Para el joven espirituano Raúl Cué Echemendía resulta una necesidad llevar al lienzo lo que encuentra a su paso por Sancti Spíritus y Cienfuegos
Aún recuerda con la intensidad de los colores originales cuando apenas levantaba una cuarta del piso la respuesta que ofrecía al preguntarle qué sería de “grande”. “Maestro o pintor”, ni titubeaba. A esta altura poco sabe por qué esa dualidad, mas, al parecer no estaba errado y hoy Raúl Cué Echemendía se debate entre ambas labores, aunque con una maestría muy propia logra imbricarlas.
“Cuando se enseña, se aprende constantemente. Todo el tiempo tienes el reto de prepararte porque los estudiantes te lo exigen. Dar clases de artes plásticas es ir más allá de demostrar cómo es una técnica o tendencia determinada. En el aula se da un dinamismo, al cual debes llegar con todos los conocimientos”.
Se dice que todo maestro tiene un librito para enseñar. ¿Cómo es el de Cué?
“Trato de hacer un taller abierto y, de esa forma, borrar un poco las fronteras de que yo soy el profesor y tú eres el estudiante. Realizo mis obras en la escuela. Ellos están todo el tiempo en la creación de mis piezas. Muchas veces me ayudan a montar mis lienzos, a dar un color determinado. Estamos en una constante dinámica. Aspiro siempre a confraternizar como artista, que al final es por lo que estamos ahí”.
Esa filosofía del artista-pedagogo muy al estilo de Raúl Cué la pone a prueba cada semana en la Escuela Provincial de Arte Benny Moré, de Cienfuegos. Mas, no olvida la herencia bebida de sus profesores en la otrora Academia de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera, de Trinidad.
“Ese centro fue fundamental. Allí interactué por vez primera con el arte de manera profesional y aprendí básicamente todo: cómo afrontarlo, estudiar e investigar. Tuve excelentes maestros porque, además de aprender el abecé para crear, sin dudas, resultó el lugar donde de verdad me picó el bicho y me dijo: esto es lo que vas a ser para el resto de tu vida. Y lo asumí”.
A la vuelta de varios años, ¿añoras las jornadas de creación en la academia trinitaria o consideras que fue acertada la decisión de su cierre?
“No fue oportuno, primero por su historia, al ser una de las más longevas e incluso hasta su misma infraestructura. Quizá, sí había que intentar arreglar algunos asuntos internos, pero no quitarla. Sigo pensando que resultó muy brusca esa decisión. Trabajo en Cienfuegos y me cuesta no reconocer sus potencialidades. Somos un claustro muy joven, apenas dos rebasan los 40 años, pero todos tienen mucho talento y con una obra artística bastante activa”.
El laborar en Cienfuegos le roba muchos días en esa urbe encantada con el Mar Caribe. Sin embargo, una y otra vez, regresa a los recodos que le vieron correr de pequeño y admiraron sus primeras creaciones.
“Me muevo entre ambas ciudades. Las dos tienen un significado muy especial para mí. Sancti Spíritus tiene la historia de mi niñez, su rica tradición colonial, y Cienfuegos tiene el mar, que descubrí que me hace mucho bien; aunque en ocasiones pueda estar violento, siempre me tranquiliza.
“Necesito sobre todo las ciudades, caminarlas, investigarlas, recorrerlas, hacerles fotos. Pero esto último como un hobby. Me encanta experimentar y crear texturas, a partir de las imágenes que capto de la utilización que muchas personas le dan al zinc, ya sea para dividir dos espacios o la puerta de un garaje. Si los miras desde un punto de vista estético, parecen que han sido intervenidos con un sentido artístico, pero la realidad es totalmente diferente”.
¿Por qué sugerir esa poética que descubres a tu paso por el entorno citadino, mediante el abstraccionismo?
En un momento la figuración me resultó tediosa. Encontré en la abstracción esa manera liberadora que tiene de poder conjugar forma y colores porque te permite hilvanar un sistema artístico y convertirlo en una obra. Desde entonces, no dejo de traducir lo que interpreto a través de la subjetividad y todos los procesos cognitivos.
¿Futuro más inmediato?
Presentaré un proyecto de exposición en la Galería de Arte Oscar Fernández Morera para el 2017. Todavía no estoy contento con el tipo de obra que realizo, pero sí me siento bien, así que seguiré ese camino y, claro, sin abandonar las clases.
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