Su condición de miembro fundador de la Brigada Henry Reeve marcó para siempre al doctor Enrique Sifonte Silva.
Pusimos el nombre de Cuba en la cima del mundo (+fotos)
Con 32 años se vio al frente de toda una brigada de médicos cubanos a bordo de un avión, cuyo destino final era la República Árabe Saharaui Democrática, en aquellos días de 1992 cuando el Frente Polisario luchaba por desterrar para siempre a los marroquíes de sus dominios. Sin más pertenencias que la muda de ropa que llevaba puesta y una gripe provocada por el cambio de temperaturas —el resto del equipaje se extravió en el vuelo—, se disponía a aliviar padecimientos en un país tan lejano como Argelia.
“Todavía recuerdo el calor por el día, y el frío por la noche. Para que tengas una idea: como único podías dormir por el mediodía era si le echabas un cubo de agua al colchón. Íbamos a dar las consultas a las Wilayas, que son como municipios, y realizábamos las intervenciones quirúrgicas en el Hospital Nacional y otras en el Militar. Por suerte, parte de nuestra estancia coincidió con un período de paz, pero igual los casos que vimos los recuerdo como si fuera ahora”, relata el doctor Enrique Sifonte Silva, especialista en Ortopedia y Traumatología en Trinidad, quien ve al calor de los años aquel bautizo de fuego como un episodio significativo en su desempeño como médico.
Si escribiera un libro de testimonio, no reposaría en los estantes. Mas, esa oportunidad resulta tan improbable como que algún día regrese a su natal Camagüey o a Jatibonico, la tierra que lo acogió desde los dos años, y no porque tenga problemas con el verbo, sino porque prefiere arroparse con la modestia y el silencio. Por eso Escambray lo sorprende a plena tarde, y lo obliga a intercambiar roles. Ahora no es el médico en busca del diagnóstico, sino un paciente a quien le auscultan la vida.
HURGANDO EN LA MEMORIA
Del calor de Argelia pasó a convivir bajo las balas en la República Democrática Popular de Angola, en 1995: “Un tiempo fuerte porque estaba la guerra civil. Llegaban casos llamados balas perdidas, politraumas por minas y otras lesiones.
“Tuve la ventaja de que Maricela, mi esposa (ella es bibliotecaria médica), estuvo conmigo. Me sentía más tranquilo, pero vivir en medio de un conflicto armado te marca. De buenas a primeras tenías que correr para abajo de la cama porque empezaba el tiroteo. Lo otro era el riesgo de caminar porque el terreno estaba lleno de minas, incluso, creo que todavía hay zonas llenas. La clave para sobrevivir estaba en no violar lo reglamentado. Pero Angola fue una misión bonita porque también impartimos docencia a los jóvenes residentes que se estaban formando como ortopédicos y al personal de enfermería”.
Luego vendrían las descripciones del paisaje brasileño, no el que figura en las novelas televisivas, sino el que se cuece en los entornos bucólicos de Augustinópolis, Taguatinga y Gururpí, donde, en el caso de los dos primeros sitios, Sifonte les descubrió a los moradores los caminos de la Ortopedia.
Mas, aquella suerte de diario de viajes escrito en la memoria vivió en 2005 el capítulo más conmovedor para el médico con la fundación de la Brigada Henry Reeve, más tarde contingente; “ejército hermoso que conquista corazones”, como lo calificara Fidel, para socorrer a los damnificados en el terremoto del 8 de octubre en Paquistán.
“Integré el segundo grupo que arribó a esa nación, como jefe de brigada. Fuimos para el lugar de los hechos, cosa que no hacían otros países. Vimos gente enterrada, sepultada viva bajo tierra, atascadas, niños de 10 años que nos gritaban, según nos decía el traductor: ‘¡sálvennos, médicos cubanos’. Primero organizamos el sistema de medicamentos, los salones para intervenciones quirúrgicas, el flujo… Operábamos en tiendas de campaña, con un frío impresionante, incluso a pacientes que tenían Sida, lo cual implicaba reforzar las precauciones. Después de dos meses empezamos a desplegar las brigadas: reconocíamos el terreno, lo discutíamos con los jefes militares, religiosos, con la comunidad y plantábamos otro campamento para seguir curando”.
¿En qué piensa uno al verse en un contexto tan adverso?
“Es una mezcla de emociones: primero en cuánto vale tu familia; segundo, la satisfacción de saber que salvaste la vida de personas a quienes nunca más vas a ver, pero que a lo mejor hubieran tenido un final lamentable de no ser por los cubanos que llegamos a ellos. Como jefe de brigada tuve que convivir con las tristezas y las depresiones de los demás. Por eso después del baño nos sentábamos todos para conocernos, compartir el dolor de la lejanía, hablar de nuestros familiares para sentirlos cerca y crear una hermandad que sobrepasara los límites profesionales”.
Y dirigió uno de los tres hospitales de referencia creados por Fidel en suelo paquistaní, donde llegaban los enfermos más complicados, lidió con la etapa de las secuelas de las enfermedades, mientras el verano anunciaba su llegada. “En enero o febrero, usted cogía un huevo, lo tiraba en una piedra y era como si se empezara a freír, aunque creas que estoy exagerando. Había tanto calor que empezábamos a operar de seis a siete y pico de la mañana, recesábamos y volvíamos a partir de las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche. Paquistán me marcó para toda la vida”.
Al regresar a su tierra, una estrella aguardaba por Sifonte, literalmente. El Presidente de Paquistán condecoró a los 10 colaboradores cubanos de mejor desempeño: “defensores de la vida, vencedores del dolor y la muerte”, como escribiera, con La estrella de Paquistán. Así, el ortopédico se erigió entre sus colegas por constituir el único en la provincia en poseer esa caja aterciopelada en verde que se niega a mostrar públicamente, y que abre a petición de este reportero para enseñar con gesto humilde la medalla atesorada en el interior, símbolo de la luz y el saber. “La mayor alegría es que una de las 10 estrellas está en Sancti Spíritus, especialmente en Trinidad. Eso es lo más importante”, afirma tajante.
CASI CASI DEPORTISTA
Si no fuera por el ortopédico espirituano y paradigma de generaciones, el doctor Martínez Plascencia, y Natividad Silva, madre de Enrique, este diálogo giraría en torno al atletismo o el baloncesto, pues pocos conocen que la primera inclinación de este ortopédico con más de cinco décadas de existencia fue, en realidad, hacia el deporte; que lleva por segundo nombre Germán, y que en tiempos universitarios cosechaba preseas en los juegos escolares nacionales.
“Cursé la primaria en la EIDE de Sancti Spíritus, pero cuando estaba en Secundaria Básica mi mamá me dijo que debía ir definiendo mi vocación. A mí ya se me había despertado el bichito de la medicina, y opté por medicina deportiva para unir mis dos aficiones, pero no llegó ese año. Después, pude haber cambiado de carrera, pero ya estaba fascinado por la Ortopedia.
Actualmente el contingente Henry Reeve está nominado al Premio Nobel de la Paz…
Me satisface saber que yo formé parte de esa avanzada que vio nacer el Henry Reeve. Más que el reconocimiento al contingente en sí, pienso que se está poniendo en alto el nombre de Fidel, y la calidad del internacionalismo cubano.
¿Y si el premio no llega?
No pasa nada. La labor está ahí, aunque a muchos les cueste aceptarlo. Cuba ha demostrado que no trabaja para reconocimientos. Nos gusta ayudar, es algo que viene en nuestra sangre, sin ver condiciones, grado de sacrificio o consecuencias. El mayor aplauso, al final, te lo da el pueblo.
Para todos los que han seguido este sitio tuve el orgullo después de Pakistán ir a cumplir misión en Mozambique y de nuevo en Angola.
Enrique Sifontes, para mi es un honor de haber tenido a un alumno siendo un adolescente que hoy en dia ñrestigie a la Medicina Cubana d integre la honrosa Brigada Henry Rives propuesta al Premio Nobel en ella esta tu desempeño y la Medalla Estrella de Paquistan.Exitos y que continue cosechando estos lindos resuresultados. Desde Angola donde imparto clases en la Universidad en Menongue prov.Cuando Cubango te envio un gran abrazo amigo para ti, tu familia en Trinidad y un beso grande para mi amiga y compañera ñor muchos años al Jiqui y Guia en ejemplo,conocimiento y trasmitiendo valores a sus alumnos en nuestro querido Jatibonico y formar a sus seis hijos.Un abrazo de corazón a todos ustedes los vi crecer.Gracias a Escambray y el excelente trabajo realizado por el Periodista.y coincido con los demás opiniones.Saludos a todos.
Muchas felicidades para Sifonte, para Amis y para Natividad que fue profesora de Historia de todos nosotros y de generaciones de Jatiboniquenses, todos los cuales le estamos agradecidos.
Mi saludo
Guille Roche
Qué alegría saber que mi hermano sigue siendo el niño cariñoso, desprendido, humano y sencillo. Claro que la formación de los seis hijos se la debemos a nuestra madre Natividad Silva. Toda nuestra formación, la profesional, la política, los valores humanos, la vida. Los hermanos nos trasmitimos esa educación. Lo más interesante además de los resultados presentados por este periodista, es que aún se sigue trasmitiendo esa educación a nuestros hijos. Por ejemplo, mi nieto quiere ser médico gracias a su tío Sifontes. Esto es un orgullo y sobre todo para nuestra madre de 84 años que fue educadora de esa provincia y sigue educando hoy en Playa Baracoa. Felicidades mi hermano.
Felicitaciones al joven periodista por tan magnífico trabajo. Felicidades al prestigioso médico que los trinitario trenemos la suerte de tenerlo entre nosotros. Todo un profesional de la salud. Que su ejemplo sea un espejo para todos los que integran este sector. Felicidades también para su esposa y familia, eslabón fundamental en la vida de cualquier consagrado en su profesión.
felicidades a escambray por tan magnifico trabajo, tenemos la suerte de ser co. de curso de Sifontes exelente amigo ,ejemplo de modesta y sencillez,estudiante integral,ortopedico exepcional, desde Qatar donde cumplo mision un abrazo hermano
CON ADMIRACION LEI ESTE ARTICULO Y ME PLACE MUCHO VER EL CRECIMIENTO COMO PROFESIONAL DE ESTE MODESTO MEDICO ESPIRITUANO MI EX ALUMNO EN LA SIGNATURA PSICOLOGUIA EN LA FACULTAD DE STI SPTUS
FELICIDADES SIFONTE