Imprescindible a la hora de relatar la historia del protagonismo de la mujer en Sancti Spíritus, Alicia Crespo Díaz educó desde el ejemplo propio
Amada Alicia Crespo Díaz: la mujer que vivía para Sancti Spíritus
La vida semeja una noria que va arrancando los años del alma para llevárselos nadie sabe adónde; aunque también suele traer de vuelta los actos más sublimes del ser humano. Transcurría el 2002. En su condición de delegada del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) en Sancti Spíritus, Amada Alicia Crespo Díaz es invitada a por la Asociación Canaria de Cuba Leonor Pérez a impartir conferencias en el archipiélago español, y previo a la partida recibe 50 dólares para la dieta, de manos de Sergio Corrieri, a la sazón presidente del organismo.
De regreso a Cuba, sus colegas del ICAP quedan perplejos al verla echar en un sobre el dinero íntegro, que bien pudo gastar en algún gustazo personal. Océano Atlántico de por medio, quién se detendría en averiguaciones. Sin embargo, ella determinó devolverlo centavo a centavo.
—No me hizo falta; allá me lo pagaron todo, le comenta a Raúl Cardoso Cabrera, entonces funcionario del ICAP en Sancti Spíritus.
La sinceridad era la mayor fortuna de Alicia, desaparecida físicamente el pasado 13 de septiembre y considerada una de las mujeres más valiosas en la historia de la provincia por Joaquín Bernal Camero, quien se desempeñó como primer secretario del Partido en el territorio desde 1976 hasta 1987.
“Alicia salió de abajo, de un campo de Cabaiguán”. Quizás por ello —añade Mario Rodríguez Valero, dirigente político y administrativo luego—, domeñó mejor el arte de conducirse con naturalidad y de gobernar con prestancia y arresto.
Sí, arresto, porque para aceptar responsabilidades de primer nivel en el Gobierno en Sancti Spíritus —cuando el machismo daba todavía al cuello—, no solo bastaba con llevar los genes de la inteligencia; sino los del atrevimiento.
Con los ojos cerrados, José Azcanio Ruiz (Pillo) podría escribir la biografía de esta mujer, que le regaló 72 años de vida a los demás. Quien fuera el primer vicepresidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular elogia el rol aglutinador de Alicia, desde su posición de secretaria del órgano, en una época en que ni ellos mismos sabían qué era un gobierno. “Todos éramos hombres y veníamos de regiones diferentes. Hablaba con dulzura, pero era exigente”.
“Ella se hacía oír; sin embargo, no gritaba”, coincide Eloína Sáenz Darias (Beba), quien estuvo vinculada a Alicia por cerca de 15 años, parte de estos como su asesora, específicamente cuando la dirigente asumió la vicepresidencia de la Asamblea Provincial.
Por los pasillos de la sede del Gobierno no pregonó su sensibilidad, cuyas cotas más altas llegaron con la Operación Tributo en 1989, cuando fueron trasladados a Cuba los restos mortales de los combatientes caídos en misiones internacionalistas en África. “Alicia puso el alma en eso”, agrega Beba.
Contrario a algunos burócratas, que se escudan en secretarias para dilatar o no atender directamente a las personas, no cerraba las puertas de su oficina a nadie, al punto de darse el caso de un hombre de porte serio y sin pinta quijotesca que juraba y perjuraba conocer el sitio exacto de la existencia de un tesoro en Taguasco. Con elemental suspicacia, ella accedió y tomó las providencias junto al Gobierno de ese municipio, que envió una retroexcavadora.
El final de esa historia usted lo supondrá; mas, aunque el ejemplo resulte extremo, conmueve su sentido de escuchar, tanto como su apego a los padres, a quienes nunca relegó, a pesar de que a Alicia las horas parecían escapárseles entre tanta urgencia venida con el nacimiento de la provincia. Fallecida su madre, más de una vez buscó a su papá, quien aguardaba pacientemente en la oficina contigua.
Cuenta Beba, asimismo, que cierto día Escambray en una de sus ediciones publicó un trabajo periodístico titulado “Alicia, la única”, donde no solo se destacaba que, como mujer, era excepción en el país en aquel entonces en las funciones de vicepresidenta de una Asamblea Provincial; sino, además, se ponderaban sus virtudes. “Primero se puso lívida, después roja; decía que apenas cumplía con su deber”, recuerda la antigua asesora.
Lluvia mansa solía ser cuando no le tocaban la Patria; si alguien lo intentaba se volvía tempestad. Al frente del ICAP en Sancti Spíritus sirvió de anfitriona a cientos de amigas y amigos solidarios. Nunca les impuso una idea sobre la Cuba que defendía hasta con la mirada; apelaba al argumento, a la evidencia para persuadir.
De tales lecciones aprendió Raúl Cardoso, su sustituto en la delegación provincial, para quien Alicia, más que cuadro, fue una educadora: “Todos aquellos que nos formamos alrededor de ella la consideramos una maestra”.
Sus cualidades las advirtió el Comandante Faustino Pérez Hernández, quien conoció a Alicia cuando él dirigía el Partido en la otrora región de Sancti Spíritus. Al decir de Ana Miriam Díaz, viuda del expedicionario del yate Granma, y de su hermano José (Pepe) Pérez, la amistad entre la espirituana y quien fuera el máximo representante del Movimiento 26 de Julio en La Habana se profundizó cuando él condujo la Oficina de Atención a los Órganos Locales del Poder Popular, adscrita al Consejo de Ministros.
Gracias a las visitas a la provincia de Faustino —observador nato—, surgió y creció en ambos una identificación y un respeto mutuos y plenos, que rebasó la desaparición física del combatiente y palpable en la preocupación de ella hacia la familia habanera.
Quien siguió hora a hora el itinerario de Alicia sabe que no cultivó esa amistad por prebenda alguna; lo conocen sus colegas del ICAP, institución que en cierta etapa distribuyó donaciones diversas de ropas y útiles deficitarios en casa, llegados desde el exterior, y nunca —me sostuvieron varios entrevistados— se aprovechó de sus responsabilidades para beneficio propio.
Lo confirman sus vecinos y, en particular, las mujeres del barrio, cuyos derechos defendió en todos los escenarios. “Desde hace tiempo, Alicia es un símbolo para nosotras. A veces se tiene un alto cargo y casi no queda espacio para compartir en la comunidad, ir allí a las actividades, y ella lo sacaba”, ejemplifica Belkis Díaz Jiménez, secretaria general de la FMC en Sancti Spíritus, admiradora de la austeridad que distinguió a la recién fallecida.
Mientras llevaba las riendas de la vicepresidencia de la Asamblea Provincial del Gobierno —cuenta una vecina—, Alicia salió de viaje a una provincia oriental y ella se encargó de cuidarle la casa y en una de las ocasiones en que le dio una vuelta, vio cómo el refrigerador destilaba agua a diestra y siniestra. Inmediatamente, Beba, la asesora, gestionó la presencia de un mecánico, que solucionó el desperfecto. Cuando le preguntó al técnico si muchos alimentos se habían echado a perder, este le respondió:
—Beba, ¿qué carne? Si en el congelador lo único que había era una tilapia.
Ese actuar no sorprende a Aida Díaz Delgado, quien permaneció al lado de su prima hasta su partida. ¿Que era el ser humano perfecto? Nadie lo es. La muerte se llevó sus virtudes y defectos, su demencia y los pulmones achacosos. La muerte intentó reducir a cenizas la sencillez de una mujer, mas no pudo.
No me enteré hasta hoy por esta página del fallecimiento de Alicia. Ella fue una mujer excepcional, humilde, austera, sencilla, educada y con una sensibilidad humana tremenda, durante muchos años mantuve relaciones de trabajo y personales con ella y tengo que decir que era la mejor persona del mundo, educaba con su ejemplo personal. Espero que sus honras fúnebres, en las que no puede estar, hayan estado a la altura de una persona de su trayectora revolucionaria y apego a Sancti Spíritus. Para quienes la conocimos es una pérdfda irreparable.