De paso por el entrañable Guayos de su padre Fayad Jamís, la intelectual se revela tal cual es.
Mujer de gestos nerviosos y ojos de hurí, al hablar se transforma en la pintora que no quiso ser. Sus palabras fluyen como un río sin estuario donde navegan anécdotas colmadas de misterio y melancolía. Nada en ella acusa la magnitud de su prosa: es tan alegre como sencilla, goza de un marcado sentido práctico, le apasiona el flamenco y aprecia las ventajas de una buena caminata, bien sea por las avenidas parisinas o las callejuelas de Guayos.
Hija de los intelectuales Fayad Jamís y Nivaria Tejera, Rauda Jamís vivió parte de su infancia en Cienfuegos antes de trasladarse definitivamente a Italia y, con posterioridad, a Francia. Entre sus libros más aplaudidos cuentan las biografías noveladas Frida Kahlo, autorretrato de una mujer y Artemisia Gentileschi. De paso por Sancti Spíritus, esta reconocida escritora ofreció una entrevista para Vitrales donde aborda parte de su obra literaria.
Rauda, ¿cuándo comenzó a interesarse por la narrativa?
Es absolutamente banal lo que voy a decir, pero yo empecé a escribir muy chiquita, sobre todo poemas en español que hablaban de la vida en el campo cubano. Ya en Italia, siendo mayorcita, concebí una pieza para teatro de marionetas y durante la adolescencia redacté pequeñas prosas. Por mucho tiempo estudié danza clásica y moderna, música, deporte y canto, hasta que debí pasar a un nivel académico superior, pero las clases privadas eran muy costosas para mi familia, así que me decanté por la literatura. Quizás suene desilusionador, pero escribir es el arte más barato. Mi mamá siempre decía que los lienzos eran caros y las pinturas también. Escribir no cuesta nada. Entonces, ya no me era difícil, escogí la narrativa y la poesía como medios para expresarme.
¿Qué le hizo aproximarse a la figura de Frida Kahlo?
Durante un viaje que efectué a Nueva York en la década del 80, entré en contacto con la obra de Frida por medio de un catálogo. Profundamente impactada, al momento supe que debía investigar y escribir sobre ella. De vuelta a París, llamé a todos los amigos que podían ayudarme y logré recopilar mucha información sobre la autora de cuadros tan importantes como Las dos Fridas y Lo que vi en el agua.
Al mismo tiempo, obtuve una beca como traductora otorgada por el Centro Nacional de las Letras Francesas que me sostuvo desde el punto de vista económico por un año mientras yo leía y redactaba la novela. El editor con el que hablé para su posible publicación me aseguró que por aquella época solo se vendían biografías sobre mujeres francesas del siglo XX. Yo insistí y logré que me dejaran redactar las 20 primeras cuartillas. Una vez que las leyó, el editor aceptó el proyecto, pero me exigió que terminara el libro en nueve meses. Por poco digo que no, pues suponía mucho trabajo, si bien tampoco podía desaprovechar esa oportunidad, así que terminé por aceptar.
En mi opinión, la obra de Frida es la que mejor habla sobre la vida de una mujer, por eso su trabajo impacta tanto a los espectadores. Su pintura aborda el amor, el desamor, el dolor, la maternidad y la pérdida de los hijos. Frida representa todo lo que puede fantasear una mujer, suceder en la vida de una mujer, ser y sentir el cuerpo de una mujer.
Otro lado de esta gran pintora que me llama la atención es su capacidad para sobrevivir. En gran medida, mi vida personal también ha sido una constante supervivencia. Siempre me ha llamado la capacidad del ser humano para sobreponerse a sus dificultades. Mi trabajo como psicóloga me ha hecho preguntarme más de una vez por qué ciertos seres caen al suelo por nada y otros, con muchas penas y obstáculos afectivos o coyunturales, pueden avanzar pese a todo. Esa es una de las interrogantes que más me atraen a la hora de escribir.
¿Qué reacciones provocó la novela tras su publicación?
Mi novela fue la encargada de dar a conocer a Frida Kahlo en Francia. Antes de su publicación, el propio Ministro de Cultura de allá jamás había oído hablar de ella. La reacción, tanto de la crítica como de los lectores, fue muy positiva, aunque muchas personas llegaron a cuestionarme si todo lo que narraba en el libro era cierto. En este sentido, siempre respeto los hechos históricos, aunque con Frida Kahlo… me tomé la libertad de introducir pequeños monólogos interiores de la pintora entre capítulo y capítulo, como si fueran puñaladas en el cuerpo de una persona. Esa libertad me permitió sentir más el proceso de escritura, meterme por completo dentro de mi protagonista.
Su segunda biografía novelada aborda la vida de una pintora renacentista influenciada por el estilo de Caravaggio. Artemisia Gentileschi destaca, además, por ser una de las primeras mujeres reconocidas en la historia del arte y recibir un salario por su trabajo. Siendo muy joven, fue violada y sometida a un proceso judicial donde resultó culpable por su condición de mujer. ¿Qué le llevó a escribir sobre la vida de otra pintora, esta vez de origen europeo?
Como tú has dicho, Artemisia también fue una sobreviviente. Además, al ser italiana, me permitía escribir sobre Roma, la primera ciudad donde viví tras salir de Cuba. Para mí fue muy difícil abandonar el país donde había nacido. Yo no salí de Cuba; a mí me la arrancaron. Los años que viví en Italia fueron para mí muy importantes, pero dolorosos, aunque nadie se dio cuenta. Siempre tengo presente la suerte tan grande que tuve de haber llegado a Roma, ciudad que por su estructura, sus ruidos, olores y callejuelas, se convirtió en una especie de madre para mí.
Además, Artemisia Gentileschi fue hija de un pintor, como yo; por eso decidí nombrar cada capítulo de la novela con un color utilizado por los artistas del óleo. Intenté encerrar en sus páginas los aromas a pigmentos y trementina que caracterizan el estudio de un pintor, lo que uno siente al contemplar los cambios de luz que se suceden a lo largo del día. O sea, quise reflejar con mi escritura esas cosas que solo los pintores ven, y en eso mis amigos creadores me ayudaron mucho. Gracias a Artemisia, pude saldar una vieja deuda que tenía con Roma, mi segunda ciudad.
En mi opinión, un escritor es capaz de pintar con palabras. Sin embargo, ¿nunca se ha interesado usted misma por la pintura en un sentido más tradicional?
He admirado tanto a los pintores que siempre supe que no me sería posible intentar hacer lo mismo que ellos. De hecho, nunca me atrevería. Todavía hoy llego a una casa donde huele a óleo y me siento feliz, pero reconozco que, de alguna manera, yo misma me prohibí pintar.
¿Qué métodos de escritura prefiere utilizar?
No tengo paciencia para hacer borradores. Elaboro el texto mentalmente y luego me lanzo a escribir.
A pesar de que no es su idioma natal, ¿por qué escribe en francés?
En un momento dado, todo escritor que domina varios idiomas debe escoger uno para expresarse. El francés es mucho más complicado que el español o el inglés, lo que permite, cuando uno lo aprende bien, ser muy sutil gracias a las ambigüedades propias de las palabras y las construcciones gramaticales. A veces pienso en otros idiomas, pero siempre escribo en mi segunda lengua.
¿Suele consumir literatura cubana?
No lo suficiente, sobre todo porque se publica poco en francés. Siento una especial empatía con la obra de José Lezama Lima, cuya prosa me parece muy interesante. No me atraen aquellos textos fáciles que hablan sobre la rumba, el trópico y el sexo, sino aquellos más trabajados, más tejidos y pensados desde y para la literatura.
¿Le gustaría que sus libros se publicaran en nuestro país?
Sí, mucho, aunque no sé si esté a la altura. Siempre me he considerado una escritora correcta, no más. Si debiera elegir un libro para editarlo aquí, ese sería mi más reciente biografía novelada, que dediqué a la gran poeta y traductora Marina Ivánova Tsvetáyeva, una verdadera joya de las letras rusas.
¿Qué proyectos editoriales tiene actualmente entre manos?
Quisiera escribir un libro sobre mi padre, y hace algún tiempo terminé una novela sobre mi infancia y primera juventud en Cuba, Italia y Francia. Espero que algún día la llegue a publicar, y que los lectores cubanos puedan disfrutarla.
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