Poemas desnudos

Los versos del cuaderno Bon Apéttit, de Dalila León, no precisan descifrador de códigos, solo se dejan leer Mientras la radio habla/ sobre otro coche-bomba/ ¿en Siria o Irak?/ mi madre frente al fogón/ se escurre el sudor y dice/ Todo sigue igual/ nada cambia/ y la veo/ machacar los

Los versos del cuaderno Bon Apéttit, de Dalila León, no precisan descifrador de códigos, solo se dejan leercultura, literatura, poetisa, poemas

Mientras la radio habla/ sobre otro coche-bomba/ ¿en Siria o Irak?/ mi madre frente al fogón/ se escurre el sudor y dice/ Todo sigue igual/ nada cambia/ y la veo/ machacar los ajos para el almuerzo/ con esa rabia de años/ frente al fogón…

Los versos de Dalila León Meneses la imitan demasiado: breves, transparentes, sinceros, posibles. No parece joven esta muchacha pelirroja, bien delgada, que lleva las uñas de negro y algún tatuaje discreto. Desafía la entrevista con tono indiferente. Economista de título y bitonga de crianza. Ya cumplió 35 años.

Ella ha conseguido un verdadero milagro. Sus poemas, desnudos, no precisan descifrador de códigos o jeroglíficos, solo se dejan leer. La editorial Letras Cubanas acaba de publicarle el primer poemario, Bon Apéttit, un pequeño cuaderno ganador del premio Pinos Nuevos para escritores noveles que aparece sobriamente dedicado por siempre y para siempre a la familia.

¿Por qué un título tan francés para un texto tan cubano y contemporáneo?

“Ahí está la provocación, ante ese título cualquier escritor inteligente diría ‘Buen título, cómo llama la atención’. Esa no fue mi intención. Mi intención era jugar con el buen apetito, en cubano buen provecho, porque ahí dentro están esas necesidades, deseos de los seres humanos de la cotidianidad, aunque no tenga nada que ver con un título tan francés”.

La estructura de su libro recuerda una cena de etiqueta y el texto recrea el menú, la cocina, pero parece una mujer distante de ese mundo.

“Esa especie de menú con que yo manejé el libro es un  pretexto, pero sí me gusta jugar con esto de la etiqueta y de la cotidianidad cubana que está ya tan alejada de la etiqueta, sobre todo a la hora de comer, de estar en familia. Voy jugando con todo lo que yo tropiezo, ya sea en la casa, la calle, el trabajo. Voy viendo, captando como una esponja. Con eso me nutro y hago esos poemas breves, siempre jugando con la necesidad de alimentarse de algo, no solo de comida, del espíritu, de la soledad, de todo lo que te rodea”.

En muchos poemas vuelve continuamente al tema de la soledad, ¿un asunto recurrente en sus textos?, ¿qué tanto de usted dicen esos poemas?

“Mucho, fue un libro muy sincero, el sujeto lírico prácticamente soy yo que estoy viendo, observando, captando, tirando fotos. La soledad siempre me ha preocupado, desde niña, no es que le tema, yo disfruto la soledad, me gusta leer y escribir sola. Pero, viéndola como se refleja en los personajes que incluyo aquí casi siempre basados en hechos reales, sí me preocupa porque cada vez veo que los seres humanos se van alejando más unos de otros, incluso en las mismas familias, ya sea porque viajan y se van o porque están separados por algo. Ya no hablan, no hay comunicación y eso forma parte de la soledad. Ahí están reflejados todos los tipos de soledad que he conocido y que he visto en mi corta vida, que son bastantes”.

¿Una mujer que disfruta la soledad es una mujer solitaria?

“No, para nada, tengo amigos, animales, la familia cerca, vivo con mis padres, mi hermana. Me gusta conocer personas, no me gusta estar rodeada de personas que no sean mis amigos. Conozco mucha gente, soy agradable con todos, pero amigos amigos son contaditos. Mi mejor amiga es mi hermana. La soledad es como un estado sensitivo, como que nací con ella, disfruto mi soledad interior, pero eso no me ha quitado que vaya a fiestas, que me divierta”.

Ayer descubrí con tristeza/ que la vieja Caridad/ ya no pide para San Lázaro./ No daba resultado, mi niña—dijo/ alejándose con sus muletas./ Ahora la veo/ empujar calle abajo/ una carretilla llena de latas y botellas vacías/ tan vacías/ como su nombre/ y su fe.

Dalila León le debe un monumento a la biblioteca, donde sucumbió al llamado de los libros. Instructora en la Casa de Cultura de la ciudad espirituana, ha merecido varios premios y menciones en el mundo literario. Otro de sus textos anda a punto de publicarse en Cienfuegos, el cuaderno Sin buenas nuevas.

Su poesía, con una presentación discretamente ingenua, quizás con un pensamiento discretamente cínico, camina por los lindes del hogar, el amor, la rutina, la realidad, el tiempo, la soledad. Todo a la espera, menos su autora. No le gusta hablar mucho, pero llega puntual a las respuestas.

¿Cómo pudo sintetizar en un solo texto y en poemas breves temáticas diversas y polémicas?

“No sé si será por las lecturas mías, me gusta mucho la literatura japonesa, que es bien escueta, escriben lo que ven, lo que sienten lo dicen así casi como un galletazo, muy fuerte. Me salen los textos así, como un flashazo. Siempre he tenido el don de ser concisa, en estos momentos es que se me están alargando más los versos. Aunque quiera hacer un poema de dos páginas no me sale. Nací con eso”.

En Bon Apéttit la existencia misma aparece puesta en solfa, aplastada por la rutina, ¿considera insuperable ese estado en los tiempos que corren?, ¿totalmente pesimista su mensaje?

 “No, no creo que sea pesimista, por supuesto que tiene algo de realidad, me gusta envolver siempre lo que escribo como en un halo así misterioso, de misticismo. Más bien veo al libro bastante gracioso, para que los cubanos que lo lean vean su cotidianidad reflejada, quizás a veces un poco oscura como usted dice, pero siempre con estas cosas de la comedia y la ironía. Me tengo que reír como buen cubano de lo que pasa para no llorar. La vida es muy rápida, muy fuerte en el mundo entero y si no nos reímos de tanta tragedia, imagínate tú, es fatal”.

Los poetas casi siempre parecen distantes de la cotidianidad, algo enajenados, ¿cómo pudo escribir un libro comprensible para la mayoría?, ¿le interesa que la lean?

“Por supuesto y en eso me basé, este es un libro muy sincero y muy sencillo además. Estamos en el 2015, esto no lo inventé yo, este tipo de poesía así ya los americanos la habían hecho después de la segunda guerra mundial. Deja ponerte un ejemplo, me gustan las parábolas: si miras mis poemas con la clásica comparación de que la poesía es como el reflejo de la luna en el agua, sería la luna reflejada en vez de en un lago o en el mar en un charquito de la calle o en un cubo que llenas para descargar el baño. Es la sencillez, ahí está la poesía también. A veces a los poetas no les gusta escribir sobre eso, pero sobre eso también tiene que escribirse, me parece. Hay un chiste que dice que los poetas escriben para poetas. Eso es muy triste. La poesía tiene que llegar, comunicar. Si la literatura no comunica, no tiene objetivo”.

Él entra al cine/ con un cucurucho de maní/ en cada mano/ y se sienta en la última fila/ junto a ella./ Si yo fuera él —imagina—/ (saboreando un grano a la vez)/ si yo fuera el protagonista…/ A estas alturas de la película/ los dos vaqueros/ se besan en la montaña.

Mary Luz Borrego

Texto de Mary Luz Borrego
Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas económicos. Ganadora de importantes premios en concursos nacionales de periodismo.

Comentario

  1. Bon appétit… !!!!!!!!!!!!!!

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