Eneida Pérez Mursulí tuvo el privilegio de conversar varias veces con el Comandante en la década del 60 en la zona de Banao
Tuve el honor de conocerlo en el Plan Banao, a donde venía repetidas veces, rememora Eneida Pérez Mursulí, una espirituana que desde entonces no ha apartado a Fidel de su andar diario de mujer trabajadora y revolucionaria, pues aun jubilada sigue inmersa en tareas del Partido.
En aquel proyecto agrícola impulsado por el Comandante en la década del sesenta del siglo pasado, a la entonces joven Eneida le tocó la encomienda de distribuir las brigadas en las faenas agrícolas y después recibirlas en los albergues.
“Aquello no solo fue un plan para el trabajo agrícola, también fue un programa para insertar a la mujer en la sociedad, se llegaron a agrupar unas 1 200 y Fidel mantuvo un desvelo constante por todo lo que allí se hacía”.
Los años transcurridos no han borrado sus vivencias y lo que más impresionaba siempre a Eneida era aquel intercambio directo de Fidel, en pleno surco. “No hacía diferenciación con nadie, escuchaba a todo el mundo”.
“Se aparecía a cada rato, sin avisar, lo mismo a las once de la mañana que al final de la tarde y si algo le gustaba era almorzar allí mismo en los albergues. Para mí cada visita era una experiencia nueva, porque él preguntaba por todo: ¿qué había de comida?, ¿a cuántas les faltaba el calzado?, ¿cuántas necesitaban el círculo infantil?; te inundaba de preguntas.
“El tenía una preocupación constante por las necesidades de las mujeres que trabajaban allí, se interesaba si hacían falta planchas, radios, máquinas de coser y otras comodidades para que ellas se sintieran bien”.
Su partida nos duele mucho y ahora hay que seguir sus ideas, no abandonar nunca ese camino que trazó, subraya Eneida y añade: “Nunca debemos olvidar que Fidel nos dio a las mujeres un lugar y un poder en la sociedad cubana”.
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