Tras ser recibidos por familiares, amigos y pueblo en general, los cooperantes espirituanos que combatieron la epidemia en Guinea Conakry depositaron una ofrenda floral ante el Monumento a los Mártires
Tomaron desprevenidos a quienes les aguardaban. No llegaron en el ómnibus de rigor, sino en un auto ligero que los depositó en medio de la multitud, de entre la cual fueron emergiendo los rostros más queridos. Se fundieron en un abrazo con los suyos, saludaron, entre felices y alelados, a directivos y trabajadores y pensaron en el tercer integrante del grupo, Jorge Juan Guerra Rodríguez, el economista de la Dirección Provincial de Salud que había viajado a Guinea Conakry como parte de la avanzada de la brigada médica que enfrentaría el ébola en aquel país africano y que no pudo ver el fin de la misión.
“Ay, Dios mío, llevo una semana pensando qué decirles y no sé nada qué decir, pero estuve escuchando (…). Es verdad que fuimos allá a evitar que el ébola corriera por el mundo entero y lo evitamos. Muchas gracias a todos”. Con esas pocas palabras resumió Lenin Oriol Martínez Calero su sentir cuando tuvo el micrófono delante en el Monumento a los Mártires, junto al cual colocó, acompañado por el también licenciado en Enfermería Reinaldo Expósito Sánchez, una ofrenda floral.
Impactados todavía por la emoción y con los ojos repletos de humedad, poco después los dos últimos misioneros espirituanos en enfrentar el ébola en el África occidental completan las historias reveladas poco antes de su llegada por sus familiares, en un acto de extrema generosidad que la prensa espirituana mucho les agradece. Desde la grabadora emergen los testimonios del hermano y los hijos de Reinaldo, uno de ellos separado del padre desde hace un año y medio debido a la misión de colaboración en Venezuela, donde se encontraba cuando él partió.
María Julia Calero, madre de Lenin Oriol, cuya esposa se encuentra ahora mismo en otra misión en la república bolivariana, narraba su orgullo por ver que “él está haciendo lo que le enseñamos, cumplir con su deber, con la Revolución, con Raúl y Fidel”. En todos estos meses se le pelaban los ojos ante el televisor, donde asegura haberlo visto una vez mientras se ponía el traje. “Yo no me he perdi’o una mesa redonda ni un noticiero, miraba a ver si veía a algún conocido, pero me conformaba con saber que eran cubanos”, apuntaba.
Ahora los dos cooperantes ya están aquí y con frases entrecortadas ofrecen los primeros testimonios, permeados por el nerviosismo. Reinaldo, enfermero del policlínico de Arroyo Blanco, agradece el recibimiento y a seguidas revela lo más reconfortante para él: haber cumplido la misión y completado la encomienda del General de Ejército Raúl Castro Ruz, quien al momento de la despedida en el aeropuerto José Martí les indicó ir, protegerse y regresar vivos a la Patria.
EL PROTOCOLO CUBANO SALVÓ A MUCHOS PACIENTES
“Cumplimos con todos los protocolos, principalmente con uno cubano que inventamos allá, que dio buenos resultados y salvó a muchos pacientes. Cuando llegamos a Guinea Conakry encontramos muchas contradicciones, no precisamente a favor nuestro. Había grupos de personas interesadas en que no nos preparáramos correctamente ni lográramos la acreditación para trabajar en el enfrentamiento a la epidemia, aunque el gobierno guineano fue muy atento, al igual que el gabinete del Presidente. Y al final vencimos todos, sentíamos tremenda emoción cada vez que veíamos salir niños, embarazadas, pobladores de cualquier edad”, cuenta Reinaldo.
“En la capital, Conakry, la gente tiene más cultura, hay mucho desarrollo, muchos guineanos estudiaron en Cuba y a cada rato nos los encontrábamos con muestras de agradecimiento. Donde estábamos nosotros todos conocían a Fidel Castro, pero había menos cultura y eso al principio chocó, porque la religión y las costumbres los hacía interpretar erróneamente el fin por el cual estábamos allí. Se decía que ‘los blancos esos lo que venían era a llevarse el dinero de su país’, pero al final nos aceptaron y nos quisieron mucho”.
De acuerdo con su testimonio, la única vez que se sintieron mal fue el día en que estuvieron a punto de morir por lo que quizás no haya sido solo un malentendido. “Era sábado 14 de febrero, pasado el mediodía, nos íbamos a trabajar y ahí mismo nos atacaron. No fue miedo, pero… no es fácil. El ejército nos apoyó y después los propios habitantes de ese lugar nos agradecían. Fue un líder religioso quien, tal vez influido por alguien, le inculcó a la población que íbamos a sacarles los órganos a los pacientes y a llevarnos el dinero. Después se convencieron de que no, salvamos hasta a niños de ahí”.
También revela otro episodio que pone al descubierto el costo de la ignorancia: tres niñas y un niño que ingresaron se negaban a alimentarse porque los familiares les habían indicado no comer ni beber nada. “Y nosotros poniéndoles sueros para salvarlos, al final otros pacientes que ya nos conocían mejor nos ayudaron a convencerlos y poco antes de egresar las niñas decían que éramos sus novios”, cuenta sonriente.
RÉQUIEM POR GUERRITA
Aun a riesgo de tocar una herida abierta, la pregunta se impone. Escambray indaga acerca del impacto en estos colaboradores de la muerte de un compañero de batallas. Lenin Oriol, tal vez sin percatarse o quizás porque lo siente allí con ellos, habla en tiempo presente: “Guerrita es una persona admirable, yo lo conocí aquí en Sancti Spíritus, fue mi amigo en La Habana, durante la preparación, siempre estuvo al lado de nosotros. Él se enfermó de paludismo y el paludismo mata a muchas personas en el mundo, quizás no sea una epidemia como el ébola, pero mata”.
Toma aliento, para infundirse fuerzas: “Con Guerrita se hizo todo, todo, todo, todo, yo le doy la seguridad de que se hizo todo lo que se pudo. Los cubanos a Guerrita lo atendimos todo el tiempo, cada minuto, cada segundo, hicimos guardias de enfermería allí por la noche, tratando de que no lo atendiera nadie que no fuéramos nosotros, pero fue imposible. La enfermedad lo atacó muy fuerte y le pusieron cada medicamento que fue necesario, se hizo cuanto pudimos con él, pero desgraciadamente falleció”. Silencio por segundos.
“Lo de Guerrita nos pegó fuerte, estuvimos muy tristes, pero no nos amilanó y hasta por él debíamos seguir adelante”, declaró al borde de las lágrimas Reinaldo, cuyo pesar sonaba en las palabras durante la conversación con su hijo en Venezuela aquella propia noche.
Como la más difícil de sus cuatro misiones, en todas las cuales le ha tocado ver morir a muchas personas, califica Lenin Oriol, quien labora en el Policlínico II de Cabaiguán, la experiencia que acaba de vivir en Guinea Conakry. Anteriormente había estado en Nicaragua en tiempos de guerra, cuando era un jovencito; en 2008 socorrió a las víctimas de la inundación del pueblo de Gonaí, en Haití, y volvió a esa nación del Caribe en 2010 para controlar los brotes de cólera.
“Pero esta misión fue diferente, los pacientes sufren mucho para morirse y también para salvarse. Gracias a las atenciones que les pudimos dar se salvaron muchos, salvamos a más personas que los que murieron. Trabajamos codo a codo con personal de muchos países, ellos notaron en nosotros mucha profesionalidad y humanismo. Pienso, ahora después que estamos aquí, que en realidad cumplimos con la misión que nos encomendó el país, con nuestras familias, porque llevábamos un objetivo: ayudar a aquel pueblo y evitar que el ébola se propagara, y así es, el ébola ya se está terminando”.
¿Qué los motivó a dar ese paso, aparte del compromiso mismo?
“Yo, cuando me dijeron lo del ir a combatir el ébola, dudé un segundo, un segundo nada más, si lo pienso mucho no sé qué habría hecho. Sencillamente, me formé y me crié dentro de la Revolución, dentro de los principios del humanismo y me dije que si el ébola llegaba a mi país no iba a perdonarme el haberme acobardado, entonces salí a darlo todo, aunque me quedara allá con tal de que ese epidemia no llegara aquí.
“Una vecina mía me dijo: ‘¿Tú estás loco? Te vas a morir’, y yo le dije, de corazón, que alguien, de la nacionalidad que fuera, tenía que ir a parar esa enfermedad, por eso le expliqué: no me voy a perdonar que mi hijo se muera de ébola y que yo no haya hecho lo que me correspondía”.
GRACIAS AMIGOS, MUCHAS GRACIAS, NO TENEMOS AUN Y CREO QUE NUNCA TENDREMOS IDEA DE LO QUE HA SIGNIFICADO SU SACRIFICIO TAN DESINTERESADO, PARA MI ES UNA DE LAS MAS GRANDES EPOPEYAS QUE LOS CUBANOS DE HOY HAN PODIDO LLEVAR A TERMINO, CON VICTORIA, CON LA ADMIRACIÓN DEL MUNDO, CON LA PERDIDA DE NUESTRO AMIGO GUERRITA, PERO VICTORIAS SIN MARTIRES NO EXISTEN Y ESO ES GUERRITA, MÁRTIR DE ESA BATALLA POR LA VIDA, USTEDES LOS HÉROES…..
Esa es nuestra gente , humilde ,profesionales ,eticos capaces de darlo todo aun a riesgo de nuestra propia vida por hacer lo que nos toca y sin nada a cambio ,solo la satisfaccion del deber cumplido como diria nuestro lider historico . hoy ya los tenemos en casa ,porque Guerrita NUESTRO Guerrita como cariñosamente le deciamos ,tambien esta aqui y estara en cada colaborador y cada trabajador que conforma este gran ejercito de batas blancas que su gran batalla es Salvar vida .les damos la bienvenidas y nuestro agradecimiento eterno .
Secretariado Provincial