Cerrar enero con cerca de 30 fuentes del sistema de Acueducto afectadas es una mala señal para lo que puede avecinarse.
Habría que ponerse en el lugar de un trinitario, un poblador de La Güira o de Itabo, por citar solo tres ejemplos, para sentir la agonía de vivir casi sin agua. Lo que antes era inusual últimamente se ha vuelto recurrente y esa anomalía climática cuyo nombre debiera bastar para preocuparnos más, la sequía, es como un huracán que también provoca daños, molesta y pone en riesgo la salud humana.
Todavía la gravedad del momento no se compara con lo ocurrido durante la pasada década en que, la presa Zaza, registró varias veces acumulados en el entorno de los 200 millones de metros cúbicos de agua; hoy el embalse retiene unos 500 millones.
Sin embargo, ese almacén de líquido que, por cierto, los arroceros de La Sierpe deberán utilizar con eficiencia, no es en este momento el mejor espejo para valorar la sequía meteorológica que golpea desde hace meses a no pocas zonas de la provincia y recordemos que apenas termina el tercer mes del período seco, extendido por calendario hasta abril.
Cerrar enero con cerca de 30 fuentes del sistema de Acueducto afectadas es una mala señal para lo que puede avecinarse, pues ya sabemos que en este período las precipitaciones dependen de los frentes fríos y en febrero, marzo y abril los promedios históricos de lluvias son bien discretos.
Entre las grandes urbanizaciones, Trinidad refleja el abasto más comprometido, por demás en plena temporada alta del Turismo y las reservas subterráneas vuelven a ponerse entre signos de interrogación.
El caso de La Güira también ilustra la complejidad de la situación. Una comunidad de alrededor de 900 habitantes con la fuente de abasto prácticamente agotada y la alternativa tradicional de llenar las pipas en Banao no parece sostenerse por mucho tiempo porque, según los especialistas, esa fuente ya manifiesta síntomas de agotamiento y pudiera llegarse al extremo de tener que trasladar el agua desde Sancti Spíritus.
Ante tal coyuntura lo primero que se piensa es en el ahorro, algo lógico, pues estirar las reservas hídricas resulta elemental. Pero, ¿qué más ahorro se les puede pedir a esas casas, barrios o lugares que reciben el agua cada varios días? Quizás sean esas personas las que puedan dar recetas de cómo usarla de forma racional a los que todavía la tenemos por tubería.
En situaciones como esta no debe tener cabida el derroche, la ilegalidad y el mal uso del líquido, fenómenos asociados al envejecimiento de las redes, la falta de recursos, la indolencia y la indisciplina.
¿Los más de 200 salideros que se reportaban la semana anterior en Trinidad son achacables todos al mal estado de las redes? ¿Por qué en las zonas rehabilitadas como parte de la inversión aprobada para la villa aparece este problema si son nuevas las acometidas? ¿Cómo entender que en medio de tal escasez existan cargaderos ilegales y riego agrícola no autorizado en la conductora de San Juan de Letrán?
Si bien corresponde a los cuerpos de control e inspección mayor protagonismo en el enfrentamiento a tales irregularidades, mucho tiene que ver también el actuar individual y colectivo de cada usuario privado y estatal para usar correctamente el agua, regular los consumos y frenar el derroche puertas adentro de las viviendas, centros laborales, industrias e instalaciones sociales, donde es frecuente que las roturas en plumas y tuberías, unido a la dejadez, provoquen grandes escapes del líquido.
La complejidad del problema no descansa solo en las reservas de la cuenca subterránea, superficial o el pozo, en la necesidad de pipas y combustible; recaba atención, además, la calidad del líquido que tiende a deteriorarse en la medida en que disminuye el nivel de la fuente.
Sancti Spíritus posee un plan de enfrentamiento a la sequía a partir de las fuentes que se explotan y se insiste en localizar en cada territorio afectado nuevas alternativas de abasto con los correspondientes estudios porque, en materia de Acueducto, no es cuestión de perforar un pozo y extraer líquido, se requieren análisis y aprobación.
De ahí lo importante de actuar a tiempo, no esperar a que el zapato apriete más. ¿Acaso no es oportuno precisar, por si llegara la necesidad, cuánto combustible requeriría abastecer a Güira desde Sancti Spíritus? ¿Está concebido cómo se suministrará agua a los usuarios de la planta del río Yayabo en la ciudad espirituana si se deprime más o colapsa esa fuente? Es preciso pensar por adelantado.
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