Pintor, dibujante, instalador y poeta, Hermes Entenza resulta un artista que imbrica lo espiritual y lo moderno en un estilo que le trasciende
Pudo haber sido un hombre renacentista con el mayor placer, pero de ese movimiento cultural que trastocó la Europa de los siglos XV y XVI, Hermes Entenza reclama para sí los nexos con lo antiguo; esos símbolos que le han permitido crear, desde sus cuadros, una máquina del tiempo donde los límites del pasado y el futuro se diseminan en la recreación de su arte.
“Pintor, dibujante, instalador y poeta”, así se advierte en su currículo y yo agregaría: un solitario con multitudes dentro, un tímido camuflado en la desenvoltura de sus pinceladas, un soñador prendido a esta villa “con embrujo medieval”.
“Supongo que por ese hechizo siempre vuelvo a Sancti Spíritus. Viví tres años en los Estados Unidos y he visitado Canadá, México y casi toda Europa. En Alemania, por ejemplo, comencé exponiendo mis papiros egipcios y eso tuvo tremendo impacto; cada año vuelvo a ese país para promover mi obra.
“Sin embargo, mi espíritu viajero termina cuando la añoranza por el hogar penetra hasta los huesos. No niego que a veces esta provincia supone un freno para el desarrollo de un artista, por la falta de divulgación o tal vez porque, con voluntades mediante o no, se desaprovechan los espacios existentes que pudieran dar vuelo a la vida cultural…, lo cierto es que yo sería un inadaptado en cualquier otro lugar del planeta”, reconoció Entenza.
De conversar desenvuelto, a pesar de sus reafirmaciones de timidez, este habanero de nacimiento llega al centro del país siendo un niño, gracias a las responsabilidades de su padre como pastor de la Iglesia Bautista.
Una crianza ligada a Dios y el desenfado presente en muchos de sus cuadros, donde inserta elementos de religiosidad, componen la simbiosis de esta alma rebelde. Sin dudas, transgresor de los cánones del hogar, pero con influencias sacras que delinean un estilo propio.
“Me apoyo en elementos del cristianismo, del budismo zen, de la espiritualidad en general. Mi obra toma de aquí y de allá para armar una cosa que no tiene nada que ver con la religión en sí. Tengo referencias religiosas, pero siempre le pongo un poquito de absurdo a mi trabajo para tratar de que todo el mundo se reconozca en él”, advirtió el artista.
En sus manos los cartones de huevos y los periódicos viejos sufren una metamorfosis hasta simular pergaminos, elementos tecnológicos se mezclan con símbolos antiquísimos dentro de sus cuadros; la imaginación distorsiona la realidad y los significados proliferan a merced del espectador.
“Considero que existe una sola temática en el arte. Dicen los teóricos que todos los poemas del mundo son de amor; si aplicamos esto a la obra de arte en general, incluyendo la poesía, las temáticas son las mismas siempre: amor, soledad, odio, esperanza… Creo que no existen más tópicos fuera de estas tres o cuatro cláusulas creadas por el ser humano, que en el fondo tienen que ver con nuestros sentimientos y sensaciones. El arte es un reflejo de lo que vivimos y somos”.
ARTISTA POR PARTIDA DOBLE
Con no pocas exposiciones personales y colectivas dentro y fuera de Cuba, Hermes asocia la consagración de su obra con su eterna inmadurez: “En eso consiste, soy un maduro en ciernes a mis 55 años. Escucho lo mismo música clásica que un rock and roll, comparto con personas jóvenes, hago deporte, devoro los libros y me planteo proyectos realizables. Las musas casi siempre me consienten y ese es el mejor modo de reinventarme como artista y como ser humano”.
Muchísimos premios han reverenciado su pincel, entre ellos el Gateway College, otorgado en Noruega, y el Salón de la Ciudad, concedido en Sancti Spíritus, en repetidas ocasiones. Pero este año, también fue agasajado su talento como escritor.
“Obtuve el premio Fundación de la Ciudad de Matanzas con un libro que hice en modo Biblia, a dos columnas y con versículos; lo titulé Interregno. Ese es un certamen muy prestigioso y gracias al galardón publicaré por sexta vez”.
Un artista por partida doble, pero que le pide un impasse al color cuando las letras se atrincheran en su cerebro, como anuncio de que otro libro va a nacer: “Si escribo no pinto y viceversa. Cada una de las expresiones absorbe mi entera concentración. Ahora tengo que posponer un proyecto de libro porque estaré inmerso en una exposición conjunta con un amigo de la infancia: José Luis Bouza Solar”, revela Entenza.
Treinta años pasaron para que aquellos niños se reencontraran ya con algunos almanaques desgastados. Bouza Solar posee un impresionante currículum: camarógrafo en Hollywood, fotógrafo en publicaciones como The New York Times, People Magazine y The Washington Post y miembro de la Unión Americana de Actores de Cine, pero será su condición de pintor la que les regale cercanía a los viejos “compiches”.
“Esta será mi vuelta al lienzo. Haremos 10 cuadros inmensos cada uno, con mucho expresionismo y otro tanto de abstracción, desde la poética de cada cual. Todas las obras conformarán una exposición titulada La Divina Comedia, que presentaremos en Sancti Spíritus entre marzo o abril y luego irá a Berlín, Alemania. Después de eso volveremos a La Habana y por último se exhibirá en Nueva York”, confirma el artista espirituano.
La promesa de una estética creada por la mixtura entre estos dos artistas orbita ahora en la expectativa del público. Entre trazos y colores Hermes Entenza anulará una vez más los esquemas; y aunque su obra transmita nostalgia, tristeza o romance siempre nos quedará el carisma del autor y su capacidad de implicarnos desde el momento en cada cuadro completa sus significados con nuestras percepciones.
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