El siglo XIX en la tercera villa de Cuba y el patrimonio inmaterial trazan las líneas temáticas de las más recientes ediciones de la publicación
Aun cuando atrasos en la impresión retrasaron la llegada, Tornapunta, revista de promoción y salvaguarda del patrimonio cultural de Trinidad, siempre tiene a los lectores esperando para hurgar en el pasado y sentir el presente a través de sus páginas.
Esta semana la Casa Malibrán, sede del Centro de Documentación del Patrimonio en el terruño, abrió las puertas para impregnar sus salas con el olor a tinta fresca de los números 10 y 11 de la publicación. Si bien no resultó estrategia consciente del Consejo Editorial, pues Tornapunta no se caracteriza por ser monotemática, ambas entregas sobresalen por la presencia de una directriz principal en los artículos, cuestión que bien pudiera marcar próximas ediciones
Así, el número 10 constituye un recorrido por el siglo XIX trinitario. Mas, no ese viaje por los explorados episodios del esplendor y la decadencia, sino uno donde la cartografía, las artes, la vida comercial, las familias —este último aspecto a partir de testimonios— pintan con palabras un grabado a pequeña escala de lo que fue esa época convulsa.
Al respecto Paola López Castillo, editora general, comentó que sobresalen artículos como La Trinidad en el Islario general de Alonso de Santa Cruz, uno de los primeros y más importantes documentos cartográficos, donde no solo se dibuja la apariencia de la villa o su ubicación geográfica, sino que aporta datos relacionados con la demografía, el comercio marítimo de la época, entre otros aspectos.
También destacan, entre otros, Vistazo a la vida comercial en la Trinidad de finales del siglo XIX, Cien años de retratística en Trinidad (1830-1930) y Los bomberos en la historia de Trinidad, guardianes olvidados, pero cuya acción en determinadas circunstancias históricas ha salvado a la villa de no pocas catástrofes.
Por su parte, el número 11 tiene el patrimonio intangible como hilo conductor; entrega cuya finalidad resulta “reflejar la labor de artesanos, pintores, músicos, vendedores ambulantes, amas de casa…quienes, con su actuar cotidiano, mantienen viva muchas tradiciones porque cada uno lleva la cultura dentro y la manifiesta a cada paso”, expresó la máster en ciencias Bárbara Venegas, miembro del Consejo Editorial.
De manera especial, aquí cobran protagonismos la música y la lencería. Al interior de cada una se genera una especie de contrapunteo entre la historia y la contemporaneidad. En el caso de la primera se logra a partir de la aproximación a la vida de Catalina Berroa, trinitaria raigal y una de las primeras compositoras cubanas, la remembranza al fallecido trovador Pedrito González y las confesiones de Carlitos Irarragorri; tres voces procedentes de épocas distintas, pero seducidos por las melodías. La lencería, a su vez, parte de la evolución de algunos elementos del bordado y el deshilado hasta llegar a los hombres del municipio dedicados a las labores de agujas en la actualidad.
Al hojear ambas ediciones destaca la presencia de jóvenes colaboradores, recién graduados de carreras como Periodismo, Arquitectura, Filología, entre otras; cuestión que, en opinión de López Castillo: “Da una visión renovada en materia de estilo y perspectiva, lo cual contribuye a que Tornapunta tome una brisa de aire fresco, sin descuidar sus esencias”.
La editora general adelantó, a modo de primicia, que el número 12 girará en torno al patrimonio edificado: “a mirar desde otro enfoque los edificios por los cuales pasamos día a día”. Mientras, el 13 rendirá homenaje al Equipo de Restauración de Monumentos, gremio surgido en la década del 80, precedente de la actual al Oficina del Conservador; “hombres y mujeres que subieron la torre de Manaca Iznaga escalando andamios ante la ausencia de la escalera y, si bien no fueron los iniciadores, tuvieron un papel importante en concretar la dinámica de la conservación del patrimonio edificado”.
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