Convocado por el Comité Provincial de la Uneac, el IX Salón de paisajes confirió premios y menciones en Sancti Spíritus
Osadía, imaginación, buen oficio, variedad de técnicas y tendencias sostenidas algunas por el novedoso lenguaje digital o el reciclaje de detritos industriales y maderas desechadas caracterizan el recién inaugurado IX Salón de paisajes que cada dos años convoca la Filial de Artes Plásticas de la Uneac en Sancti Spíritus. Esta vez concursaron 21 autores con 32 obras que lidiaban por las dos becas de creación. La calidad de las propuestas y el alto nivel organizativo del certamen fueron reconocidos públicamente por el jurado, cuyos integrantes tuvieron que ajustar sus premios y menciones a lo estipulado en la convocatoria, por lo que quedaron fuera obras y autores merecedores de reconocimiento.
Una de las becas recayó en el video arte Pienso para el crecimiento, de Álvaro José Brunet, quien logró con poder de síntesis, nivel conceptualizador y refinado humor irónico, ofrecer a través de la imagen alegórica de un pollito alimentándose con el pienso que recrea el logo de la Uneac llamar la atención sobre la necesidad de que la entidad que agrupa a la vanguardia artística esté abierta a las nuevas generaciones de intelectuales.
La otra beca fue para José Perdomo García, quien demostró con la obra Peñasco junto al río un alto dominio de la pintura paisajística al desplegar todo su instrumental metodológico —sin dejar de hacer un guiño a las experiencias del trompe l’oil de Magrite— para coquetear entre el hiperrealismo y la fabulación. El cuadro de gran formato de Perdomo recrea un segmento de la campiña con el perfecto juego de luces y sombras del entorno real o imaginario.
El otorgamiento de las menciones fue muy reñido por la calidad estética y conceptual de los participantes. Fueron ellos Lisandra López, quien con su poética particular vinculada a la fragilidad humana y sus vínculos médicos evocó a través de la fotografía un bosque imaginario conformado por agujas erectas rematadas por florecillas; Lázaro Morgado, quien con una foto de gran formato insinúa las acechanzas de un mundo cada vez más inquietante ante la búsqueda de la libertad individual; Juan Carlos Lage, que al apoyarse en la manipulación de un paisaje campestre al estilo de Chartrand reformula con sorna los vínculos entre mercado del arte y legitimidad artística; y Rafael González, quien a partir del punto de soldadura sobre chatarra industrial evoca un espacio edénico rural logrado desde preceptivas de la artesanía artística.
Los premios colaterales recayeron en la obra de Lisandra López (Consejo Provincial de las Artes Plásticas), la pintura paisajística de Lorenzo Ruiz (Sectorial Provincial de Cultura), la talla en madera de Armanel Vera (ACAA), el paisaje naif de Armando Portieles (FCBC) y la manipulación digital del paisaje de Mildrey Betancourt (AHS).
Por su parte, el artista del lente Álvaro José realizó una intervención pública a la entrada del bulevar espirituano con el nombre de Destino final, tal como lo hizo en la pasada Bienal Wifredo Lam de La Habana, donde obsequió 100 fotos de su producción al transeúnte que estuviese dispuesto a ofrecer el nombre, número de carné de identidad y dirección. Esta acción plástica presenta un carácter antropológico y sociológico al tener una segunda etapa de investigación sobre el destino final de cada foto.
Esta novena edición del Salón de Paisajes que se mantendrá abierto en la sede de la Uneac hasta julio corrobora que Sancti Spíritus aún sigue siendo cultor del paisajismo desde que se iniciara a principios del pasado siglo. Pero cada época mantiene su propio discurso generacional donde confluyen propuestas que se contaminan con formas de expresión que aluden a lo contextual. Tal promiscuidad de lenguajes se hace evidente con el despuntar de la década de 1990, cuando irrumpen en la localidad jóvenes graduados de escuelas de arte.
Desde su primera convocatoria gestada por el paisajista Antonio Díaz, las modulaciones del género se han venido transformando. Ahora se hace evidente con la veintena de artistas participantes, quienes presentan al espectador nuevas variantes del paisaje, desde el más ortodoxo denotativo del dominio cuasi hiperrealista hasta aquellos que lindan con la abstracción y el conceptualismo minimalista de la imagen digital. En cada propuesta se aprecia la voluntad de expresar lo más íntimo del ser explayado en un sistema de signos visuales que provocan la meditación problematizadora o el éxtasis hacia lo inusitado desde la óptica surrealista, naturalista o ingenua. Son reminiscencia de un arte que persiste en el tiempo.
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