El pintor espirituano Antonio Díaz Rodríguez relata vivencias relacionadas con la vida del líder cubano
El arte y la cultura en Cuba tienen dos momentos, uno antes de la Revolución y otro después, a partir de las oportunidades que se abrieron con las escuelas creadas y todas las manifestaciones hicieron explosión, en todo ese auge tuvo mucho que ver el pensamiento de Fidel, señala el pintor espirituano Antonio Díaz Rodríguez.
Esas tempranas definiciones que trazó acerca de que lo primero que había que salvar era la Cultura y de que la “Cultura es espada y escudo de la nación”, fue el basamento para la transformación del país, precisa el también llamado Pintor de la Ciudad.
Como reconocido artista de la plástica en Sancti Spíritus, Antonio Díaz vivió más de una vez el acercamiento a Fidel y conoció su sueño en este ámbito de la sociedad.
“Fidel era un enamorado de la Cultura y eso lo demuestra su participación en los Congresos de la Uneac y en múltiples momentos de la vida cultural del país”, refiere a Escambray en la misma ciudad que tantas veces ha pintado y que ahora vive días de callado silencio.
El artista busca en su memoria esa aproximación el líder cubano y recuerda uno de aquellos pasajes. “Una vez en un Congreso llegó por la mañana al Palacio de Convenciones y dijo: ‘Voy a estar un rato con ustedes, anoche dormí poco, después regreso por la tarde’. Pero aquello se fue extendiendo, él siguiendo el hilo a los debates, pasó la hora del almuerzo y, ya a media tarde, dice: ‘Bueno, ya no me voy a ir’; se quedó hasta por la noche cuando hizo las conclusiones”.
Antonio relata que en la década del 80, en un evento de pintores en Topes de Collantes, se seleccionó una obra para entregar a Fidel en un Congreso que estaba próximo.
“Voy al evento con el cuadro, allí la Seguridad lo toma y me dice un compañero: ‘Siéntese donde usted quiera, que le avisamos cuando llegue el momento’. Al rato se me acerca alguien y me señala que vaya para al lado del podio, luego me traen el cuadro y se lo entrego; Fidel me saluda, me pregunta por la obra, le explico; fue un momento fuerte, su personalidad era imponente”.
En la Tribuna Abierta de la Revolución realizada en Sancti Spíritus en el 2002, Antonio Díaz participó, junto a otros artistas, en la confección de un mural. Al finalizar el acto, Fidel fue hasta allí y saludó a los pintores. Al otro día Antonio recibió una noticia, de la que no podía imaginar toda su trascendencia.
“Vino una compañera del Partido y me dijo: ‘Fidel te invita a cenar esta noche’. ¿Aquí en Sancti Spíritus?, le pregunto, y me aclara: ‘No, en La Habana, los carros están esperando’. La cena empezó sobre las nueve de la noche y nos fuimos del Palacio a las cuatro de la madrugada.
“Fue un encuentro amistoso, muy íntimo, estábamos seis pintores de la provincia y seis de La Habana. Fidel fue un anfitrión tremendo, te parecía que era una persona que habías tratado toda la vida. Le dije a Abel Prieto que quería que Fidel me firmara la servilleta, y me dice: ‘Llévasela’, entonces voy y le pido que la dedique a todos”.
Antonio retiene cada instante de aquella noche irrepetible, en la que “se conversó mucho en un ambiente muy cordial, hablamos hasta del helado”.
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