El dúo integrado por los instrumentistas y pedagogos Doris Oropesa y Efraín Amador escribió su partida de nacimiento en Sancti Spíritus hace poco más de 45 años
De figura magra y con rostro que rezumaba sapiencia, Harold Gramatges, Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria —equivalente al Cervantes de las Letras— no economizó alabanzas para el Dúo Amanecer; “extraña combinación que resulta efectiva”, comentó al escuchar con oído clínico el torrente de armonía surgido del atrevimiento de los concertistas Doris Oropesa Saavedra y Efraín Amador Piñero de matrimoniar el piano y la guitarra.
Hace más 45 años, Sancti Spíritus vivió el nacimiento de aquella rara avis, cuando los jóvenes músicos vinieron a disfrutar las vacaciones en casa de los padres del recién egresado de la Escuela Nacional de Arte, bajo la guía del maestro Isaac Nicola.
A solicitud de la entonces dirección del Museo de Arte Colonial, accedieron a actuar en la institución cultural de modo independiente; sin embargo, quizás por la bizarría innata de los elegidos, se aventuraron a interpretar al unísono danzas del mítico Ignacio Cervantes y el segundo movimiento del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, donde esa vez las teclas se condolieron de la pena y la desesperación que transpiraban las cuerdas pulsadas por Amador.
Sin renunciar a sus carreras individuales, los concertistas buscaron piezas originales para piano y guitarra. “Doris tuvo que convertir el piano en otra guitarra; hubo que adaptar la técnica a un nivel de toque que fuera del nivel de la guitarra o que se equilibrara”, rememora el hoy Doctor en Ciencias sobre Arte.
Mas, al regresar de la XII Bienal de Música Contemporánea en Zagreb, Croacia, en 1983, sobrevino otro descubrimiento mientras el guitarrista componía una obra distante de lo épico y refugiada en el intimismo. Instrumento en mano, Efraín intentaba improvisar, dueño para esa fecha de una inmensa formación cultural moldeada por las lecciones de dos portentos: Leo Brouwer y José Ardévol.
—Tengo que conseguir un laúd; lo que estoy oyendo sonar es un laúd, le apremió a su esposa.
Cuando apareció el laúd —dicho sea de paso, nunca lo había tocado—, lo afinó como si fuera una guitarra y concibió Fantasía guajira, obra para ese cordófono, guitarra y piano.
“Yo soy otro después de Fantasía guajira; me transformé. Al principio, cuando estaba componiendo, lo que me salía espontáneamente era el punto espirituano; eso lo tenía en la sangre”, me confesó recientemente.
Sería una herejía desconocer el linaje montuno de Efraín, quien se instaló con su familia, procedente del barrio San Joaquín, Chambas, antigua Camagüey, en la finca La Aguadita, en el sur espirituano, en octubre de 1958, cuando él apenas rebasaba los 11 años de edad.
No había un guateque por la sitiería que se perdiera el muchacho, crecido, también, al son de las parrandas espirituanas, de los tríos. “Ese folclor se te mete dentro”, porque, como escribiera Doris en Verso peregrino, “la infancia no se nos va,/ sus relámpagos alumbran guaridas, sueños e iluminan…”. Tal continente vivencial ha nutrido su creación para guitarra, tres, laúd y otros instrumentos en las fronteras de la música de cámara o gran formato sinfónico y coral.
“Tengo una deuda espiritual con esta tierra”, me sentenció casi al cierre del año anterior, finalizado el concierto de su dúo en la Galería de Arte Oscar Fernández Morera para celebrar los 45 años de fundada la agrupación de cámara.
Y allí, en una de las salas por donde parecía vagar el alma del pintor, Amanecer prodigó su virtuosismo a su familia, a amigas y amigos invitados y al auditorio todo, en un viaje sonoro que partió desde el siglo XIII, con una de las cántigas a la Virgen María, de Alfonso X El Sabio, hasta la presente centuria. Travesía larga e intensa. “Somos dueños de todo lo que existió y que pertenece a todos, y con ello se da paso al futuro”, reflexionó Doris.
Con tal filosofía, nació Tonada para Silvio, quizás la mejor re-creación del concierto, inspirada en la canción de este juglar, Fusil contra fusil, monumento poético-musical del cantautor Silvio Rodríguez a la memoria de Ernesto Guevara. Sin traicionar la esencia de la obra original, a Efraín lo sedujo la Vanguardia en la composición, cargada de dramatismo y sensibilidad. Hasta una cueca se pasea entre los acordes del piano y el laúd, los cuales, además, improvisan a sus anchas, pero con refinamiento.
La posibilidad de mutar de latitud geográfica y tímbrica vino con una obra ideada para guitarra y orquesta sinfónica, del nicaragüense Luis Abraham Delgadillo (1887-1961). El segundo movimiento de esa pieza, de la autoría del llamado Apóstol de la música indoamericana, condujo a navegar imaginariamente por el Lago de Managua, gracias a Doris y Efraín, quien aquella noche alternó el laúd y el tres con la pericia de los virtuosos.
Quiso el carácter indomable del matrimonio fundar en 1989 la Escuela Cubana del Tres y el Laúd en las instituciones escolares de música de nivel medio en el país, y en 1998 la Cátedra de Tres y Laúd en el Instituto Superior de Arte —hoy Universidad de las Artes—. En 2009 se inició de manera progresiva la impartición de estos dos cordófonos en la enseñanza artística elemental.
En este proceso, incluso desde antes, cuando decidieron despojar a los referidos instrumentos de la condición de “actores de reparto” dentro de la música cubana, su hija mayor Ariadna, pianista, compositora y tresera, se erigió, también, en protagonista en la reinvindicación académica del tres y el laúd, generadores de los complejos del son y el punto cubano, en ese orden.
Por sugerencia del espirituano Roberto Jiménez, el matrimonio visitó al prominente laudista Marcelo Lamas en la década de los 80 del pasado siglo, parada en su recorrido por Cuba emprendido para compendiar la obra de grandes instrumentistas improvisadores.
Después de la aprehensión crítica de lo escuchado y de un alto componente cultural incorporado, el dúo creó estudios, piezas, obras de cámara y hasta conciertos para laúd y el tres con orquesta de guitarras y sinfónica. En definitiva, cimentó las bases en el interés de universalizar sus timbres por el mundo.
Cuesta trabajo ver un laúd u otro instrumento popular vestido de frac —ha comentado Amador—, como cuesta trabajo ver a un indígena presidir un país —añadió en alusión al mandatario boliviano Evo Morales—. Mas, este maestro sueña con escuchar al tres haciendo rock o jazz; ¿por qué no?, se ha preguntado, si ya debutó en el flamenco. “¡Haz pensado lo que se le puede ocurrir a un chino con un tres en la mano!”, me espetó tiempo atrás, y aún hoy soy prisionero de la interrogante: ¿estará delirando?
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