Desde esta madrugada de jueves el pueblo espirituano tomó las calles para esperar a Fidel, porque él vive y vivirá siempre en el corazón de los cubanos, en cada obra social que realizó.
Orfelina Jiménez Hernández nació y se crió en San Bosco, una zona ganadera en las afueras de la ciudad de Sancti Spíritus, distante unos cinco kilómetros de la capital espirituana. Por nada del mundo dejaría de estar junto al pueblo para despedir a Fidel. A pie salió a las cuatro de la madrugada para la ciudad, ella conoció y atendió al Comandante en Jefe en múltiples ocasiones, en la casa donde él se hospedaba en sus visitas sistemáticas a Sancti Spíritus.
En cualquier rincón del mundo se podrán escuchar los testimonios de estas personas de pueblo, contadas al periódico Escambray esta madrugada, cuando se desplazaban por las calles rumbo a los lugares donde van a esperar el tránsito de las cenizas del Comandante en Jefe, para darle su despedida en el viaje que emprendió hacia la eternidad.
El 6 de enero de 1959, cuando Fidel se dirigía hacia La Habana, para emprender la verdadera Revolución, como él mismo dijo tras haber alcanzado la victoria al frente del Ejército Rebelde, expresó desde la escalinata de la antigua Sociedad El Progreso, convertido en Biblioteca Pública: “Si las ciudades valen por lo que valen sus hijos, si las ciudades valen por lo que se han sacrificado en bien de la patria, si las ciudades valen por el espíritu y la moral de sus habitantes, por el fervor de sus hijos, por la fe y el entusiasmo con que defienden una idea, Sancti Spíritus no podía ser una ciudad más”.
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