Félix de la Cruz Noyola Pardillo fue uno de los más de 800 alumnos de la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas que se graduaron en combate
Uno escucha el testimonio de Félix de la Cruz Noyola Pardillo, curtido veterano del Partido Socialista Popular, luchador clandestino y guerrillero luego en el lomerío de Guamuhaya a las órdenes del Che, y salta a la vista que este miliciano de la Limpia del Escambray confiere importancia especial a su paso por la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas, porque con ella fue a Girón y allí se graduó bajo las balas como oficial de nuestro ejército.
“Fue una graduación para siempre —acota Loyola— porque después estuve en la LCB hasta su conclusión victoriosa en 1965, cumplí misión internacionalista en Angola, dirigí tropas, fui oficial de Información, alcancé los grados de teniente coronel y asumí la tarea de organizar las MTT en Cabaiguán, Sancti Spíritus y Jatibonico, donde me retiré el 16 de julio de 1983”.
En la vorágine de los primeros tiempos, ¿cómo llega usted a la Escuela de Responsables de Milicias, cuáles requisitos exigían?
Yo estaba destacado en el Escuadrón del Ejército Rebelde aquí en Sancti Spíritus, pero provenía de la Juventud del Partido Socialista Popular y la confiabilidad era uno de los requisitos básicos. Al faltar dos compañeros que tenían que ir para el Pico Turquino, el capitán Alberto Torres —hermano del Comandante Félix Torres— que era el jefe del Escuadrón, y Gelasio León Alonso, ambos militantes, nos designaron para esa misión de formarnos como cuadros revolucionarios para nuestras fuerzas armadas.
Así fuimos al Turquino, que subimos varias veces, y del Turquino nos enviaron a pasar la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas, cuyo claustro casi completo había vencido esa prueba.
ACADEMIA MILITAR OBRERA Y CAMPESINA
Cuando Félix de la Cruz llega a la Escuela, ya se había graduado allí el 24 de noviembre de 1960 el primer curso de oficiales de milicias que, por primera vez en América estaba constituido casi totalmente por obreros, aunque también había campesinos, lo que garantizaba una futura oficialidad con mentalidad progresista.
¿Cómo describiría usted la Escuela de Responsables de Milicias?
Se trataba de un centro muy estricto, donde se aplicaban nuevos métodos y José Ramón Fernández era un oficial de amplios conocimientos. Él supo preparar a los cuadros y, además, los jefes de compañía, casi sin excepción, procedían de academias militares y se habían graduado con un nivel educacional más alto que nosotros.
GIRÓN: BATIENDO EL COBRE
En la madrugada del 17 de abril, la escuela matancera fue levantada por alarma de combate y, por orden de su jefe, el Gallego Fernández, sus 875 hombres montaron en camiones requisados y partieron en composición de batallón reforzado en dirección al Central Australia, donde él los esperaba, procedente de La Habana.
Del ingenio fueron enfilados de inmediato en la dirección de Pálpite-Soplillar, donde se habían lanzado paracaidistas mercenarios y estaba en juego el control de una de las tres carreteras que atravesaban la Ciénaga. Noyola que iba como sargento mayor de la 5ta compañía entró pronto en el área de combate y afrontó, junto a sus compañeros, el mortífero fuego enemigo.
UNA TRISTE MISIÓN
En los días previos a la invasión mercenaria, Félix había hecho amistad con un afable jefe de compañía de oficio dirigente obrero, nombrado Claudio Argüelles Camejo. Los jóvenes compañeros de ideales no intuyeron entonces la posibilidad de la muerte, pero a primeras horas del 18 de abril el espirituano fue llamado para una dolorosa encomienda: trasladar al “Australia” el cuerpo destrozado de Argüelles, que había sido víctima de un B-26 enemigo.
¿Y qué pasó con los paracaidistas mercenarios?
Los arrollamos, los vencimos. Unos se dispersaron huyendo por montes y pantanos y a los otros, los que no cayeron allí los fuimos cogiendo poco después.
GIRÓN, INSTANTES POSTREROS
Cuando iniciamos el avance ya habían entrado procedente de La Habana la Columna No. 1 del Ejército Rebelde y otras unidades. Yo iba con un equipo de comunicaciones al lado del jefe de mi compañía. Fuimos casi los primeros que entramos a Girón, a donde arribamos combatiendo en la tarde del 19 de abril de 1961.
Al llegar a la playa, una parte de mi compañía fue designada para recoger el armamento y, a la vez, custodiar a prisioneros. Yo estuve entre los elegidos para conducir esos mercenarios —unos 1 200— a la fortaleza de La Cabaña, bajo el mando de oficiales habaneros.
Por esa razón fui uno de los últimos en regresar a la escuela, ya avanzada la segunda mitad de abril, y mis compañeros pensaban que me habían herido o estaba muerto. Se juntaron en ese instante, la alegría del reencuentro y la satisfacción por el deber cumplido.
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