En materia de calidad, la provincia de Sancti Spíritus ha avanzado, pero no de forma significativa, pues aún es insuficiente el impacto de esos resultados en los consumidores
En las actuales condiciones de Cuba, un país con una ya larga crisis económica, donde el desabastecimiento se ha convertido en el pan nuestro de cada día, los precios andan por Marte y para muchos los escenarios de subsistencia mandan, hablar de calidad parece quimera o cuando menos aliño de utopía con un codiciado sueño.
La calidad, entendida como el conjunto de propiedades que permiten juzgar el valor de algo, entendida como un cuño de excelencia de una mercancía o servicio también se encuentra bien lejos en el camino de la mayoría de las prestaciones y productos espirituanos.
No por gusto desde el 2013 el Consejo de la Administración Provincial aprobó el Programa para la elevación de la cultura por la calidad en el territorio hasta el 2016, con el propósito de insuflar ese concepto en directivos, trabajadores y la población en general, en aras de mejorar las ofertas, tanto para el consumo interno como para la exportación.
La Unidad Técnica de Normalización (UTN) de la provincia insiste en que, por decreto, los suministradores de productos y servicios son los responsables de este asunto y reconoce que en materia de calidad la provincia ha avanzado; sin embargo, no de forma significativa, pues aún es insuficiente el impacto de esos resultados en los consumidores.
Según sus análisis, en las entidades de prestación de servicios se reportan las principales violaciones en materia de normalización, sus directivos y especialistas prestan menor atención y se encuentran peor preparados en esta materia, lo cual resulta más complicado todavía porque en esa rama se han previsto importantes modificaciones durante el actual proceso de reordenamiento. Algunos ejemplos ilustran estas fisuras: las tiendas en moneda nacional, los mercados, la feria, los centros de Gastronomía…
Por su parte, la inmensa mayoría de los trabajadores por cuenta propia padece absoluto desconocimiento de las normas establecidas, lo cual incluso incide sobre la salud de la población y el medio ambiente; por lógica, ello obliga a revisar los mecanismos establecidos para otorgar cada licencia y a aumentar la exigencia administrativa.
En la provincia existen limitaciones técnicas objetivas para verificar o calibrar los instrumentos de medición; sin embargo, estos servicios presentan resultados superiores al de años anteriores, con un mayor alcance en Comercio, Salud, Energía, Azcuba y Tiendas Recaudadoras de Divisa, entre otros; mientras que en el sector no estatal se han incrementado algunas de estas prestaciones, pero aún de forma insuficiente, debido al escaso rigor y control que reciben.
Las acciones de capacitación a las entidades territoriales para fortalecer la cultura por la calidad se comportan favorablemente; en cuanto al total de empresas y unidades con Sistemas de Gestión de la Calidad certificados, Sancti Spíritus retrocede con respecto al pasado año, en parte por el proceso de reordenamiento que se lleva adelante en el país, pero también por las escasas acciones encaminadas a la renovación de estos procesos.
Las empresas en perfeccionamiento, que debían mantenerse como referente en esta materia, disminuyen —menos de la mitad presenta certificados o avalados estos sistemas—; y solo se encuentran ejecutando acciones para su implementación el hotel Iberostar Trinidad, Complejo de Turismo Topes de Collantes, el Hostal del Rijo, las empresas pesquera (Episan), de granos Sur del Jíbaro, Avícola, Azucarera y de Seguridad y Protección (Esprot).
En cuanto a otra arista decisiva en este asunto, la inocuidad de los alimentos, se aprecia poco avance y según la propia UTN solo la industria cárnica del territorio muestra resultados positivos: “Esto se está convirtiendo en algo verdaderamente preocupante. Existen violaciones sobre todo en la empresa alimentaria, el grupo de Comercio y el combinado lácteo, cuya producción de leche pasteurizada, de yogur y quesos muestra resultados inestables en el cumplimiento de sus requisitos microbiológico según las normas vigentes”, puntualizó su director Humberto Perera.
Amén de la inobservancia de las normas y la falta de rigor administrativo en la cadena de elaboración, transportación y comercialización que deben ser rectificados, para resolver estos asuntos en la provincia también se precisa invertir, mejorar la tecnología y las condiciones productivas, aumentar los laboratorios de verificación y aprovechar más las potencialidades de la propia UTN, entre otros pasos imprescindibles.
Por otra parte, aunque existen prácticas globalizadas de protección al consumidor aquí poco se respetan, “en ningún mercado del mundo se encuentran pesas con problemas y si alguien reclama existen pesas de comprobación. Aquí muy pocas entidades cuentan con ellas, además de que casi todas ya están obsoletas, con más de 50 años de explotación, fáciles de alterar. En esto mucho influye el control sobre el hombre para su correcto uso. Agravan más el problema las ventas a granel y la violación del sistema internacional de unidades, pues todavía muchos venden en libras en lugar de en kilogramos”, comentó el propio Perera.
Sin embargo, no todo anda patas arriba. Como uno de los principales logros en materia de calidad durante los últimos años se reconoce el hecho de que la provincia ya disponga de 12 productos certificados por la Marca Cubana de Conformidad: dos tipos de almohadillas sanitarias, el azúcar crudo de los centrales Uruguay y Melanio Hernández, el aguardiente natural Santero y siete tipos de rones de esta misma marca.
Para el 2016 se aspira a crecer en este importante indicador y se trabaja para la posible certificación de la miel, el arroz consumo del molino Manolo Solano, productos de Episan, de la Emprova y de la empresa de Bebidas y Alimentos La Estancia.
Pero estos intentos no bastan: para agilizar el paso en pos de la imprescindible calidad también resulta indispensable que los directivos acaben de interiorizar su papel protagónico, desplegar acciones concretas, multiplicar las inspecciones con el debido rigor y dejar de conformarse con el eterno argumento justificativo de que pertenecemos al Tercer Mundo.
Buen artículo, comparto sus criterios. Considero necesario que varios productos no necesitan ser pesados en los establecimientos, si en lugar de distribuirlos a granel ya previamente se distribuyen embasados. Esto es una ventaja para todos, tanto cliente como dependiente. Para los primeros les asegura recibir la cantidad del producto que pagan y a los segundos les humaniza el trabajo porque no es fácil pesar todos los productos cliente por cliente y mover la mercancia hasta un lugar cerca de la pesa. Es más creo necesario crear mercados de productos, donde el cliente pueda entrar seleccionar lo que necesita, pagar en la caja y llevarselos en una bolsita como es en todo el mundo, todo con la mayor higiene posible.