En esa unidad laboran los mejores criadores de aves de Sancti Spíritus, territorio cumplidor otra vez de la producción de huevos
Para Yorbi Pérez Hernández la nave de ponedoras en la unidad de Vega Grande se ha transformado desde hace siete años en el cascarón que envuelve sus jornadas, cuando el interés y la capacitación lo convirtieron en criador de aves, un oficio de tanta permanencia “que vivo aquí y voy a dormir a la casa”, advierte con rapidez.
Él mismo define la Avicultura como una colmena donde no pueden haber zánganos; “es una labor diaria —explica—, de sacrificio, de trabajo en equipo y, sobre todo, tener mucha observación, mirarle la cara a la gallina, no te habla, pero te dice físicamente lo que tiene, cómo se siente.
Envuelto en tal rutina, Yorbi y su compañero de nave Eriammi Díaz Sánchez pasan días, semanas, meses. Del esmero para atender una dotación superior a las 9 000 ponedoras se deriva un rendimiento fuera de serie: de cada 100 gallinas 81 ponen en el día.
“No te niego que esto lleva un proceso de adaptación para despertar en la gallina los reflejos, incluso, llega a conocerte; a veces quisiera hablarle y hasta se me van algunas palabras, pero el manejo constante del ave y su cuidado es lo que te da la producción”, comenta el obrero, satisfecho, además, con un ingreso salarial que oscila alrededor de los 4 000 pesos mensuales.
A media mañana, en la nave de Yorbi y Eliammi, el cacareo de las ponedoras apenas permite conversar.
— ¿Se alborotaron con las fotografías?, le pregunto.
—Nada de eso, responde con total tranquilidad, lo normal aquí es el cacareo, es expresión de buena salud, de satisfacción; si no fuera así, vete para allí, que pasa algo.
Para ocupar el puesto de criador de aves, o navero, como siempre se le conoció, esos hombres y mujeres tienen que arroparse de conocimientos, pero, ninguno sustituye a la herramienta vital de la Avicultura: la capacidad de observancia para clasificar el animal a tiempo, lograr una adecuada viabilidad y evitar la pérdida de la menor cantidad de aves posible; de tal efectividad también depende el huevo.
Por suerte para la provincia esa especie de colmena avícola no es exclusiva de Vega Grande, más bien está clonada en las otras tres unidades productoras del territorio; entre todas y el sector cooperativo y campesino logran un aporte imposible de encerrar en el cascarón: más de 82 millones de huevos planificados —79 de ellos en el área especializada—, en tanto se pretende aportar otros 2 millones por encima del plan técnico-económico.
Decir que es la segunda provincia en llegar a la cifra y que cumple por séptimo año consecutivo no basta para situar en su justo lugar al colectivo que sostiene el éxito productivo.
El doctor en Medicina Veterinaria Ángel Mursulí Fernández, director Técnico y Desarrollo en la Empresa Avícola Sancti Spíritus, subraya la eficiencia y el índice de 255 huevos por ave —12 unidades más que el año anterior—, resultado no conseguido desde el 2011 y que obedece, además, al respaldo de materia prima, la bioseguridad y el tesón de todos los trabajadores de la rama.
Aun cuando el salvavidas de la mesa familiar, como comúnmente se le nombra al alimento, es la proteína más visible y asequible monetariamente al consumidor, la actual producción no satisface toda la demanda y alrededor del 13 por ciento —aclara Mursulí Fernández— se envía a otros territorios como parte del balance nacional; no obstante, hasta noviembre, en Sancti Spíritus se reporta un consumo de 50 millones de huevos por concepto de canasta básica, venta liberada y abastecimiento a organismos priorizados, como Salud y Educación.
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