Para Sancti Spíritus, Matthew fue una especie de entrenamiento frente a un huracán virtual que obligó a tomar precauciones
Quien hubiera visto en la tarde del pasado miércoles al fotógrafo de Escambray Vicente Brito agachado en el pequeño muelle de playa Vitoria, a la espera de alguna ola que presagiara la inundación costera en ese pedazo del litoral de Yaguajay, tal vez hubiese considerado que, para Sancti Spíritus, Matthew fue más rollo que película.
No es desatinado pensar así, porque el poderoso huracán que desató su furia contra la porción más oriental de la isla terminó siendo para la provincia una especie de entrenamiento real frente a un ciclón virtual, que esta vez amenazó desde la distancia y los pronósticos, pero que dejó acá útiles rachas de aprendizaje.
¿Acaso esos habitantes de Media Legua, en Casilda, al sur de Trinidad, no experimentaron alivio con las decenas de sacos de arena que treparon a los techos de sus casas? ¿Acaso con esa Baracoa que conmueve no es suficiente para recordar las huellas que dejaron en el territorio espirituano Lili, Michelle o Dennis?
En materia de huracanes tampoco se puede olvidar la historia y sin recibir el embate directo de un fenómeno natural de este tipo, Sancti Spíritus conoce las lecciones de esos eventos; solo que la tregua vivida en el territorio desde el azote de Ike en el 2008 hasta el presente puede enmascararse con el olvido y la confianza y, quizás radica aquí la experiencia más útil que dejó Matthew en la provincia.
No se trata de tildar de mal agradecidos a esos residentes de Yagüey Abajo, Seibabo o Vitoria —asentamientos costeros en Yaguajay—, que no entendieron de primer momento aquel ultimátum de evacuación ante un supuesto peligro de inundación costera; a fin de cuentas, el huracán no había tocado aún el sur de Guantánamo.
Lo que está en juego es algo más que el lejano recuerdo del ciclón Kate que sacudió Yaguajay en los años 80 del siglo pasado. La prioridad número uno, posiblemente en el país más organizado del mundo para enfrentar estos eventos, es proteger las vidas humanas y también los bienes y recursos.
Por eso José Ramón Monteagudo Ruiz, presidente del Consejo de Defensa Provincial (CDP), insistió más de una vez en borrar ante estas situaciones la confianza, en ejecutar cada paso según la fase decretada con efectividad y precisión.
“Hay que ser fieles soldados a la hora de cumplir cada medida, todo tiene que hacerse con un sentido racional en dependencia de la apreciación que se tenga en ese momento y proteger al que lo requiera, pero no se puede quedar nadie que lo necesite y corra peligro”, señaló Monteagudo Ruiz.
“Mandamos 800 colchonetas para Yaguajay y con las 120 que tenían aquí sobraban para la cantidad de personas que se evacuaron en las instalaciones estatales”, subrayó Teresita Romero Rodríguez, vicepresidenta del CDP en intercambio con los integrantes del Consejo de Defensa de ese municipio.
El ejemplo desborda los asentamientos del litoral norte, ilustra cuánto falta por hacerse en materia de actualización y sirve para toda la provincia, si consideramos los desplazamientos humanos en las zonas rurales y el mejoramiento allí de muchas viviendas que hoy reúnen condiciones para servir de albergue a otras familias.
“A nivel de zona de defensa —expresó Monteagudo Ruiz—, corresponde tener un dominio exacto de las personas a protegerse en viviendas de familiares o vecinos, y saber cuántas deben ir a centros de evacuación en correspondencia con las exigencias para cada categoría de huracán”.
Aunque Sancti Spíritus observó a Matthew y los destrozos causados desde la pantalla del televisor, vivió otras experiencias, como esa de acoger en las escuelas, que tantas veces han refugiado a los pobladores del sur espirituano, a fuerzas de la rama eléctrica de otras provincias destinadas a las labores de recuperación en los territorio afectados.
Nada de lo que se hizo en la provincia en correspondencia con las fases Informativa y de alerta para el litoral norte fue en vano. Detrás de esas experiencias hay un aprendizaje, un ejercicio real que permitió engrasar mecanismos que llevaban años en pausa, jornadas de trabajo que enseñaron la necesidad de ajustar los planes para que se parezcan a la realidad ante eventos de esta naturaleza. “Tenemos que ver todo lo realizado como una enseñanza y seguir preparándonos”, recalcó Monteagudo Ruiz.
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