Ahí está, de seguro no pudo descansar en toda la noche; a sus tabacos preferidos y el más puro café del Turquino deben haberse sumado cientos de documentos por revisar; tal vez, pasó gran parte del tiempo informándose del acontecer mundial, tampoco escapa la posibilidad de un viaje sorpresa en avión a cualquier provincia cercana o la inauguración de una escuela, un hospital o un centro recreativo, instantes que a diario moldearon la agenda del Comandante Fidel Castro; a pesar de los años, ahí está, con su bandera de papel en la mano, listo para encabezar el desfile; el pueblo que le venera desde que en 1959 trajera la luz de la victoria y el aroma definitivo a unidad e independencia, lo acompaña otra vez.
Es primero de mayo y el guerrillero del tiempo está en la Plaza, marcha junto a millones de cubanos que hace solo unos días lo vieron en las pantallas, encauzando con sabiduría los destinos del país, profetizando sobre la filosofía de la vida en la tierra y el porvenir de las naciones pobres de África.
El paso seguro de quien arrancó de su garganta el carácter socialista de la Revolución, cuando las flores de abril acompañaron a los héroes de la Patria, vuelve hoy a las avenidas de la isla grande del Caribe, porque Fidel es Fidel y puede sentirse en el palpitar de una multitud agitada que lleva su símbolo en el pecho y en aquellas banderas con olor a pólvora mambisa, una suerte de gratitud eterna asoma en las telas blancas: ¡Comandante en Jefe, Ordene!
Sin perder la memoria, junto al estremecimiento telúrico de este Primero de Mayo, circundan las palabras de verde olivo para recibir el nuevo milenio; firmes los símbolos en la Plaza; el Martí que lo convirtiera en líder indiscutible de la generación del centenario; la estrella que hizo de este pueblo al Che Guevara; ya han pasado casi dos décadas desde que Fidel pronunciara su concepto de Revolución y en la Llave del Golfo todo es solidaridad y heroísmo, pues no ha de existir fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.
Y es que somos los cubanos y cubanas, sobre todo, las jóvenes generaciones, los que recibirán las banderas soberanas de la cubanía, pues nadie dude que en los pinos nuevos habitará siempre el mismo ímpeto guerrero de los doce rayos del sol naciente, esos que un día subieron a la Sierra y domaron las laderas escarpadas de sus cerros con el fuego de titanes.
Es Primero de mayo y Fidel está en las plazas como en las fotos del inolvidable discurso de cuando las palomas de la paz sobrevolaron el archipiélago. Hay un rubí en las montañas, cinco franjas y millones de estrellas en el horizonte; más allá de la rara virtud del político de vislumbrar los hechos, o de las lágrimas de quienes lo viéramos hilvanar las frases más coherentes al borde de su noventa cumpleaños, se reafirma la fe: ¡Cuba Vencerá!
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