Dichoso el que pueda despertarla este domingo con un abrazo, con un beso apretado en la mejilla; dichoso quien pueda ofrecerle tan solo el inmenso regalo de la felicidad.
Virtuoso el que la ame sin medidas ni fronteras, el que sea capaz de descubrir el mundo apenas con aprender a reverenciar su dulce nombre.
Generoso el que no la cambie por nada ni por nadie de ningún rincón del universo; el que venere, por sobre todas las fortunas, un consejo de sus labios que siempre lo conduzca al mejor de los caminos.
Se dice madre y se dibujan los colores más tiernos de la vida. Desde el origen misterioso de su vientre amanece la luz que solo se apaga el día final de la existencia. Y acaso brille siempre en lo más íntimo del alma que no deja de latir, en el proyecto inconcluso, en la sabia virtud de su enseñanza.
Sensibilidad exquisita, dolor inconsolable… la describió Martí con la precisión de los orfebres; cada hijo lo sabe, cada hijo busca siempre el camino de regreso a los brazos que nunca tendrán cerrojos para sus alegrías o sus lágrimas.
Mayo le reserva su domingo, la primavera compartida, porque no hay más bella flor que su sonrisa. Ni resguardo mejor que su hombro, ni regazo más tierno que todo el tiempo de su mundo para alimentar las esperanzas. Basta una palabra, madre, para que se derrumbe lo imposible.
Y la ternura se multiplica en frutos que cultivan otras plantas para sembrar y de nuevo renacer. Vida anhelada, altar cimero del amor, reino infinito…
No alcanzarán las gracias para darle por esa fuerza gigantesca que no cree en barreras o distancias; no bastarán los días para devolverle gratitud a cambio de su tesoro de afectos.
Con ella he aprendido a levantarme y a caer. Dichosa me declaro hoy, que puedo abrazarla. ¿Qué será de mí el día que me falte, la mañana en que no pueda despertarla con un beso?
Felicidadez a todas las madres con pastelitos y rosas digitales……….