La presidenta Dilma Rousseff denunció que en Brasil está en curso un golpe contra la democracia y reiteró que jamás renunciará al mandato otorgado por la mayoría en las urnas
Yo preferiría no vivir este momento, pero algo debe quedar claro: me sobran energía, disposición y respeto a la democracia para enfrentar la conjura que amenaza la normalidad constitucional y la estabilidad del país, subrayó en un encuentro con juristas.
Rousseff advirtió que las asonadas golpistas pueden describirse con muchos nombres, pero serán siempre lo mismo, la ruptura de la legalidad. En este caso, no caben medias palabras, lo que está en curso es un golpe contra la democracia, remarcó.
Precisó que esa amenaza a la normalidad constitucional y estabilidad democrática de la nación tiene varias partes y una de estas es el proceso de impeachment contra su mandato que lleva adelante la Cámara de Diputados, pues éste carece de base legal.
No cometí ningún delito previsto en la Constitución y las leyes para justificar la interrupción de mi administración, dijo y enfatizó que quien es condenado por un crimen que no cometió sufre una injusticia brutal.
Ya padecí eso antes, durante la dictadura, y lucharé para no ser víctima de nuevo, ahora en plena democracia, apuntó.
La jefa de Estado denunció asimismo la llamada estrategia de «cuanto peor, mejor» que desde el comienzo de su segundo periodo de gobierno llevan adelante quienes todavía no se conforman con la derrota electoral de 2014, convirtiéndola en una acción sistemática, anti-republicana y antidemocrática.
Aludió también a la amenaza que representa para la democracia cuando alguien encargado de impartir justicia opta por incumplir las leyes y la Constitución, o cuando asume como meta condenar a un adversario en vez de actuar apegado a derecho y con imparcialidad.
En estos momentos espero escuchar el sonido del martillo de la Justicia siendo batido por jueces, magistrados y ministros sensatos, serenos e imparciales, enfatizó.
Dilma Rousseff se refirió de igual modo a hechos que debilitan al aparato judicial, como la filtración de delaciones, la violación de las prerrogativas de los abogados, o la grabación de las conversaciones de la Presidenta de la República sin la debida, necesaria e imprescindible autorización del Supremo Tribunal Federal.
Cuando todo eso ocurre hay una nítida tentativa de rebasar los límites que separan el Estado democrática de derecho del Estado de excepción, ya sea este último una dictadura militar, un régimen policial, o un autoritarismo disfrazado, alertó.
La mandataria reconoció que las instituciones de Brasil son hoy más maduras, lo cual crea condiciones para superar este momento de crisis. Pero se también, insistió, que está forjándose una ruptura institucional en los sótanos de la baja política.
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