Escambray Periódico de Sancti Spíritus
Despacio, encorvado por el peso de 77 años, sus conocidas enfermedades y tanta responsabilidad, el Papa Juan Pablo II descendió del avión con sus hábitos blancos y el crucifijo al pecho. Las imágenes de entonces devuelven las manos, la mirada tierna, como de padre. En cada palabra un abrazo. Cuba toda, asombrada y reverente. La isla amorosa en tiempo de encuentros.
Enero de 1998. Por primera vez la más alta autoridad de la iglesia católica llegaba a La Habana con un claro mensaje de concordia. Sus misas, escuchadas tanto por la comunidad religiosa como por los más fervientes laicos, constituyeron verdaderos modelos de civilidad, cultura, elegancia y respeto.
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La validez de aquellas ideas llega intacta hasta hoy, desde su pública condena al bloqueo como acto injusto y éticamente inaceptable hasta aquellas palabras a los jóvenes, donde los llamó a no buscar fuera lo que pueden encontrar dentro, a desarrollar la virtud y a preservar los sueños más nobles.
A pesar de las diferencias, los años de dañinos distanciamientos, la visita de su Santidad, como mensajero de la verdad y la esperanza, llegó cual pilastra en las relaciones entre Cuba y la Santa Sede, que precisamente en este 2015 suman 80 años de intercambios ininterrumpidos.
En 1985 Fidel concedió a Frei Betto una entrevista esclarecedora —especie de Biblia imprescindible para abordar y comprender los asuntos religiosos en tiempos de Revolución—, donde expresaba en distintos momentos: “(…) es necesario reconocer que este Papa es un destacado político, por sus actividades, por su movilidad y por su contacto con las masas (…). Es un estilo nuevo del jefe de la Iglesia Católica (…). Yo estoy absolutamente convencido de que la visita del Papa sería útil y positiva para la Iglesia, para Cuba y a la vez creo que sería útil para el Tercer Mundo en general, sería útil en muchos terrenos para todos los países”.
Más tarde, en 1996, en gesto de buena voluntad y como paso cardinal de acercamiento, el Comandante en Jefe visitó la Santa Sede y dos años después recibió a su Santidad, también conocido como el Papa peregrino, pues durante los casi 27 años de su pontificado recorrió 129 estados.
Según la propia Oficina de prensa de la Santa Sede, Juan Pablo II se encontró con el pueblo y con los responsables de las naciones más que todos sus predecesores, con una participación en sus audiencias generales que superó los 17 600 000 feligreses, sin incluir otras audiencias especiales y ceremonias religiosas, ni los millones de fieles que encontró durante los periplos pastorales por todo el mundo.
Karol Józef Wojtyla, como se le conoció por el nombre secular, resultó canonizado en el 2014 para prolongar así la veneración espontánea de creyentes y no creyentes que supieron agradecer su renovación espiritual de la Iglesia Católica y la labor humanitaria a favor de los de abajo.
POR UN MUNDO MEJOR
Cuba, en la “necesidad de unir a cristianos y comunistas en la lucha por un mundo mejor”*, refrenda en la Constitución de la República el respeto a la libertad religiosa al proscribir cualquier tipo de discriminación.
La isla se ha congratulado al recibir a tres Papas durante los últimos 17 años, privilegio solo compartido por Estados Unidos y Brasil. En marzo de 2012 llegó a La Habana Benedicto XVI como peregrino de la caridad para oficiar misas en la propia capital y en Santiago de Cuba ante miles de cubanos que escucharon sus homilías con respeto y sinceridad.
En la despedida, el entonces Sumo Pontífice reconoció que “medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país pesan negativamente sobre la población” y aseguró llevar en lo más profundo “a todos y cada uno de los cubanos que me han rodeado con su oración y afecto, brindándome una cordial hospitalidad”.
En la ocasión, el Presidente Raúl Castro agradeció la visita del huésped ilustre y recordó: “Cuba ha tenido como su principal objetivo la dignidad plena del ser humano”, concediéndole suprema importancia a la familia, al cuidado de la niñez y la juventud.
“Hemos encontrado muchas y profundas coincidencias, aunque, como es natural, no pensemos lo mismo sobre todas las cuestiones”, agregó el mandatario cubano, quien también mencionó en ese discurso una semilla que ya comienza a germinar: “Hemos realizado prolongados esfuerzos hacia la normalización plena de las relaciones de Cuba con su emigración que siente amor por la patria y por sus familias y persistiremos en ello por la voluntad común de nuestra nación”.
Cuba ha agradecido recientemente el apoyo del actual Sumo Pontífice, el Papa Francisco, en el proceso de mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos. Como una continuidad natural, Raúl sostuvo un encuentro con él en mayo pasado en el Vaticano.
UN ABRAZO DE LUZ
Ahora, el Gobierno cubano ha anunciado que recibirá a Su Santidad con respeto, afecto y hospitalidad. El Papa 266 de la Iglesia Católica, que llegará a la isla como misionero de la misericordia, es por demás el primer latinoamericano y jesuita elegido para tan alto cargo.
Según la biografía publicada por el propio Vaticano, el argentino Jorge Mario Bergoglio siempre se desempeñó como un pastor sencillo y muy querido en su diócesis, donde muchas veces se trasladaba en medios de transporte público para las visitas.
“Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos”, ha dicho en más de una ocasión para explicar la opción de vivir en un apartamento y de prepararse la cena él mismo. A pesar de la popularidad no deja de ser afable y con un estilo de vida riguroso.
Hoy más de 61 millones de noticias hablan de él y no solo por su imagen carismática, sino por la fuerza de sus actos y sus palabras, por la visión y el sentido de la justicia hacia los más desvalidos.
Para muchos, su horizonte vive en el Tercer Mundo y no pocos de sus postulados tienen puntos de coincidencia con el espíritu solidario y la vocación humanista del pueblo cubano.
Hasta los días de hoy ha manifestado una actitud comprometida con las causas más nobles, desde su sensibilidad con los inmigrantes, el anuncio a colaborar en el proceso de paz en Colombia y la autorización a juzgar obispos por encubrir a curas pedófilos, hasta las críticas por el injusto orden económico mundial, las guerras que enriquecen, la corrupción, la pobreza, la urgencia de cuidar el medio ambiente y salvar el planeta.
En Cuba no se habla de otra cosa. Casualmente, la visita del Papa Francisco transcurre justo en el contexto del centenario de que una representación de mambises cubanos solicitara a la Santa Sede la proclamación de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba.
Cuando el próximo día 22 el Sumo Pontífice aborde el avión para partir rumbo a Estados Unidos, su visita —como la de sus predecesores— habrá dejado profundas huellas en la isla.
Así lo consideran las hermanas Esther, Teresa y Lilia Calvo Madrigal, una estirpe de arraigada vocación católica: “A las visitas anteriores pudimos asistir, pero ahora ya estamos más viejas, los años pesan y solo harán el viaje mi esposo, que irá a La Habana, y Lilia con su esposo, que es Diácono y participarán en el encuentro con familias católicas en Santiago de Cuba”, precisa Esther.
Ellas aún recuerdan como una bendición el gesto de Juan Pablo II de besar la tierra cubana, las plazas repletas de cantos y esperanzas durante las misas, la renovación, la apertura de la propia iglesia, que se ha librado de protocolos y convencionalismos inútiles con muestras de mayor sencillez. Por estos días ellas y todos los cubanos esperan este nuevo abrazo de luz.
*Palabras del Comandante en Jefe en el libro Fidel y la religión, de Frei Betto.
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Escambray / ISSN 9664-1277
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