La destacada basquetbolista espirituana acaba de convertirse en madre por primera vez
Con Antuan en brazos, no se le advierte el dominio absoluto que enseña con su pelota de básquet. Pero al acariciarlo y mimarlo, Yamara Amargo es tan aferrada como cuando está debajo del tablero y convierte canastas de dos o de tres puntos fuera del perímetro.
Para la espirituana de 31 años ser madre por primera vez es el juego más importante de su vida. Lo disfruta, aunque en su primer mes de nacido su pequeño la ha desvelado mucho más que los partidos tensos en los que ganó para Cuba numerosas medallas en eventos internacionales importantes.
“Casi no duerme porque siempre quiere estar mamando”, afirma sin quejas— y se apresta a arrullarlo contra su pecho, el lugar que más disfruta y donde suele estar por horas, siempre que no tenga la complicidad de su abuela para un relevo necesario en este juego interminable.
De los años sobre las canchas de baloncesto trata de recordar sus facilidades para driblear y la puntería para anotar que la llevaron a ser la mejor deportista cubana en más de una ocasión. Mas, ni esa habilidad le es suficiente cuando Antuan llora con toda la fuerza que le permiten sus pulmones y reclama los mimos.
Pese a que los ojos le delatan las horas de desvelo, Yamara vuelve a tomarlo en brazos. Así siente que asumió la decisión más importante de su vida, luego de aplazar más de una vez el privilegio que toda mujer persigue como consagración de su existencia, aunque, como en su caso, interrumpa una carrera de 16 años en lo más alto del baloncesto cubano, desde donde se erigió varias veces como la más sobresaliente en diferentes eventos a escala nacional y también mundial.
“Es una felicidad que no se puede describir”, suspira y sonríe como casi siempre lo hace, ahora con muchos más motivos. Sobre todo ahora que lo ve con unas dos libras más que cuando nació tras la cesárea practicada en el Hospital General Universitario Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus
Echa de menos, claro, el ajetreo natural de una vida entera dedicada al baloncesto. Para calmar la añoranza, o para atizarla, decenas de medallas y diplomas rodean la cuna donde tal vez crezca un futuro basquetbolista.
Cuenta que una tristeza, no obstante, le alteró su regazo maternal. “Me pasé todos estos días pegada al televisor, lloré mucho con la muerte de Fidel y de ver tantas personas llorando por esa pantalla, incluso una vecina me dio tilo para poder calmarme porque hasta el niño se puso alterado”.
Y habla con optimismo del futuro, de la posibilidad de volver a jugar, siempre y cuando la biología lo permita. Pero a punto de hilvanar otro tema en la conversación, el dueño de sus horas, vuelve a reclamar para sí toda la atención. Una palmadita calma el llanto y el placer asoma en las mejillas rosadas. Yamara vuelve a la rutina, segura de que convirtió su mejor canasta.
Sin dudas periodista:Su mejor canasta y la mas bella.Lindo su articulo y hermosa la pereja.Dios los Bendiga