos Aragón, director de Industrias Locales Varias de Taguasco.

“La materia prima es una debilidad, esos son productos ociosos de los almacenes. Aunque todo esté certificado en esto el 80 o 90 por ciento está en las manos de los hombres, si no se hacen las cosas bien este lugar puede ser de hierro que igual va a explotar”.

¿Y cómo valoran hoy la preparación de los trabajadores?

“Capacita y acredita la Agencia Certificadora de Seguridad y Protección que ha dado algunos cursos. Además, mensualmente el Ministerio del Interior nos inspecciona”.

El accidente de inicios de año redujo a escombros el área de los pilones, justo por donde comienza el proceso y se elabora la pólvora, por lo cual se hizo necesario emprender un proceso de reparación y mantenimiento general que en este momento se encuentra en la recta final.

“Se hizo nueva la caseta de los pilones, con divisiones interiores para que el fuego demore en propagarse en caso de algún incendio. Las paredes quedaron lisas para evitar la impregnación de sustancias y facilitar la limpieza. Además terminamos un local nuevo de reposo para las luces, reconstruimos totalmente la casa de carga, las otras casetas se repellaron, les echaron piso a los almacenes, se cercó con malla peerless y pintó todo”, detalla Juan Carlos Aragón.

Los trabajos de mejoramiento en el taller incluyeron también la ubicación de agua en cada área y la terminación de dos baños para evitar trasiegos internos innecesarios; la colocación de varios puntos contra incendios, pararrayos y muros de contención (promontorios de tierra) que aún deben elevarse hasta la altura de los techos para evitar una posible propagación de las llamas.

“El Ministerio del Interior nos está exigiendo para que se cumpla lo establecido en cuanto a medidas de protección en el proceso de producción y en los locales en general. Nos está cuidando. Aquí el error de uno puede afectar a los demás porque es un trabajo colectivo. El pueblo quiere voladores y fiesta, pero aquí trabajan seres humanos y tienen que tener seguridad”, reflexiona Luis Alberto.

LECCIONES DE LA TRAGEDIA

Desde lejos se distinguen varios carteles que anuncian “Peligro”. Las construcciones aparecen distantes unas de otras y la explanada intermedia permanece arada como cordón contra incendios. La reparación, ejecutada por la Empresa de la construcción de ese municipio a un costo de más de 200 000 pesos en ambas monedas, ya casi toca fin, pero el lugar aún continúa desolado, sin el ajetreo típico de las horas productivas.

“Para las parrandas de Zaza solo terminamos una cifra pequeña de voladores que estaban en proceso cuando ocurrió el accidente. Todavía no estamos produciendo porque faltan algunos detalles como la instalación eléctrica de los pilones, poner dos puertas, terminar una parte del cercado perimetral. Además, está pendiente la certificación de la Agencia de Protección Contra Incendios y de la Agencia Certificadora de Seguridad y Protección. Aquí la parranda es una tradición, hemos tenido mucho apoyo del Gobierno, a esto se le ha puerto cuerpo y alma”, puntualiza el director de Industrias Locales en el territorio.

El primer encargo en la agenda para cuando por fin arranquen llegará con la fabricación de los fuegos para las parrandas de Guayos. En el próximo año queda pendiente constructivamente el área administrativa y el comedor. A punto de cerrar la agenda este semanario despeja incertidumbres con Amauri Valdivia, obrero en el taller desde hace unos 15 años.

¿Cómo el colectivo regresa después de la tragedia vivida en febrero pasado?

“El accidente fue impresionante, al principio se hacía difícil volver, pero nos hemos criado aquí y nos gusta esto. La pirotecnia nunca había estado como ahora, las condiciones han mejorado, se ha ido al detalle. Con la desgracia  aprendimos que hay que cuidarse, tener en cuenta las medidas de seguridad porque un error nos puede costar la vida”.