Con más de ocho años de vida, Muñeco, un ejemplar de la raza cebú comercial carga con su deformación innata. En la Granja Genética Los Molinos lo cuidan como a un niño
Celosamente protegido, alimentado, mimado y preservado de cualquier acto de maldad que pueda afectar su vida, permanece Muñeco, un toro de siete patas que habita en los corrales de la Granja Genética Los Molinos, perteneciente a la Empresa de Flora y Fauna de Trinidad.
Su nacimiento fue un misterio para los monteros que atienden el ganado en los potreros de la comunidad montañosa de La 23, en el Plan Turquino de ese territorio espirituano. Hijo de animales comerciales de la raza cebú, llegó al mundo con la anomalía que lo acompaña y que consiste en tener tres patas adicionales de diferentes tamaños, dotadas de sus cascos, que le brotan de la parte trasera del morrillo y le cuelgan junto a otro testículo hacia el lado izquierdo del lomo.
Siendo añojo todavía anduvo salvaje en áreas de la serranía hasta que reapareció convertido en toro. Los ganaderos de la zona lo atraparon y trasladaron hasta la cuadra de Los Molinos, donde Diego Viera Hernández, el reconocido y multipremiado cuidador de reses de exposiciones en ferias ganaderas, lo recibió y amansó hasta lograr colocarle una jáquima que le permite manipularlo a su antojo.
“Cuando supimos de su nacimiento pensábamos que, por tratarse de una deformación tan marcada, no llegaría a sobrevivir —aclara Diego—, aquí lo trajeron en el 2010, venía bastante feroz, pero con paciencia logré domesticarlo, ahora está a merced de la empresa y de los curiosos que se enteran de su existencia y llegan hasta la cuadra para comprobar la veracidad de sus siete patas”.
Raúl Pérez Hernández, el jefe de Producción de la unidad, asegura que nunca antes han tenido reportes de otro animal con ese tipo de rarezas, aunque se sabe de la presencia de una novilla en otra provincia, que la exhiben en fiestas, a la que llaman Maravilla, la cual nació con tres ojos y veía con todos, pero como Muñeco no hay dos.
“Nosotros desconocemos las causas de la imperfección —aclara Raúl—; al toro no le afecta en nada, no se muestra con molestias ni dolor, al contrario se comporta bien con esa carga a cuestas”.
Para Muñeco los días pasan tranquilos, se sustenta de pastos, forrajes y suplemento alimenticio, tiene un peso de más de 1 200 libras y descansa a la sombra de la cuadra, cerca de otros animales, entre ellos Tahimí, la vaca reconocida como Campeona de Campeonas en Cuba, y su ternerita que ya desanda las pistas competitivas en busca de títulos.
Pero a Diego, el cuadrero de Caracusey, le asiste un deseo: poder llevar al toro de siete patas de color azul acero a la Feria Delio Luna Echemendía de Sancti Spíritus, donde pueda ser apreciado no por sus cualidades genéticas o caracteres raciales, pero sí como una curiosidad, fruto de la naturaleza que, como bien él dice, es sabia y cautiva.
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