Los planes del gobierno estadounidense respecto a Cuba, narrados desde la óptica de un agente de la Seguridad del Estado que integró las filas de la CIA
Para esta fecha del calendario, según los planes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, no debería existir en Cuba ningún miembro de la dirección histórica del Partido y del Gobierno en los cargos que ocupan. Si lograban lo que pretendían, un grupo no despreciable de personas del todo indiferentes hacia la realidad del país se encargarían de actuar de acuerdo con cálculos milimétricamente realizados, que tomaban en cuenta hasta las aristas menos sospechadas del entorno socioeconómico de la isla. Estarían creadas, con ello, las condiciones para dar el golpe.
¿Qué propiciaría ese estado de cosas?, en primer lugar, un generoso y extremadamente atractivo plan de becas concebido allá por el 2006, que se ofrecería a través de las embajadas europeas, internet y cuantas vías resultaran factibles y estaría dirigido a estudiantes universitarios cubanos. Al regresar de las prestigiosas casas de altos estudios de disímiles puntos del planeta, donde no cursarían ninguna de las especialidades para las que se les eligió, llegarían, eso sí, preparados como agentes de cambio dentro de la sociedad cubana.
Nadie entre esos jóvenes iba a declararse abiertamente desafecto al sistema social del país. Dirían, por el contrario, que eran socialistas, que querían mantener los principios fundamentales de la Revolución y hablarían de cambios, a la usanza de Macri en Argentina. Según lo planeado, el proceso fluiría de tal modo que la gente no se preguntaría hacia dónde iba la nación. Se modificaría el lenguaje, se crearía confusión y en ese escenario los activistas formados en la estrategia del “golpe suave” comenzarían a actuar, lograrían dividir y hasta crear disturbios.
Raúl Capote Fernández, entonces agente de los Órganos de la Seguridad del Estado infiltrado en las filas de la CIA, sería el encargado de liderar el proyecto Génesis, que movería los hilos isla adentro, y uno de cuyos fines era lograr que sus líderes, en un momento dado, se pararan frente a las cámaras de televisión y solicitaran la ayuda del gobierno estadounidense para ocupar el país y acabar con el socialismo en Cuba.
Tal y como lo ha reafirmado Capote en charlas y conversatorios con colectivos juveniles de disímiles provincias cubanas, el plan Bush, que continúa vigente aunque el Presidente Barack Obama no lo haya mencionado en su discurso del Gran Teatro de La Habana, recoge los principios bajo los cuales se consumaría en Cuba esa intervención norteamericana. “Quieren ocupar militarmente el país para quebrar su resistencia”, subrayaría Capote.
Pero antes, mucho antes de tan drástico paso, sucederían demasiadas cosas como para que el pueblo que durante décadas cuidó de su historia continuara pensando de la misma forma. De hecho, los universitarios neutrales eran apenas un componente del complicado engranaje dirigido al bombardeo psicológico.
Otro grupo de personas identificadas como desafectas a la Revolución serían entrenadas, en países escogidos del antiguo campo socialista, con la estrategia del “golpe suave” para comenzar a actuar en el momento que hiciera falta. Junto a ello se concibieron acciones para concretar una fuerte guerra en el terreno de la cultura y de las ideas, que incluyó el cine, la música y otros mecanismos de consumo cultural del país. A modo de ejemplo: siguiendo la experiencia de Yugoslavia se requerían grupos musicales con un alto poder de convocatoria entre los jóvenes como para que se creara, por mandato de la CIA, una situación crítica en un escenario también meticulosamente seleccionado.
Proyectos como Zunzuneo y Piramideo, en su momento denunciados por algunas agencias internacionales, no eran otra cosa que parte del fuerte respaldo tecnológico concebido para acompañar todo el proceso. Pero hay una realidad que desde hace algún tiempo pasó a colorear el contexto nacional, sobre cuyo origen muchos de los cubanos no teníamos la menor idea hasta el momento de escuchar las revelaciones de quienes debían ejecutar los planes. Se trata del famoso paquete audiovisual que cada semana es recibido en miles de hogares a lo largo y ancho de la isla, donde se incluyen desde filmes y series, pasando por toda clase de chismes y noticias, hasta los muy demandados reality shows.
De acuerdo con el mencionado exagente de la Seguridad Cubana, quien tuvo la misión de crear una red inalámbrica con equipos imposibles de rastrear y capaces de conectarse de manera secreta con todos los teléfonos celulares y computadoras de La Habana, el primer proyecto en esa materia nació en el año 2006. Incluía la participación de la Sección de Intereses de los Estados Unidos y se concibió a partir de un estudio realizado por los centros de guerra psicológica de la CIA sobre el consumo cultural de los cubanos. Se aprovechó el negocio por cuenta propia de los discos compactos en DVD que entonces proliferaba en Cuba.
Cuando aquello en la SINA se depositaban paquetes en sobres amarillos, con discos que aglutinaban toda la programación destinada al público interno y los activistas de la contrarrevolución tenían la misión de salir a repartirlos. Penetrados esos grupúsculos por los servicios de inteligencia cubanos, dichos paquetes nunca llegaron a cumplir su objetivo.
Al surgir las antenas para conexión satelital elaboradas “a lo criollo”, un invento cubano que permitía acceder a la televisión norteamericana, la CIA decidió convertir aquello en otro negocio que estaba, de nuevo, destinado a fallar, y en el año 2007 encargó al propio Raúl Capote investigar quiénes fabricaban esos equipos para facilitarles el trabajo y, sobre todo, controlarlo, ya que los cubanos —razona el presunto líder opositor— “estábamos viendo cualquier canal y no la televisión ‘a la carta’ que ellos nos habían elaborado”.
Sin éxito en sus intentos de introducir las antenas parabólicas, acudieron a otra idea que sí prometía fructificar: la de utilizar a las personas que viajaban desde diversos países del continente cargados de paquetes de ropa para venderla en Cuba (conocidos como mulas) para enviar a la isla lo que necesitaban. “El plan consistía en entregarles una memoria externa de un Tera de capacidad con la programación semanal de la televisión y convertir eso en un negocio redondo aquí, en el que ellos pagaban el viaje y esas personas debían solamente usar sus redes de distribución y encargarse de que aquello llegara a todo el país; eso estaba estudiado y la gente lo iba a seguir”, testimonia Capote.
Como se sabe, después muchos viajeros o residentes en el exterior crearon y trajeron sus propios paquetes y lo que comenzó siendo algo dirigido por la CIA, que aún financia buena parte de esos esfuerzos, se convirtió en un negocio cubano que ha llegado a acaparar la mayor parte del consumo audiovisual de hoy dentro del archipiélago. “Una de las cosas que tiene esta guerra es que es la guerra por la conquista de la mente de los hombres, como lo definió la CIA en el año 1947”, ha advertido el especialista en Relaciones Internacionales e Historia, quien hoy se desempeña como director de Comunicación Institucional en el Ministerio de Comunicaciones.
No resulta casual, entonces, que en las 900 series televisivas consumidas acá en los últimos cinco años aparezca el tema Cuba y en todas figure tergiversado en mayor o menor medida. Por desmedido que parezca, podría ser que hasta las reacciones ante cualquiera de los “retos” por los que atraviesan las candidatas de Belleza Latina (no importa si es interpretar a una princesa o meter la cabeza en un recipiente repleto de ranas), o ante los juicios absurdos de la doctora Polo, estuviesen calculadas al detalle. “El fin de todo ello es formar en Cuba al individuo tonto que el capitalismo necesita para prevalecer, al ciudadano que piense exclusivamente en el consumo, ajeno a lo que pasa en el resto del mundo y, por lo tanto, sin pizca de esos valores que por tradición se han inculcado en nuestros niños y jóvenes”, asegura Capote.
Armados con todos estos argumentos, que no sorprenderían en lo más mínimo a quienes nunca han confiado en las fuerzas del poder imperial, ¿puede creerse que resultan casuales los acontecimientos que han tenido lugar después del 17 de diciembre del 2014? Piense y verá que hasta el peluquero de Obama y el resto de los recursos que utilizó para seducir, incluida su cena familiar en una paladar de La Habana Vieja, están insertados en esta contienda. Solo que las balas no se ven, pero vuelan, sin dudas, por el Estrecho de la Florida e incluso aquí, cerca de nosotros.
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