Apretó el puño en la mesa para contenerse. Por un momento, le tambalearon las piernas. Palideció. Suspiró, resignándose. Por primera vez en 95 años, a mi abuelo se le escapó una lágrima delante de mí, al saber que Cuba amanecía sin Fidel
Mientras la isla se arropaba de negro, mi abuelo dormía. Tal vez por eso no ha parado de escudriñar hoy en la prensa, no se ha perdido un minuto frente a la televisión, acaso para convencerse de la noticia que este caimán posado en el Caribe todavía no puede ni quiere aceptar.
Este es el silencio más incómodo de todos. El silencio del que emerge incólume la silueta de un guerrillero con la mirada puesta en el futuro, vestido de verde olivo, abrazando la isla, su isla.
Resurge la imagen del hombre de barba encanecida que cargaba a los niños mientras caminaba por los senderos de una comunidad de nombre impronunciable; del hombre que posó sin reservas para Oswaldo Guayasamín; que hizo de un país entero su proyecto de vida; la imagen del “caballero que siempre se batió por los perdedores”, como lo definieron cierta vez.
Algo místico debe habitar en alguien para sobrevivir a más de 600 atentados, para sortear mil talanqueras y no cejar en el empeño de convertir un archipiélago apenas perceptible en el orbe en referencia para el mundo entero, para no sucumbir ante molinos feroces…
“El hombre más grande que ha parido Cuba en el siglo XX se nos fue, hijo, se nos fue”, dijo mi abuelo media hora después del trance, antes de disponerse a vivir su duelo.
Él, que también vistió de miliciano para irse a la montaña; que desde joven se sumó al Directorio Revolucionario y combatió en Trinidad aquel 28 de diciembre de 1958 para apoyar desde la villa el plan del Comandante de levantarse en pie de lucha para la liberación final, le reprocha a la vida no haber conocido frente a frente al hombre que lo hizo profesar su única religión: la libertad.
Ajeno a tecnicismos de las redes sociales, mi abuelo me preguntó qué es una etiqueta, qué es Twitter. Yo traté de traducirle a su idioma.
“Entonces esas frases de #HastaSiempreComandante #FidelCastroInvencible son etiquetas, ¿no? Pero, fíjate, si vas a escribir algo para el periódico, pon esta —la señaló—. Me gusta más porque Cuba llora, pero #FidelVive”.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.