En Escambray la reconocida cantante reveló detalles de su carrera, emitió juicios sobre los rumbos de la música cubana actual y evocó recuerdos de su infancia
Su voz, apenas audible, es capaz de alcanzar registros y colores inimaginables. Dueña de un carisma que la hace sobresalir dentro del mundo musical cubano, Ivette Cepeda Quevedo accedió al diálogo con esta publicación, al que se unieron periodistas de otros medios de prensa y vecinos de la calle Rosario, donde vivió su padre.
Contrarreloj, debido al concierto que ofrecería apenas tres horas después en la Casa de la Guayabera, la Cepeda respondió cada interrogante y se mostró feliz de seguir descubriendo, visita tras visita, los vericuetos de la cultura y la historia espirituanas.
¿Qué vivencias de su infancia en esta ciudad sigue atesorando?
Definitivamente, tengo que apelar al recuerdo más remoto del cual pudiera hacer uso, porque nací aquí en el año 1963, el 25 de septiembre. Hoy, redondeando un poquito la historia de mi vida, he grabado al fin en mi mente que nací en la calle Panchito Álvarez No. 65, esquina a J. R. Estrada y mi mamá, proveniente de Santiago de Cuba, con apenas 17 o 18 años se casó con mi papá, hijo de esta ciudad, y vino a vivir para acá.
Tengo flashazos en mi mente, porque no tenía cuatro años y ya no vivía aquí; ellos se separaron cuando yo tenía tres años y un poquito. Recuerdo de esta ciudad el primer helado de mi vida, así que ningún helado es como aquel; el primer barquillo, los primeros recuerdos de una casa donde nació mi hermana mayor, nací yo y estuvo mi hermana más pequeñita, que nació en Santiago pero que al tener como un año aproximadamente coincidimos aquí. Tengo esos recuerdos de cuidar a mi hermanita, de mis abuelitos, de una realidad familiar que ya después no se repitió.
Durante muchos, muchos años no vine más a Sancti Spíritus. Tenía 15 cuando pasé rumbo a un festival de la FEEM y se rompió la guagua, justamente aquí; eso fue una situación que parece muy simple, pero yo sabía que aquí estaba mi familia, a la que ya no conocía. A medida que iba creciendo sentía que me parecía mucho a mi abuela —nosotras como hermanas no nos parecemos en nada—, yo soy Cepeda, total y completamente Cepeda, y le decía eso a mi mamá. Y efectivamente, hace apenas diez días que vi una foto de mi abuela, agradezco que no borré de la memoria su rostro, yo me parezco muchísimo a ella. Y esos son los pequeños recuerdos que atesoro: caminar por el parque, claro, hablo del parque que está en mis recuerdos más remotos; había una cosa que no se me olvidó nunca tampoco, que era la palabra del Plan Banao. Mi mamá, siendo nosotras muy pequeñitas, se incorporó a esta acción y recuerdo que allí había un frío muy grande y yo le decía: no, mami, hay mucho frío; son los recuerdos que tengo, fíjate qué remotos, qué distantes. Ya cuando tenía cuatro años sé que estaba viviendo en La Habana.
Después que ha regresado a Sancti Spíritus, que ya pasa los 500 años, ¿Se lo imaginaba así de bonito o lo evocaba un poco añejo por el paso del tiempo?
Mis impresiones tienen dos sentidos: una de reconstrucción de mi vida en familia, porque la ruptura familiar fue muy honda y realmente fue mi papá siempre quien iba a vernos a nosotras a La Habana. Sancti Spíritus era como una ilusión de mi mente que yo no lograba establecer a través de imágenes concretas. De hecho, si me dicen que vaya al lugar donde nací no sabría ir. Pero la ciudad me parece encantadora, muy linda, una ciudad que todo el que venga o pase por aquí la puede conservar muy fácilmente en el recuerdo, porque acoge de verdad a todo el mundo, tiene sitios tan bien conservados que la van a distinguir siempre de cualquier otra ciudad. Y luego, el espirituano conoce mucho de la historia de su ciudad. Entonces, me crea una impresión muy grande y por eso siempre que tengo la oportunidad de regresar ahondo un poquitico más y junto a la historia familiar voy disfrutando de un lugar que juega un papel importantísimo en la cultura y en la historia de este país.
Usted forma parte de la nueva generación de cantantes y músicos cubanos, pero a la vez la comparan con esas grandes de la historia, como el cuarteto las D’ Aida. ¿Cómo se siente al saberse heredera de estas tradiciones?
Yo creo que el solo hecho de poderme considerar una cantante profesional es ya una historia que rebasa las aspiraciones que tuve en mi vida, creo que me vuelvo a poner en las raíces de mi familia cepeda, mi familia espirituana, porque sin esa raíz, sin esa posibilidad yo no tendría voz, porque esa voz la heredé de mi abuela, de mi papá, esa sensibilidad musical viene también de mi abuelo, de mi parte espirituana. Y creo que este grupo de cantantes que has mencionado son siempre una guía muy interesante, porque en el mundo del arte cubano se las considera grandes intérpretes o intérpretes que marcan unas cualidades que distinguen una forma cubana de cantar.
Es difícil decir: esto es una cantante cubana si no posee un gran temperamento, un dominio del fraseo, esa es una cualidad muy cubana, y sentir que alguien me considera heredera de esas virtudes para mi se convierte en un halago muy especial y también en un reto muy especial, porque se trata de ser una continuadora y no una copiadora, entonces me motiva a precisar, a cuidar, a pulir mi propio estilo. Creo que se trata de una gran responsabilidad, porque ya no se trata solamente de qué cantas, sino de cómo lo cantas. Y como el catálogo musical que nosotros hemos escogido en estos últimos años tiene una amplitud y una variedad tan grande de compositores y de áreas de la canción, pues llevar un sentido uniforme de este trabajo a una manera de interpretar me obliga a estar todo el tiempo precisándome a mí misma cuáles son mis propios rincones, las áreas que me tocan para ser una continuadora de este estilo musical, pero también tener mi punto original, mi forma, sin dejarme seducir ni doblegar por esa herencia y entonces poder decir: yo soy Ivette Cepeda.
¿Qué debe tener una canción o tema musical para que sea seleccionado por usted, ¿cómo conforma su repertorio?
Bueno, ese proceso creativo es complicado. Está presente con nosotros José Luis Beltrán, quien es el director del grupo Reflexión, es a la vez mi director musical y testigo presencial de qué rollos yo me armo para seleccionar una canción. Me gusta tanto la música y respeto tanto la obra de los demás que a veces me es difícil rechazar una canción; en otros casos, hay puntos en que no me atrapan, no me dejo llevar.
Entonces, ¿qué tiene que tener una canción para que me atrape?, es que es como el amor, como una flashazo a primera vista: tiene que tener algo fresco y nuevo, algo sincero, verdadero. El tema del amor es tan antiguo, los caminos ya están tan recorridos que encontrar algo nuevo para contar es difícil, pero siempre hay quien lo logra. Principalmente te voy a decir qué es lo que no tiene que tener una canción para que a mí me llegue: no tiene que tener pedigrí, no tiene que ser de ningún compositor conocido, no tiene que ser comercial, porque eso no me interesa; no tiene que tener la promesa de que es la canción que va a representar este evento o este concurso. Tiene que ser sencillamente una canción que toque mi corazón, y mi corazón siempre está del lado de lo más simple de la vida; yo soy una persona, ciudadana de este mundo, como todos los demás, esperando sentir algo fresco, algo nuevo, algo realmente quizás también positivo. No me gustan las canciones que tienen frases que pueden dañar nuestra vida o un concepto que debe ser bueno, no quisiera que ninguna canción tuviera una palabra que ofrezca un mal ejemplo; cada día soy más cuidadosa de eso, porque después uno tiene que cargar ese saco y decir: caramba, ¿por qué habré escogido esta canción que dice este pequeño detalle que ahora me pesa cada vez que tengo que sacarlo de mi boca?
Quiero que las canciones sean nobles, sean buenas; como fui maestra aproximadamente 14 años, eso no lo puedo evitar y me va a acompañar toda mi vida, pues tiene que ser buena no solamente porque sea una buena canción, sino porque el mensaje que ella diga sea bueno. Esas son las cosas más elementales; que tengan que tener un vuelo musical… claramente, son muy pocas las veces que las escojo porque me crean un reto vocal, esa es una de las cosas que menos me interesan; unas veces me preocupa un poco más el contenido, otras veces pienso que me preocupa un poco más la música, no te sé decir.
Ivette desnuda su alma en el escenario. ¿Es así en todo o cuando regala sus canciones solamente?
Yo te puedo asegurar que cada vez que canto una canción es como si la hiciera por primera vez, una de las principales luchas que tiene José Luis conmigo es que siempre trate de cantar igual, no me resulta fácil, pienso que a él le debe suceder lo mismo porque muy pocas veces hace el mismo solo, siempre se reinventa musicalmente, y es que cuando yo misma hago los guiones me voy tejiendo una idea, una historia, voy escudriñando cada vez algo del corazón, no sé, una fantasía mía. Entonces sí, creo que mi alma está todo el tiempo buscándole a esa canción un lugar por donde no la abordé, pero en realidad me llevan también otras cosas de mi vida de hoy y es un afán de un cambio interno muy grande en mi persona que me obliga a volverme a pensar siempre cada canción.
Yo siento que estos tiempos que estamos viviendo son cada día más intensos, más fuertes, contrastantes con las cosas que traíamos del pasado y entonces al cambiar el público cada noche y enfrentarse uno cada día a una realidad más intensa me hace que lo que canté ayer con un sentido hoy se me vuelva un arma para abordar la vida de otra manera.
Usted es un fenómeno que para el interior del país resultó una revelación súbita, aunque ya era muy popular en teatros de La Habana. ¿Cómo fue esa transformación?
Bueno, ese concepto, popularidad, yo no lo tengo muy claro porque de buenas a primeras puede ser que te conozcan mucho o de repente pases inadvertida totalmente. En estos momentos salgo a la calle y la gente me reconoce, antes me podía esconder y si me preguntaban si era Ivette Cepeda decir que no era yo. Es difícil llevar esa palabra todavía.
Tratando de extractar lo más posible: yo empecé a cantar desde que era niña y participé en varios festivales nacionales de la FEEM, obtuve premios importantes, pero a la hora de escoger mi carrera me decidí por el magisterio. En un momento dado de mi trabajo como maestra —yo empecé trabajando con niños— estaba trabajando ya con adultos y esa perspectiva de la relación con el alumnado ya no tenía el encanto de la carrera que yo estudié; digamos que me agoté muchísimo. También en aquel momento ya estaba debutando con una enfermedad que ha padecido casi toda mi familia, que es la diabetes. Estábamos en pleno período especial y sentía como que el carro ya no se movía igual. Entonces paré de dar clases.
Un amigo un día me llamó para hacer una actuación en un hotel y en esa audición resultó que nos sabíamos solo tres canciones. Y cantamos esas tres canciones en la parrillada del hotel Neptuno. Cuando la responsable de recreación me preguntó, le confesé que no era cantante evaluada ni nada de eso —ni lo soy todavía— y que estaba allí porque mi amigo buscaba una cantante. Pero le dijo a él que sin mí el negocio no iba, que me daba la plaza, por suerte para mí, porque si no, no estuviera haciendo esta historia.
Me seleccionaron para un espectáculo mixto entre Cuba y Bahamas, estuve trabajando en Nassau unos tres años. Después estuve en shows de cabaré. Esto no lo pongan en internet, pero cuando yo empecé a trabajar tenía un solo vestido con un solo par de zapatos y así me mantuve dos años.
En ese tiempo aprendí muchas cosas de la música cubana, esa fue la escuela que no tuve, me estudié cientos de hojas con canciones. Luego llegó el momento en que no resistí más permanecer en cabaré, cansada de tanto trabajo vocal. Decidí trabajar sola, pero no tenía propuesta ninguna. Tuve la suerte de que apareció un hueco en El Gato Tuerto y pasé la prueba para empezar allí. Los noctámbulos y bohemios de la ciudad al otro día corrían la voz de que había una cantante así o asa’ o. Sucede que Julio Acanda, que era uno de los presentadores allí, me invita al programa La Descarga y es como de la noche a la mañana: la gente empieza a hablar de mi, pero yo no era conocida ni en la esquina de mi casa. Mi propio hijo, que tenía cuatro años, me decía: “Sí, mamá, tú eres cantante, pero no eres famosa”.
Luego vino el primer concierto, Estaciones, y eso aceleró las cosas. Lo grabaron casi por casualidad, en el teatro de Bellas Artes. Yo agradezco mucho todas las manos, todas las personas que pusieron su palabra, su cariño, su ayuda, su apoyo, digamos, como garantizando que mi trabajo podía tener algún fruto interesante para la cultura. Ha sido un resultado inesperado, pero muy agradable, porque es bonito sentirse querido y ver que personas no solo de mi edad o mayor que yo, sino incluso otros mucho más jóvenes, se desprendan de la corriente enorme de lo comercial y de esa serie de variantes que hay en el mundo musical de hoy, escuchen esta propuesta nuestra. Eso, aunque tengo a veces ya un cansancio acumulado, me infunde responsabilidad y me ayuda a seguir.
¿Qué piensa de la nueva generación de músicos cubanos, de esas tendencias preocupantes para quienes tenemos hijos que se adentran en ese mundo?
Desde mi apreciación, hubo muchos años de falta de información de la música internacional y luego la gente empezó a descubrir a las grandes estrellas y entonces el artista cubano se quedó como relegado, visto desde una mirada triste, como quien se ha quedado detrás, porque lo importante es estar con las grandes disqueras. Casi nadie en el mundo ya vive de la música, por los sube y baja del mercado. Pero en Cuba todavía es así, nuestra forma de vivir no es compatible con ese mundo del estrellato, de la imagen y esa serie de cosas.
Queriendo aparentar un estatus de imagen, muchos músicos de hoy en Cuba han ido desvirtuando el valor real de la música cubana. Yo te puedo decir que en Puerto Rico o en Colombia no se escucha la música cubana que se oye aquí, y en esta otra vertiente del reguetón menos, en ningún lugar, porque es que las letras y las músicas son un embotellamiento mental que no conduce a nada bueno. Todas esas teorías que están en esas canciones, no es solo el ritmo, son también las ideas, el lenguaje, la gestualidad, conducen a, no sé, una especie de caos enajenante.
Los músicos de hoy tienen que confiar en que la música cubana es algo que no le podemos regalar a nadie. Hay una cantidad enorme de músicos en el mundo viviendo de la música cubana y sin embargo en Cuba ya no se toca. Yo creo que estamos cometiendo un error enorme al dejarnos quitar de nuestro lado lo que es de nosotros. Las cantantes de Cuba arrasaron en Latinoamérica con sus formas y sus éxitos. A mí, por ejemplo, me gusta mucho la fusión, porque me gusta incorporar a ciertos géneros tradicionales tímbricas o maneras de hoy, pero me gusta en cualquier lugar que se diga que soy una cantante cubana, sin negar la globalización que existe hoy.
Yo creo que lo más importante para los jóvenes de hoy es que se sientan felices de tener un legado, que traten de crear por su propio sentimiento, que en ese pozo donde hemos escarbado por años hay más, mucho más, pero les toca a ellos aprovecharlo debidamente.
Más de un experto ha hablado de las cualidades y potencialidades de su registro vocal. ¿Cómo cuida usted su voz para mantenerla con esa vitalidad? ¿Qué deudas tiene, sentimentales y profesionales, con el grupo Reflexión?
Yo cuido mal mi voz, lo reconozco, soy muy habladora, pero logré algo muy importante: con el favor de Dios dejé de fumar y eso fue un avance bien grande. Es realmente penoso y doloroso para un cantante querer cantar y no tener voz. ¿Qué hago? No fumo nunca más, trato de hablar más bajito, no bebo, no trasnocho, mi vida es muy sana, hago ejercicios, todo lo que puedo, pero me gustaría decirle a todo el que hace uso de su voz que haga gárgaras con la parte interna de la sábila, yo la paso por la batidora, a veces la mastico y hago silencio por media hora, es un remedio muy eficaz.
¿El grupo Reflexión?, nadie sabe hasta qué punto a mí me llega cuando me presentan y dicen: Ivette Cepeda y su grupo, porque yo quisiera que ese siempre fuera mi grupo. Esos son mis amigos, mis compañeros de combate, porque así salir desde bien abajo y decir que nosotros, que no teníamos ni instrumentos y que el piano, que era prestado, tenía un hueco enorme, lleno de teipe, fuimos capaces de prepararnos para ir a dar un concierto a París, eso se dice pero no es tan fácil. Hemos tenido que trabajar —llevamos nueve años ya, ¿no?— en condiciones muy fuertes, dando “conciertos” en bares; saltar del bar del Tocororo a un escenario como el Miami Dade Country Auditorium eso es fácil, es de la nada a un teatro de nivel internacional donde se presentan los más grandes que pasan por allí. Para eso hay que tener no solo músicos, sino un ejército unido, son mi familia. El director del grupo hoy es mi esposo, forma parte de los más importantes logros de mi vida, ojalá sea para siempre, eso implica objetivos comunes para tener un crecimiento grande y no es monetariamente, sino internamente, humanamente, con metas que van mucho más allá de poder subsistir.
¿Cón qué cantantes cubanos y extranjeros le gustaría hacer dúo?
Bonita pregunta. Desde el principio siempre me gustó hacer voces, esto de ser solista ni yo misma me lo hubiera creído. Bueno, en los últimos tiempos me han propuesto muchos dúos, te hablaré de los que se van a concretar: un dúo con Raúl Torres que ya está en preparación, hace dos días grabé un dúo con Buena Fe. Hay uno que no quiero que llegue el final de mi vida sin poderlo lograr, que es con Pablo Milanés, me encantaría.
Me gustaría en algún momento poder cantar con Marta Valdés, como he cantado con ella en mi mente aprendiéndome sus canciones. Su forma de componer también creó una forma de cantar, de expresión. Si ella hubiera estado viva, me hubiera gustado cantar con Elena (Burke), quién quita que a lo mejor una vez en algún disco se pueda crear una maravilla de esas de la edición y cantar alguna cosa con Elena. Yo me siento en algunos momentos que tengo algún punto de contacto en el timbre, pero yo quiero también dejar claro cuán diferentes en realidad somos, tenemos cosas en común, pero cada una tiene su historia.
Y fuera de Cuba —nunca me he hecho esa pregunta— me gustaría cantar con algún cantante brasilero, me gustaría cantar una canción con Manzanero, con Caetano Veloso, con Pedro Guerra, con Ana Belén. Son cosas que me vienen a la mente, no sé si pudiera ser.
Hay dos canciones en su repertorio que cuando se escuchan en su voz y sobre todo en Sancti Spíritus parecen dedicadas a esta tierra: Tú eres la música que tengo que cantar y País. ¿Es Sancti Spíritus su país y es esta ciudad la música que tiene que cantar?
Tú eres la música que tengo que cantar es la canción que seleccioné para terminar el concierto Estaciones. Cuando me llamaron para la celebración del aniversario 500 de la fundación de esta villa por primera vez me di cuenta de que tenía algo que ver conmigo, y de que quizás la escogí muy anticipadamente para describir algo de mi corazón, que es mi amor por esta ciudad, algo con lo que tal vez nací.
Creo que tengo una deuda con la Habana porque nunca he dicho que soy habanera, y a mí me encanta vivir allí, pero no puedo negar que yo soy de esta ciudad. Hay algo en mí que se me va pa’ este la’o, me hala completa y totalmente y estoy muy orgullosa de eso.
Cuando me presentaron la canción País, escrita por una por una poetisa argentina que se llama María Laura Rivas —vivió en Cuba durante un tiempo y la dedicó a su país— una amiga nuestra, Dianet Perera, compositora ganadora de un Cubadisco, le hizo la música. Las puse en contacto a ellas dos, y la canción habla del fenómeno de la emigración. Nunca, hasta que la canté en los días pasados aquí en julio, pensé en que también es la historia de nuestras propias vidas, aquí, internamente, moviéndonos de una provincia a la otra, buscando realización para nuestros proyectos.
Así son los caminos, te llegan canciones y uno nunca sabe hasta dónde describen y representan lo más personal y lo más cercano a nuestra vida.
Creo que es la primera vez que estoy en contacto con un grupo tan importante de la prensa de este país. Me he visto en otros países acompañada de muchos periodistas, pero siempre han sido personas en su mayoría distantes y hay que empezar por romper el terror de responder preguntas muchas veces capciosas, muchas veces más que para saber, para atacarte, porque en cuanto ven a un cubano lo quieren hacer trizas. Entonces me siento muy feliz de haber tenido este contacto tan cariñoso, no he hecho más nada que lo que me toca, que es cantar.
Nosotros estamos haciendo en estos momentos nuevas tesis sobre nuestro trabajo, eso que queremos dejarles a los jóvenes músicos. Estamos preparando nuevos boleros, canciones cubanas, canciones de los trovadores, que hablan de nuestro sentir musical, que no tienen ningún tipo de regodeo en cánones antiguos, sino desde una perspectiva musical de vanguardia, como ha hecho todo lo que ha hecho Reflexión, teniendo en cuenta lo más contemporáneo de la música, volver a hacer la música cubana. De eso van a tratar nuestras próximas propuestas.
¿Podría vocalizar un fragmento de la canción que usted escoja?
Bueno, este es un fragmento de una última canción, de un último bolero que estamos escogiendo, pertenece a un colombiano que se llama John Cubaqui:
Si Dios me permitiera echar el tiempo atrás cuántos errores corregiría, me evitaría noches de cansada soledad, de gente mala, de manos frías.
Sería tan fácil acercarme a esa decisión y así evitarle tanto lío a ese agitado corazón, pero encontrarte y enamorarme lo hago de nuevo sin preguntarme.
Por conocerte y andar contigo yo me repito todo el camino. Quizás cambié mil cosas de todas las que llevo pero encontrarte y enamorarme lo hago de nuevo.
La charla con Ivette Cepeda está disponible en nuestros canales de Spreaker y YouTube.
Feliz iniciativa la de invitar y entrevistar a esta excelente cantante y artista cubana, es un orgullo que haya salido de esta tierra, los jóvenes que hacen música hoy en Cuba deberían escuchar sus sugerencias y la prensa cubana, divulgarla más, que se lo ha ganado con su buen arte y su humildad.
Gracias, Escambray.