El espirituano Rolando Cepeda registró un rendimiento en ascenso en la Liga griega que lo condujo a convertirse en el Jugador Más Valioso del certamen
Desde descifrar el griego en palabras y gestos, tomar sorbos de café sin gustarle o mantenerse expectante en una carretera bloqueada por manifestantes, Rolando Cepeda Abreu debió “atacarlo” todo en su bautizo de fuego en el voleibol profesional.
Por unos siete meses creció sobre la net algo más de sus 1.98 metros de estatura. Aprendió por obligación el arte de cocinar, sobre todo frijoles cabaiguanenses que tuvo a bien llevar consigo. Lidió con las letras del alfabeto de Aquiles, pero aprobó el riguroso examen con notas sobresalientes.
Con el traje del club PAOK se erigió campeón y obtuvo el pergamino de Jugador Más Valioso de la Liga Profesional de Grecia. Para lograrlo, en la eliminatoria se ubicó tercero entre los máximos anotadores con suma de 407 puntos y luego lideró esa casilla en la final con 101.
Escambray le roba unos minutos del escaso tiempo que le dispensó a su tierra para hablar en español de esta, su otra graduación.
“Es lo mejor que me ha pasado, siempre lo luché, se me dio la oportunidad y la aproveché, realmente fui de menos a más. Al llegar marcaba cinco o seis puntos por partido porque no estaba habituado al juego diario, pues en Cuba solo es entrenar y entrenar. Allá entrenaba dos horas, jugaba miércoles en la Champion y fin de semana en la Liga”.
¿Cómo asimilaste la adaptación?
Por la base que tengo de Cuba, sobre todo en la preparación. Llegamos en octubre y en enero tenía mi rendimiento adecuado. Al principio me decía: no puedo creer que esto me pase, soy jugador de 20 puntos y anoto tan poco”, pero terminé como líder.
En lo personal tuve que lidiar con cosas a las que no estaba acostumbrado como a cocinar, después mi familia estaba conmigo y todo fue mejor. También de vez en cuando tomé un poquito de café, algo que no hago en Cuba.
¿Qué tan brusco fue el choque en el terreno?
Me costó un poco de trabajo por el idioma, no hablaba inglés ni griego y no me podía comunicar con el pasador ni con el auxiliar y eso me golpeó. Cuando me veía solo en la habitación, sin hablar con nadie, como al mes dije: me vuelvo loco con esto, tengo que cambiar, pero luego la comunicación fluyó mejor. Aprendí un poco de griego y de inglés y los obligué a que aprendieran un poco el español, empecé el bonche con los jugadores y funcionó.
Tanto que terminaste como su líder.
Fui adquiriendo mayor responsabilidad, perdí dos copas que fue como el golpe completo. Me dije: tengo que hacerlo, si no no juego voleibol. Cuando llegaba el tanto 24 le decía al pasador: dámela, que esto es mío. Aquí asumo ese liderazgo, del tanto 20 para alante es mi problema.
La liga griega no es de las más exigentes. ¿Qué puedes decir sobre eso?
No es un liga muy dura, pero para mí fue lo mejor, nunca había podido realizar el juego diario, acá solo tenemos dos competencias al año con unos cinco partidos, me sentía bien, pero ya cuando comienzas a jugar diario no es lo mismo, por eso muchos atletas tienen nivel, experiencia; algunos cuentan con 30 o 40 años de edad, como el pasador que es excelente.
Dicen que en el mundo de los ciegos el tuerto es rey…
Me impuse por mi fuerza. Al principio pensé que era fácil; sin embargo, con el paso de los días me di cuenta de que no hay nada fácil. Yo atacaba, pero bloqueaban bien y, además, logran buena ubicación en el campo de juego, cualidades que poseen porque hay muchos videos y entonces te estudian mucho.
¿Qué te dejó la liga, además de lo útil del juego diario?
Primero, la experiencia y también cosas del entrenamiento que son diferentes; por ejemplo, no hacen tanta pesa, sí muchos ejercicios nuevos que te fortalecen el cuerpo. De ahí que mi primer temor era lesionarme, pero gracias a Dios no ocurrió, solo un poco de dolor en el hombro, que se me quitó con descanso. No obstante, jugué tres torneos en uno y no tenía cambio a pesar de participar en más de 40 partidos, llegué a promediar 25 puntos en juegos de tres sets. Por eso me hizo sentir muy feliz el premio de Jugador Más Valioso, es lo mejor que pudo pasarme.
¿Ya tienes otro contrato?
Sí, con el club Rush and Cash, de Corea del Sur por 300 000 euros. Empieza el primero de agosto, pero por la olimpiada iré después. Ellos me vienen siguiendo, el entrenador del equipo fue jugador y mostró interés por mi estilo de juego. Se compite bien fuerte de octubre a abril y solo contratan a un extranjero por equipo. Esa liga se caracteriza por el juego rápido y el constante movimiento de los asiáticos, se entrena muy fuerte y me han dicho que hay muchos lesionados, pero igual hay que prepararse y cuidarse, estaré como opuesto, que es el eje central, pues más del 70 por ciento de las bolas son para esa posición.
¿Cómo te sientes con el boleto olímpico ya en el bolsillo?
Lo más grande que me ha sucedido, y ese logro es más significativo al no haber estado en las dos ediciones anteriores. Al llegar a Canadá con un equipo nuevo, te digo de corazón que nunca pensé que clasificaríamos, en especial por la calidad de los canadienses. Hablé con los muchachos y les dije: este es el momento. Sobre todo para mí, pues era el último clasificatorio por mi edad. Ya estaba en Grecia y lo agradezco porque en esa liga vi e hice cosas que no había hecho nunca. Siempre dije que para elevar el nivel necesitábamos del juego diario y así fue. No solo yo, sino otros como Osmani Uriarte que estuvo en Turquía y Javier Jiménez, que lo hizo en Grecia, aportaron a la causa. Le ganamos 3-0 a Canadá, resultado que ellos nunca imaginaron.
Contratos y olimpiadas, ¿cómo repartir fuerza y responsabilidad?
La responsabilidad es grande porque tienes que jugar en una liga y hacerlo bien; luego regresar y hacerlo mejor todavía con tu país, es un reto que puedes lograr con disciplina y dedicación, no estoy lesionado y eso es fundamental. La olimpiada será dura, pero lucharemos igual.
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