Aunque la historia de las localidades de casi todos los municipios y de la provincia están escritas no siempre se enseña en el aula
La vivencia podría repetirse otro día cualquiera, por eso la lleva consigo diariamente. El estudioso de la Historia de Cuba con más de cuatro décadas y media de experiencia en su terruño no olvida la petición urgente de la maestra en la escuela multígrado que visitó a comienzo de los años 90. Ayudarle a conseguir la biografía del mártir cuyo nombre lleva el centro, solicitaba ella antes de iniciar la clase. Y en el transcurso de la misma, al mirar hacia arriba, los ojos curiosos del inspector descubrieron un recorte de papel periódico amarillento, fijado a una de las tablas de palma de la pared que contenía exactamente lo que la maestra procuraba.
No se trataba de un héroe lejano, sino de una persona muy reconocida en la historia de Cuba, revela ahora él. De aquella jornada guarda también el interrogatorio a los alumnos, entre los cuales la niña más aventajada le ofreció una respuesta estremecedora a la única interrogante que le formuló: “Lo que no me gusta de la Historia son las mentiritas que me dicen de ella”.
Desde entonces busca las causas del descalabro. Las ubica, sobre todo, en la falta de preparación de quienes la enseñan. Al cabo de tanto camino recorrido, todavía percibe ineptitud para trasladar a los pupilos contenidos llenos de vivencias, anécdotas y valores que puedan contribuir a que ese conocimiento perdure. Y, como en aquella ocasión, nota también errores imperdonables derivados de, digamos, un dato errado en el libro de texto.
El foro debate desarrollado por la Redacción digital de esta publicación semanas atrás dejó al descubierto que en Sancti Spíritus la historia local se revela como el gran ausente en los horarios de clases.
La certeza arriba no solo con la lectura de las respuestas de los especialistas, sino que se afianza al profundizar en el medio donde se desenvuelven protagonistas, investigadores, autores de libros, docentes, metodólogos y autoridades en materia del conocimiento de lo que muchos se niegan a asumir como una asignatura y definen más bien como la huella de un pasado sustentada en valores, útil para aprender de él y actuar atinadamente en cada época.
Los más entendidos en la materia son claros al explicar que los sucesos de la historia local no se imparten aparte, sino insertados en la nacional, pero hay personas y acontecimientos ligados al devenir de una localidad o municipio en específico cuyo dominio resulta imprescindible. Son esos, aunque también los más trascendentales del territorio que hoy integra la provincia, los que no aparecen explícitamente en los manuales o programas docentes.
Las razones de la omisión adquieren idéntica estatura —salvando las distancias— que la Protesta de Jarao, el Mayor General Serafín Sánchez y su caída en el Paso de Las Damas o la venida al mundo en La Reforma de Panchito Gómez Toro. Nadie se detiene a cuestionar lo que sucedió en décadas anteriores. Todos subrayan, sin embargo, lo sucedido hace apenas un quinquenio, cuando los compendios locales estuvieron listos para ser empleados en las lecciones escolares y nada parecía amenazar tamaño propósito.
Créalo o no, la historia de cada uno de los municipios que componen la provincia, con excepción del que le da nombre, fue escrita por un grupo de autores espirituanos y situada en todos los centros educacionales, pero de cuando en cuando desaparecía por una razón o por otra, ya fueran causas tecnológicas o indicaciones ministeriales para “actualizar” los programas. Y hoy se sirven de esos documentos solo los docentes conscientes de la importancia de sus acciones; es decir, resulta casi cuestión de suerte caer en manos de un maestro o de un profesor que enseñe lo acaecido en los límites geográficos donde reside el alumnado.
Lo peor, no obstante, fue el sino de la historia de la provincia en sí. Se mueve entre el surrealismo y el realismo mágico, pues una vez revisada por especialistas del Instituto de Historia se dedicó tiempo y esfuerzo a corregir errores diversos, pero a la hora de la impresión, a finales de 2012, la versión que tomó cuerpo en libros fue la inexacta y cuando ya estos se habían puesto a la venta se indicó su recogida; sin embargo, quienes la escribieron afirman que podría haberse utilizado con su correspondiente fe de erratas.
Así las cosas, hay entre los maestros y profesores honrosas excepciones que procuran los textos digitales o pasajes de los impresos en donde saben que disponen de ellos.
Cabe aclarar que al municipio de Yaguajay la fortuna le sonrió, aunque hasta un punto. Parte de su historia —hasta 1958—, la primera y única en imprimirse, es una realidad tangible solo en determinadas escuelas del norteño territorio, según Yaneysi Berroa Muñoz, metodóloga provincial de la asignatura en el Departamento de Secundaria Básica de la Dirección Provincial de Educación, y presidenta de la Comisión Técnica Provincial de Historia, Educación Cívica y Cultura Política. Aunque ha sido sacado a la venta en la propia localidad, ronda el mundo de la pedagogía en aquellos lares —también con excepciones— el desconocimiento sobre su existencia o sobre la manera de consultarlo.
Condimentos de otra naturaleza aderezan también la ausencia a clases de la historia local, pues ni en los hogares ni en los colegios se aprovecha siempre debidamente lo que al respecto se publica en los medios de prensa, o la información existente en otras fuentes, vivas o pasivas. La colección Historia Patria, contentiva de materiales variados y valiosos, tampoco se emplea a fondo, según asegura Ramón Reigosa Lorenzo, presidente de la Filial de la Unión de Historiadores de Cuba en Sancti Spíritus.
Tocante a los museos, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, sitiales históricos o archivos de Historia, no solo los especialistas en la impartición de la asignatura, sino también quienes desde el Mined deben velar por ello, aseguran que las visitas planificadas a dichos lugares siguen siendo una deuda, pues carecen de los requisitos mínimos para traducirse en aprendizaje.
A estas alturas del campeonato ya nadie lo duda: junto a la pizarra, el borrador y la tiza que algunos declaran suficientes para dar una buena clase tiene que estar, parado en aula, un maestro preparado, un hombre que sienta lo que está haciendo y con la bibliografía a su disposición.
Carlos Gómez González, máster en Ciencias Históricas y profesor de Historia de Cuba, lanza su veredicto: “Si la historia local se construye nuevamente o la que está construida se pone en manos de todas las escuelas, pero no hay una política encaminada a aprovechar sus potencialidades, las lagunas se quedan”.
la historia local siempre se ha investigado y alli esta la historia escrita de cada municipio de sancti spiritus y esta echa la version provincial de la que fui participe junto a otros prestigiosos investigadores y profesores de historia y desde hace mas de 15 anos debia estar publicada cada version las municipales y la provincial incluso existian hasta multimedias ,pero que yo sepa hoy y ya no estoy alli no se ha publicado nada y mira que se hacian reuniones y plenos etc etc y en todos la misma cantaleta que para el ano que viene Luminaria la publicaria pero hay que hacer le version definitiva etc etc ,y pasaba el ano y no se publicaba nada por H o por B ,entonces como se estimula al alumno o al publico en general a que se conozca sobre la historia local si no somos capaces de poner un material de estudio en sus manos ,trabaje por varios anos en la casa natal del MG Serafin Sanchez y en el archivo provincial de historia del cual fui su director ,y los estudiantes iban cada curso al museo y cada vez era mas su desinteres por lo que se les explicaba .
Es increible que en una ciudad con tanta historia los jovenes no conoscan ni la mitad de ella y estoy de acuerdo hay que llevar los muchachos a excursiones y ponerles audiovisuales del resto de los municipios y hasta de los lugares historicos del resto del pais. coincido con Evis las teleclases acabaron con toda una generacion de muchachos que hoy son jovenes que aunque algunos se han hecho profesionales estan muy mal preparados, y estamos hablando de historia para que hablar de geografia que se perdió totalmente.
Estoy de acuerdo con usted, José F, aunque solo en parte. Todo lo que dice puede y debe utilizarse y no se hace, estimo yo, porque falta ingenio de parte de quienes imparten la historia, así como indicaciones y supervisiones que ayuden a ello. Parece que pasará mucho tiempo sin que se hagan esas cosas, determinantes como bien dice usted. Concuerdo en que hay que estar a la altura de los tiempos que corren, a esa idea me sumo.
Aun así, si el maestro o profesor saben de lo que están hablando y tienen a mano los libros esenciales, que nunca van a suplir el conocimiento propio de la Historia, e indica la consulta de todo lo que hay fuera del aula y al menos dos o tres veces en el curso va con sus alumnos a un museo o a un sitial histórico de esos que se sobran en este territorio, no hace falta tanta técnica.
No me creo eso de que con una pizarra, tiza y borrador se pueda enseñar bien la Historia, lo primero es el bagaje cognitivo de quienes enseñan. Algunos ni enseñan, se lo puedo decir porque en mis estudios preuniversitarios lo viví, y suerte la mía, ya que detrás vino la avalancha de teleclases que a mi juicio lejos de ayudar, anulaba el papel de los profesores. Peor que eso, ellos se dejaron anular, le pasó a mi hermano.
Con el perdón de mis colegas que piensan así, pero la clase escolástica de un profesor parado frente al aula con una tiza y un borrador pasó a la historia, por muy preparado que esté. La historia local, primero hay que escribirla bien, auxiliarse de todas las fuentes de información y complementarla con audiovisuales, cine histórico, galerías de imágenes, mapas, información digital, visitas a lugares, entrevistas con protagonistas, conversatorios…Hoy el conocimiento se contruye de otra manera, incluso usando los recursos propiedad de los estudiantes y docentes y entonces la tendremos al alcande de más personas. Es más que saber historia parado frente a un aula, aunque esa también sea condición esencial y necesaria.