A propósito de la inauguración de la muestra personal de un joven artista espirituano, nuevas voces se suman a la ya distendida polémica de Escambray en torno al arte contemporáneo
Durante las últimas semanas se ha desarrollado una saludable polémica en los medios de comunicación espirituanos sobre la legitimidad de ciertas tendencias del arte contemporáneo. Cada cual ha defendido criterios que revelan el estado de opinión generalizado sobre las producciones simbólicas más experimentales. La recién inaugurada muestra personal de Alexander Hernández Chang en la sede de la Uneac sirve de pretexto para exponer otras aristas historiográficas y conceptuales que pueden enriquecer las discordancias.
COORDENADAS
Con el llamado spleen o mal del siglo decimonónico, filósofos y artistas de la época introdujeron en el tejido social las primeras expresiones antiburguesas que develaban la incapacidad de dominio, el pesimismo, el predominio de la subjetividad sobre la objetividad y un relativismo que pondría en entredicho los posteriores discursos hegemónicos y de pensamiento binario propios de la modernidad.
Dentro de este contexto de beligerancia cultural se desarrolla Marcel Duchamp, quien consideraba que la creación artística constituía un puro ejercicio de la voluntad, sin necesidad estricta de formación, preparación o talento. Él sintetizaba con su actitud iconoclasta un modo distinto de contemplar el arte. Con sus atrevidas acciones se iniciaba un dilatado camino hacia la posmodernidad donde los objetos comunes toman otra dimensión semántica mediante su conocida propuesta del objeto encontrado, no exenta de humor.
El movimiento hippie, las revueltas estudiantiles de los 60 y la guerra en Vietnam consolidaban una nueva sensibilidad de inconformidad con los sistemas políticos imperantes; la muerte del Che en Bolivia en 1967 se convertía a través de la foto de Korda en movimiento contracultural. En el arte Andy Warhol, mediante el pop art, introducía la serialidad como expresión del consumismo más galopante donde se sintetizaba el culto al mercado; Jean-Michel Basquiat legitimaba el grafiti como expresión artística contracultural, el land art (arte terrestre) comenzó a utilizar materiales de la naturaleza para reconstruir paisajes artificiales con sentido ecologista.
Estas circunstancias renovadoras derivan en lo que posteriormente los tanques pensantes denominarían como posmodernidad, para definir las distintas corrientes que niegan la idea del proyecto modernista de utopías emancipadoras y postulan la renovación radical de las formas tradicionales del arte y la cultura, el pensamiento y la vida social.
CASOS Y COSAS DE CHANG
Sancti Spíritus ha desarrollado en los últimos tiempos una nueva tendencia artística signada por sus propuestas de alta especificidad conceptual y cuyo cordón umbilical descansa en las diversas corrientes del movimiento posmoderno.
Precisamente con Reflexiones, la séptima muestra personal de Hernández Chang, se exponen múltiples referentes sobre la relatividad del pensamiento contemporáneo mediante un discurso que se asienta en el conceptualismo minimalista.
Se trata, ante todo, de crear expectativas contextualizadas de carácter antropológico donde se hace referencia a las inequidades, debilidades, impotencias, incomunicación y falta de confianza en las posibles relaciones humanas que hoy nos agobian.
Este joven creador cuenta con varios artefactos industriales que al manipularlos al estilo del más ortodoxo readymade crea nuevas formas de pensamiento reflexivo. Ese modo de travestir las cualidades de los objetos permite al autor ofrecer un sinnúmero de propuestas, desde aquellas que invocan la fe religiosa hasta las que hurgan en la condición humana maltrecha.
Hay otros rumbos artísticos en que Hernández Chang incursiona: el que propone al espectador interrelacionarse con sus instalaciones. Esa posibilidad de participación lúdica permite romper las barreras consagratorias entre el artista y el público, haciéndolo cómplice de sus inquietudes reflexivas como se aprecia en Jugando a la vida o en Entrenamiento.
Una cualidad sustancial de las obras exhibidas descansa en su factura impecable. Aquellas piezas que han sido intervenidas por el autor como los lápices (Impotencia II), los espejuelos (Autocrítico) o la Virgen de la Caridad dentro de una urna (Romper en caso de emergencia) revelan una labor de encomiable dedicación.
Completan la muestra dos video-arte que buscan en la palabra o la escueta imagen visual la esencia propositiva más cercana a nuestras circunstancias. En esos Deberes y derechos con que denomina a una de las piezas se busca el equilibrio exacto de convivencia humana. Y como colofón se exhibe una foto totémica donde solo se aprecian pies buscando la altura, unos encima de otros, para dejar abierto el diálogo con quienes deseen reflexionar con él a través del arte sobre los casos y cosas de la vida cotidiana.
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