Un lustro de flagrante terrorismo de estado norteamericano contra la revolución emerge en la obra testimonial del narrador Julio Crespo Francisco
Todavía frescos en la memoria afloran aquellos años de los 70, una suerte de década agradecida para su trayectoria como escritor encumbrada en los certámenes literarios más importantes del país.
Julio Crespo Francisco contaba entonces con la mitad de los años que hoy coronan su paso por la vida y sintió el escozor de un reclamo tocándole a las puertas del entendimiento.
“Viajé a Bulgaria y Rumania en compañía de Raúl González de Cascorro, destacado escritor cubano que había obtenido el Premio Casa con su libro Aquí se habla de combatientes y bandidos (Camagüey) y me dio vergüenza cuando alguien comentó: … todavía el testimonio del Escambray no está escrito”.
Lo que vino después es difícil de renombrar: jornadas de paciente búsqueda con el apoyo del MININT, grabaciones interminables abortadas por la urgencia de conocer cada detalle, cada nombre hasta ultimar su localización precisa. Fueron meses de un fragor impensable lidiando con oficiales que habían trabajado con el Buró de Bandas, combatientes, campesinos y ex bandidos, protagonistas todos de la llamada Limpia del Escambray.
Bandidismo en el Escambray 1960-1965 fue publicado en 1986 por la editorial de Ciencias Sociales con un particular sesgo de elocuencia: cientos de testimonios, tomados al pie de los hechos, no dejaban resquicio al subjetivismo que siempre supone la historia contada de segunda mano.
La sagacidad del narrador se ponía a prueba a la hora de organizar aquel tesoro documental en 330 páginas que recogen antecedentes: primera etapa (de mediados a finales de 1960), primera limpia (enero- marzo de 1961, etapa intermedia (abril-diciembre de 1961), segunda y definitiva limpia (1962-1965); el trabajo de Alberto Delgado y el año final del bandidismo (1965), para terminar con una valoración y epílogo, además de relaciones de 287 combatientes caídos y 40 testimoniantes.
El bandidismo, forma activa y directa de agresión contrarrevolucionaria, alentado y apoyado por el flagrante terrorismo de Estado norteamericano, aflora como una secuencia cinematográfica en la realidad de los testimonios, que sin pretender una cronología, sustentan un devenir ordenado de los hechos, de su esencia reaccionaria y también del heroísmo de los combatientes que apostaron por la firmeza de la Revolución.
La publicación del libro, quizás olvidado entre la copiosa obra de Julio Crespo, aporta una fuente documental insuperable a la bibliografía cubana del tema, según criterios de especialistas, y adquiere una dimensión renovada cuando se suma al concierto de evidencias contra el flagelo del terrorismo en la isla.
Unos años antes de la aparición de Bandismo…, Julio Crespo dio a la letra impresa El cerco (1984), fruto de su apego a la ficción y un adelanto de lo que sería la obra testimonial grande en proceso de gestación:
“Me habían hablado tanto de la Operación Zapato, la mayor y más importante de la limpia, que no me dejaban dormir, y entonces decidí escribir una noveleta testimonial. Fue una batalla sin precedentes donde participaron 7 mil hombres de las fuerzas regulares, se utilizaron por primera vez luces de bengala que convirtieron la noche en día y se capturó muerto a Tomás San Gil, uno de los jefes de los bandidos en el Escambray; pero todo está contado desde cierta ficción con nombres cambiados para poder recrear cómo pensaban y sentían los protagonistas de aquella batalla”.
Ambos libros le proporcionaron al decano de los narradores espirituanos la entrañable satisfacción de conocer a mucha gente valerosa y embridar sus alegatos en los fueros del testimonio; sin embargo, desterró el género de su producción precedente y cuando inquiero por una causa me responde con ese especial sentido del humor que nunca lo abandona:
“Casi me convertí en ‘bandidólogo’, pero después me querían transformar en un ‘ban-didócrata’ que ofreciera charlas y conferencias por doquier”.
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