23 de mayo de 1985. Es la primera vez que un Jefe de Estado concede una entrevista sobre el tema de la religión. Sobre todo el Jefe de un Estado revolucionario y marxista-leninista
Llovía muy fuerte en la Habana, apenas las nueve de la noche y Fidel Castro Ruz aún no terminaba su jornada laboral. Aquel día, según Frei Beto, Fidel concluía una reunión con Vilma Espín. Luego, el fraile dominico brasileño se pondría cómodo en la mesa rectangular de reuniones del despacho del Comandante donde se fraguó aquella entrevista al calor del café y los tabacos.
Cinco años tenía el judío, como le llamaban antes de su bautizo, cuando Lina, su madre, lo mandó a Santiago de Cuba para que aprendiera a leer y escribir. Y fue allí donde, por azares de la vida, el pequeño Fidel sería bautizado por su padrino, el Cónsul de Haití, quien se había casado con Belén, la hermana de su maestra.
Fidel Castro nunca olvidaría entonces el agua bendita de la Catedral de Santiago. Tal vez, aquel ritual fue el primer paso para convertirlo luego en el hombre más sagrado para muchas generaciones de cubanas y cubanos, en esa especie de Dios que sobrevivió a miles de atentados o en el “Guerrillero del tiempo” que una vez se quedara solo y de pie frente a la balas del Cuartel Moncada.
Noventa años cumple ahora el caguairán de verde olivo. Cuántas leyendas para contar de quien ya ha sido absuelto por la historia: la del teniente batistiano que le salvó la vida una mañana de Santa Ana al desafiar las órdenes de los esbirros, las batallas en la Sierra, sus jonrones en la pelota y tantas otras.
Fidel Castro está de pie, aún lleva estrellas y laureles en los hombros sobre los que vienen a posarse las palomas. Bendita entonces aquella agua santiaguera, bendita su madre Lina y bendito Ángel, su padre, por legarnos la luz, la guía, el Pastor de los humildes y por los humildes.
Dios Bendiga a Fidel. ¡Felicidades Comandante!
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