Escambray Periódico de Sancti Spíritus
El departamento de Electromedicina del Hospital General Universitario Camilo Cienfuegos se desvela recuperando y salvando tecnología médica. En el Fórum de Ciencia y Técnica salieron a la luz tales experiencias
Dicen que cuatro años antes de que el Hospital Provincial Camilo Cienfuegos —como se llamaba entonces— abriera de par en par sus puertas a los espirituanos, ya un grupo de jóvenes andaba salvando. No eran precisamente médicos, sino sanadores de cuanto equipamiento llegaba a la provincia para garantizar los servicios que se prestarían en dicha instalación hospitalaria. Por aquellos días los desvelos eran otros: aprender con pelos y señas hasta los tornillos que traían aquellos aparatos; romperse la cabeza para tejer todas las redes eléctricas de la futura institución; conectar el sistema de gases para cada una de las salas…
Eran los inicios. Mas, hoy una veintena de electromédicos —departamento integrado por ingenieros, licenciados y técnicos— sigue innovando. Es esa quizás la cura definitiva que ha hecho volver a andar, más de una vez, tomógrafos, monitores, máquinas de anestesia, equipos de Rayos X, ultrasonidos… y ahorrar cientos de miles de dólares a la isla. Aunque no ostentan ningún Premio Nobel por tanto ingenio, se satisfacen de otro lauro: salvar.
Así ha trascendido en estos días de Fórum de Ciencia y Técnica, evento que desde el pasado lunes y hasta el viernes ha convertido al hospital en un hervidero científico. En tales foros Escambray ha podido escuchar de primera mano las historias de quienes no precisan de estetoscopios para curar.
NEURONAS INTRANQUILAS
Cuando Manuel Díaz Inerariti llegó ante aquel auditorio con la única investigación espirituana al primer Fórum de Ciencia y Técnica que se desarrollaba en Cuba, más de uno de los presentes lo miró por encima del hombro. En trazos grandísimos se leía: “Uso eficiente de la luz solar para ahorrar energía eléctrica”. Sería la primera de otras tantas ponencias y de esas otras muchas soluciones que han llegado a golpe únicamente de ingenio, entre la que se inscribe el diseño de un transformador que articulara la corriente para que la planta eléctrica, incompatible con el sistema eléctrico nacional, siempre trabajara en automático.
Le ha costado unos cuantos años y unos pocos pelos de la cabeza. Le ha propiciado que luego le endilgaran aquel otro título, el de anirista, como a esos otros innovadores que desde entonces o desde hace poco también entregan neuronas para echar andar tantos equipos.
“Todavía tenemos equipos que instalamos en 1982 cuando teníamos 19 años —revela el licenciado Jesús Toledo Toledo, jefe del departamento de Electromedicina del mencionado hospital— y ha sido gracias a que les hemos ido dando solución a diferentes roturas. Hemos tenido, como dice el dicho, momentos de desesperación al tener que reparar un equipo médico y que no exista la pieza adecuada para esto, pero nos hemos dado a la tarea de innovar para darle satisfacción a los espirituanos”.
Si bien la renovación tecnológica que ha llegado a los diferentes locales del hospital provincial ha supuesto una mejor prestación de los servicios, también ha significado un reto mayor para los especialistas en Electromedicina. Así lo confirma el joven ingeniero Raikel Farfán, quien no pocas veces ha tenido que mover neuronas para desafiar a la obsolescencia.
“A veces pasa que son equipos antiguos a nivel mundial y no existen entonces piezas de repuesto, por lo que hay que hacer adaptaciones de electrodos, monitores, pantallas, tarjetas porque nada de eso se produce”.
Noches enteras de desvelo, de estudio, de búsquedas interminables; de hallarle, como afirman muchos, la quinta pata al gato. Con más de tres décadas en esos trajines, el licenciado Carlos Campo López ha podido comprobar que para recuperar cualquiera de aquellos artefactos solo hay un tratamiento posible: “Primero: conocimiento; segundo: tener literatura técnica sobre esos equipos y tercero, mucha experiencia para repararlos”, dice.
SANANDO CON LA CIENCIA
Que si un monitor del salón volvió a funcionar, que si apareció un nuevo tubo del equipo de Rayos X, que si aquella pieza inventada en el tomógrafo lo ha hecho andar, que si los portasueros quedan como nuevos… Poco a poco se suceden las ponencias en uno de los 42 salones en los que se desarrolla el XVI Fórum de Ciencia y Técnica y quien escucha pudiera creer que se trata de prodigios; mas, no hay magia mediante, es solo un toque de ciencia.
“En este año se han hecho varias innovaciones que le han dado aportes al hospital y al país, además de que han redundado en considerables ahorros —asevera José Luis Rodríguez Lumpuy, presidente de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadotes (ANIR) en ese colectivo—. Entre las más sobresalientes se hallan la recuperación de cuatro equipos de ventilación para las salas de terapia y los salones de operaciones; varias piezas para autoclaves y válvulas para la especialidad de esterilización; componentes de los equipos de Rayos X…
“También se han reparado y recuperado monitores de parámetros fisiológicos, algunas centrífugas, micrótomos y otros útiles en Anatomía Patológica. En el caso de hemodiálisis se han recuperado tres riñones y una planta de tratamiento de agua para usarla en la unidad de cuidados intensivos; y en Cardiología se recuperó un ultrasonido que es el único de la provincia para atender a adultos y a niños. Para el tratamiento de los pacientes oncológicos se logró recuperar una campana para gases tóxicos utilizada en los sueros citostáticos. Todo parte de las innovaciones y la creación de los electromédicos”.
Ni presumen de heroicidades. Después de tantos aportes, lo único que les gratifica es saber que, luego de tanto empeño, algún servicio ha vuelto a andar y se ha evitado la molestia de trasladar pacientes de esta provincia hacia otra.
“Cuando hay un equipo de impacto roto uno se pone mal porque el enfermo está esperando y nosotros tenemos que poner nuestro conocimiento y ver qué podemos inventar para que el equipo pueda trabajar en sus mismas condiciones de fabricación”, afirma Campo López.
Y mientras pocos imaginan que aquellos novedosos artefactos que ayudan a discernir diagnósticos también precisan de curas. Un colectivo de seres anónimos se afana calladamente en auscultar hasta la más mínima dolencia y en sanar. Son los mismos que sin afeite alguno lo confiesan: “Aquí vivimos del invento”.
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Escambray / ISSN 9664-1277
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