Niños con derechos (+fotos)

El Estado cubano garantiza a los pequeños una infancia feliz, aunque en algunos espacios sus derechos son vulnerados en el plano de la relación social y familiar “Llévame la mochila… pesa mucho”, rogó él justo en el instante en que yo contemplaba la carga que se sostenía con dificultad sobre

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Nuestros menores tienen derecho a obrar en concordancia con sus intereses. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

El Estado cubano garantiza a los pequeños una infancia feliz, aunque en algunos espacios sus derechos son vulnerados en el plano de la relación social y familiar

“Llévame la mochila… pesa mucho”, rogó él justo en el instante en que yo contemplaba la carga que se sostenía con dificultad sobre su hombro izquierdo. Se desplazaba trabajosamente por la acera angosta, a la salida de su escuela. Detrás iba la hermana, de unos cinco años, quien se quejaba de un dolor. “Ella estaba diciendo que le duele la encía”, agregó él. “Pero ella siempre espera a que…”, musitó la madre en tono de reproche, sin detenerse a atender un pedido u otro. Entonces me di cuenta de que el niño tenía su brazo derecho enyesado.

Escenas como esa últimamente se me presentan a diario. Días antes había sufrido durante unos tres minutos, mientras caminaba, junto a una menor de no más de tres años que repetía constantemente, entre lágrimas: “Mamá, me duele la manito”. Hablaba de la misma mano por la que la joven que la acompañaba la sostenía con fuerza.

Comparadas con los maltratos de que a diario son objeto muchísimos menores en otras partes del mundo, las vivencias referidas parecen minucias. Pero estamos en Cuba, donde, afortunadamente, la mayoría de los aspectos contemplados en la Convención sobre los Derechos del Niño están resueltos, y ni qué hablar sobre los aludidos en sus dos protocolos facultativos: el primero, relativo a la participación de niños en conflictos armados; el segundo, tocante a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de estos en la pornografía. Así las cosas, los razonamientos tienen que enfilarse, inobjetablemente, por otro cauce.

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A los especialistas en el tema les preocupa lo que parece ser una tendencia: no respetar los espacios u horarios de los niños. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

“En nuestra sociedad no hay percepción a veces de cuándo se están violentando los derechos de la niñez, porque los enmarcan en las faltas más graves, para las cuales existe un respaldo desde el punto de vista de la legislación penal”, advierte la licenciada en Derecho Shirley Ricardo Castrejes, coordinadora provincial del proyecto Por un mundo al derecho y jefa del Departamento de Asistencia Legal en la Dirección Provincial de Justicia. A seguidas, argumenta que las violaciones más cotidianas son menos perceptibles, aunque igualmente perjudiciales para los menores, y trae a colación una larga lista de ejemplos.

La Convención sobre los derechos del niño, aprobada el 20 de noviembre de 1989 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y puesta en vigor en septiembre de 1990, contiene 54 artículos repartidos en cuatro grupos de derechos fundamentales, por cuyo cumplimiento el Estado debe velar: protección, seguridad, participación y desarrollo.

Según la jurista, aún no existe una respuesta legal para situaciones en que los menores son maltratados en el seno de la familia. Se habla de desatención en uno de los artículos, dice, pero no queda claro qué hacer cuando resultan afectadas la integridad corporal y la estabilidad sicológica de los niños. “A veces los padres cometen esas violaciones y se sienten en el derecho de hacerlo, esas cuestiones están en estudio”, acota.

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En Cuba los aspectos contemplados en la Convención sobre los Derechos del Niño están resueltos. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Garantizarles la cobertura de sus derechos elementales a la vida, la salud, la educación y el desarrollo de sus capacidades no es un problema. La alarma aparece a la hora de mirar al cómo se procede en determinadas situaciones. A los especialistas en el tema les preocupa lo que parece ser una tendencia: no respetar los espacios u horarios de los niños. “Cada vez que se programe una actividad debe tomarse en cuenta el grupo de edades de ellos y no afectar el tiempo de descanso, la alimentación e incluso el horario docente, que en ocasiones se trastocan en función de determinados actos o conmemoraciones”, ilustra Shirley.

De un tiempo a la fecha, algunos excesos que parecieran estar justificados laceran el buen desarrollo de nuestros menores. Si se lee el Artículo 31 de la Convención… puede corroborarse: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”. Convocarlos por asuntos diferentes a esos fines en los lapsos concebidos para ellos es un modo de violentarlos.

Harina de otro costal son los criterios de los niños, ignorados muchas veces por la familia a la hora de tomar una decisión como, digamos, un cambio de domicilio, que implica transformarles el entorno social, sus amigos y hasta su escuela.

Harina de otro costal son los criterios de los niños, ignorados muchas veces por la familia a la hora de tomar una decisión como, digamos, un cambio de domicilio, que implica transformarles el entorno social, sus amigos y hasta su escuela. También en las instituciones escolares se infringe lo estipulado cuando se les transmiten criterios negativos acerca de sus padres o se les juzga por la actitud de estos.

Fomentar políticas y hábitos en los que tanto la familia como la sociedad muestren el debido respeto a ese derecho es, por lo visto, asignatura pendiente. De acuerdo con lo explicado por la también directora del Centro de Referencia de los Derechos de la Niñez —abierto al público desde el año 2000 en la calle Martí No. 52 Sur, entre Ernesto Valdés Muñoz y Raimundo de Pisa, Sancti Spíritus—, subsiste igualmente el irrespeto a la libertad de asociación, refrendada en el documento. Nuestros menores —según la Convención lo son hasta los 18 años— tienen derecho a obrar en concordancia con sus intereses, aunque nadie desconoce que siempre deberá existir un control sobre con quiénes se reúnen para que ello no les afecte.

Un niño o una niña pueden ser maltratados de muchas maneras, incluso a la hora de llamarlos al orden. Cargas negativas de las personas trasladadas a los espacios públicos se vierten muchas veces sobre ellos inconvenientemente. En ocasiones se les convierte, además, en instrumentos para ventilar discordancias a la hora de la separación conyugal.

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En las instituciones escolares se infringe lo estipulado cuando se les transmiten criterios negativos acerca de sus padres o se les juzga por la actitud de estos. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

He sido receptora de inquietudes provenientes de padres cuyos hijos se mueven en el mundo del arte. En el esfuerzo por que la actividad donde van a cantar, tocar o actuar resulte del mayor lucimiento, se han descuidado los intereses de los más chicos, entiéndase horario, merienda, condiciones de espera, etc.

“El niño no está obligado a responder; si no quiere, no hay por qué violentarlo, eso pasa en las primeras edades en instituciones estatales. Tampoco se le debe imponer opiniones o manipular las de él. Mientras más informado está, más criterios propios se forma; es franco y no autocensura su pensamiento”

No menos importante resulta otra de las garantías por cuyo cumplimiento debe velarse al pie de la letra: respetar lo que dicen o lo que no quieren decir cuando se les pregunta algo. “El niño no está obligado a responder; si no quiere, no hay por qué violentarlo, eso pasa en las primeras edades en instituciones estatales. Tampoco se le debe imponer opiniones o manipular las de él. Mientras más informado está, más criterios propios se forma; es franco y no autocensura su pensamiento”, explica la especialista.

Recordé, mientras la escuchaba, varios pasajes: el del hijo de una amiga tildado de problemático en la escuela por emitir un juicio “excéntrico” acerca de un hecho, el del adolescente que acudió a los servicios legales ante la discriminación de que era objeto debido a su orientación sexual, y el de la madre en la acera, incriminando al niño por haberse caído del contén. Definitivamente no lo era, pero su pregunta sonó como una autorreflexión: “¿Tú estás comiendo bolas?”.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. Saludos:

    Hermoso trabajo.Existen padres que se olvidan que fueron niños, u otros que quieren hacer responsable de su niñez a los niños de estos tiempos.

    Aqui en la habana es muy deprimente las acciones de muchos padres y personas mayores hacia los niños.

    Escudandoze en «»su mala formacion o inmadurez» se enseña a los niños y niñas a ser personas groseras, irrespetuosas, etc,etc., a que sean hombres y mujeres antes de tiempo.

    Se habla de los tribunales para los delincuentes, sin embargo parece que esta prohibido hablar de leyes y tribunales para quienes laceran a la niñez en este pais.

    Pienso que no hay necesidad de esperar «que alguien desde el extranjero » le diga a los cubanos como deben atenderse correctamente a los niños en este pais

    • La educación es un tema cubano y no hay nadie del extranjero que le diga a cubanos lo que deben hacer…..A! Y eso no tiene que ver nada con el bloqueo.

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