Este 28 de enero, como cada año, niños y adolescentes espirituanos, salieron a desfilar para evocar la figura del Apóstol
No porque haya un busto en cada escuela acompañado de uno de sus pensamientos es que lo amamos. No porque oímos de sus relatos desde niños es que deseamos ser cómo él. Es algo espontáneo. Surge el día que aprendemos a recitar “cultivo una rosa blanca” y nos acompaña en cada clase de Historia de Cuba y en cada enero cuando encendemos antorchas para honrarlo.
“Cuando alzo mi voz para homenajear al Maestro siento una emoción que no puedo explicar”, fueron las palabras de Dianny Lys Rodríguez, alumna de la secundaria básica Ramón Leocadio Bonachea, quien se levantó temprano al igual que otros niños espirituanos que vistieron disfraces de los personajes de Martí o llevaron carteles con su rostro y sus consignas para desfilar por todo el paseo hasta el parque Serafín Sánchez.
Múltiples fueron las iniciativas que mostraron los educandos: los más pequeños acompañados de sus padres gritaban sin coordinación los versos del Apóstol; jinetes sobre caballos blancos presentaron la llegada de cada escuela al parque, bailes con sombrillas, hombres sobre zancos, artes marciales y hasta sombreros con la bandera cubana al más puro estilo del grupo Qva Libre.
Todo era real. El espíritu martiano no se evocaba a fuerza de repetirlo, podía sentirse, Martí era para los niños algo más que el Héroe Nacional, era su amigo. “El amor, madre, a la Patria no es el amor ridículo a la tierra”. Otra vez, consignas, gritos, aplausos, lágrimas.
Los extranjeros que visitaban la ciudad se miraban absortos mientras comprobaban la empatía que sienten los niños cubanos por sus héroes, por su bandera, por su Patria.
Dunierky Díaz Medina, director de la ESBU Ramón Leocadio Bonachea, expresó que su escuela se preparó durante todo enero para poder darle al Maestro el homenaje que merecía. Comentó además, que el tributo no podía culminar allí, había que trasladarlo a las escuelas, a los barrios, a las casas.
A 163 años del natalicio del más universal de los cubanos, en la villa espirituana las condiciones del tiempo quisieron oscurecer la imagen del Apóstol; pero, ¡cómo apagar las ganas de los que, con todo sentido y razón, aún empapados en agua, fueron a agradecerle o, mejor, fueron a resucitarle!
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