La escuela primaria rural Orestes Bravo Rabí deviene centro de referencia por la calidad de los contenidos impartidos y por la interrelación con la comunidad.
Para llegar a esta institución multigrado, única de Yaguajay que por la lejanía de sus alumnos funciona con una sola sección de clases y que utiliza la tecnología de paneles solares, es necesario recorrer casi 40 kilómetros desde Yaguajay hasta Pedro Julio, un asentamiento enclavado en la Sierra de Bamburanao cuyo camino se torna por ratos intransitable.
Nada impide que de lunes a viernes sus seis alumnos lleguen hasta la escuelita equipada con televisor, computadora y otros medios de enseñanza que la Máster Magalis Díaz Pérez emplea para una mejor comprensión de los contenidos por parte de los pequeños.
El mayor incentivo para permanecer en una zona tan alejada –confesó a la AIN la maestra que desde hace 27 años permanece frente a esta aula- está en el propio esfuerzo de los niños y sus padres; hay dos de ellos que recorren diariamente más de siete kilómetros desde la torre de televisión de Las Llanadas hasta Pedro Julio, apuntó.
Tiene que estar cayendo un diluvio por estos lares para que alguno falte y si escampa, vienen, refiere con orgullo quien debe desandar también unos ocho kilómetros en un viaje de ida y vuelta que puede ser a pie, a caballo o en bicicleta.
En los años que llevo aquí –dijo- he visto a muchos muchachos hacerse profesionales, pero ninguno se olvida del centro y eso es un aliciente para continuar en el magisterio porque cuando se trata de enseñar NO conozco el cansancio.
Dayanis Castillo, la niña mimada del grupo por ser la única hembra, afirma sin recelos que a pesar de vivir tan lejos siempre se apresura para llegar puesto que, además, le gustan mucho los libros que, una vez por semana, le traen las bibliotecarias o las materias de inglés, arte y educación física que le imparten otros educadores llegados desde el municipio.
De cuánto sacrificio hacen estos infantes y sus progenitores puede dar fe Kirenia Castillo Hernández, la madre de Osniel y Orestes, «los traviesos» de Las Llanadas, quien ha visto a su caballo perder el equilibrio en época de lluvias en las empinadas lomas, pero felizmente solo han sido sustos.
Es dura la pelea –precisó con el argot propio de los serranos- pero vale la pena porque luego notas sus avances.
Significó que familia, escuela y comunidad trabajan de forma unida para lograr resolver todas las dificultades que se presentan.
Al cierre del 2014, según un informe de la Comisión Provincial del Plan Turquino, todas las escuelas ubicadas en el lomerío espirituano mantuvieron el claustro de profesores de manera estable, el cual atendió a unos tres mil 400 estudiantes de diversas enseñanzas.
Orgullo de mi terruño.Allí en ese campito vive gente noble y buena.