Más allá de la confrontación deportiva de nueve innings, el juego entre Cuba y el Tampa Bay Rays dejó otros mensajes
Después de vivir un día intenso, uno de los más en sus 70 años, el estadio Latinoamericano puede rugir feliz. Fue la de este martes una jornada de emociones, simbolismo y amistad.
Raras veces una derrota del Cuba no se sintió como un cubo de agua fría sobre el graderío del coloso habanero, reluciente por demás, quizás por esperada ante un elenco, que sin ser de los más sonados de las Grandes Ligas, mostró una concepción exacta de los fundamentos lógicos del béisbol.
Quizás porque antes del comienzo, todos sabían que se trataba de un juego distinto, diplomático, como le han tildado algunas cadenas de prensa. Y fueron esos, ni más ni menos los hilos que condujeron los nueve innings del team Cuba y el Tampa Bay Rays, que tuvo en su preámbulo un diálogo de gestos entre jugadores y público, también de palabra, de música, de banderas…
Ni la derrota 4-1 logró apagar el espectáculo que se vivió en las gradas y en el terreno. Desde arriba se premió con aplausos las jugadas que llegaron a ratos. Desde abajo, aún “entre amigos”, se jugó a ganar, aunque los visitantes nos demostraron otra vez los tramos que nos quedan para escalar algunos peldaños hacia ese otro béisbol: que no se puede “robar” tanto terreno en primera si estás debajo en el marcador y no se es un corredor hábil, que no se puede voltear la espalda en los jardines si hay jugadores en base, que hay que despabilarse más detrás del plato ante un equipo rápido.
Y en sus instantes más trepidantes, la presencia de Raúl y Obama en el graderío, fue una sinfonía de respeto y extraña emoción en el Latino. La afición, puesta de pie desde que el alargue del inicio anunciaba la llegada, compartió aplausos para ambos mandatarios, que replicaron el gesto en señal de gratitud.
Entonces por momentos, nadie atendió mucho las bolas de más de
Yosvani Torres, o la rapidez en el corrido de las bases de los visitantes, una de las claves de la victoria, categórica, pero no aplastante.
Que los lazos del béisbol no entienden de amarres políticos y que se atan desde el corazón y de la sangre, quedó dicho muchas veces: como ejemplos se vivieron el apretón de manos inacabable de Pedro Luis Lazo y Luis Tiant, tras lanzar la primera bola; el intercambio de trajes y abrazos entre ambas novenas al cierre del encuentro, y el efusivo saludo entre el elenco cubano y Dayron Varona, un camagüeyano que se marchó ilegal hace muy poco y ahora abrió róster con el Tampa, aunque en verdad no figure entre sus regulares y solo fuera llevado a él por aquello de las segundas lecturas que siempre quedan cuando se trata de Cuba y Estados Unidos.
Fue este el saldo esencial de ese otro partido, el que se jugó detrás
de las más de tres horas que duró el “oficial”. Ese otro no reparó en
el descontrol del box cubano, ni en la poca productividad de los bateadores con apenas nueve hits. Tampoco en la eficaz combinación de pitcheo y bateo de los visitantes.
Como raras veces ocurre, el Latino no desinfló totalmente sus gradas, que estuvieron llenas, pero no repletas. Mucha gente esperó de pie hasta el cierre cuando Rudy Reyes despachó un cuadrangular para premiar el respaldo.
Ese otro partido se jugó en la intensidad del simbolismo y de la
historia y enseñó los puentes a cruzar.
Existia una razon para que la aficion y el espectaculo de forma general se tornaran diferente??
Totalmente cierto: Fue la primera vez que se jugo vs los «americanos» sin sentirlos como enemigos.
Gano la razon.
toda la razón, senti lo mismo por primera vez queria que ganara Cuba pero sin verlos como enemigos como las otras veces.
respeto en el terreno y camaraderia por ambos equipos.
seran aires de cambio?
por primera vez queria que ganara el que mejor lo hiciera