A los 85 años de edad, víctima de una grave dolencia intestinal, falleció este martes en La Habana la escritora Maité Vera, una de las más prolíficas y reconocidas autoras de guiones para la televisión cubana
Maité llenó toda una época de la pantalla doméstica con sus historias. La última de ellas, Cuando el amor no alcanza, en cuya versión definitiva trabajó la también directora y también guionista Consuelo Ramírez, se transmitió el año pasado.
El crítico Joel del Río, aún cuando señaló graves deficiencias de realización en el producto final, resaltó la labor de la escritora con palabras que definen su trayectoria en el género: “Maité Vera conserva su inveterada capacidad para pulsar la contemporaneidad, en tanto conoce al dedillo los modos de combinar el diario acontecer de nuestra trama con un entramado de conflictos, identificaciones y moralejas concernientes a la intimidad de muchísimos cubanos y cubanas”.
Esa tónica la imprimió a una buena parte de sus telenovelas; desde las muy recordadas La peña del León (1976), El viejo espigón (1981) y Oro verde (1982) hasta Lo que me queda por vivir (2005) y Añorado encuentro (2010).
Muchos consideran Al compás del son (2005)su obra mayor, no solo por la concepción dramatúrgica sino también por la puesta en pantalla de Rolando Chiong y la asesoría del poeta y musicólogo Helio Orovio en el diseño de una banda sonora que rindió tributo a los autores e intérpretes de una época excepcional en el desarrollo de la música cubana.
Los vínculos de Maité con la música fueron entrañables. Hermana de uno de los más destacados compositores cubanos de boleros y canciones, Alberto Vera, cultivó la comedia musical —Las yaguas (1963) es un título referencial— y con la colaboración de su hijo Humberto Gómez Vera en las partituras, estrenó De mutuo acuerdo (1979) y Eleguá y las tres reinas (1994).
Sus inicios en las faenas teatrales datan de 1961 cuando, animada por las clases impartidas por Mirta Aguirre en la Biblioteca Nacional, escribió la pieza Nuevas raíces. Casi de inmediato se incorporó al Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional, donde recibió clases de Alejo Carpentier, Adelaida de Juan, el argentino Osvaldo Dragún y la mexicana Luisa Josefina Hernández, y tuvo por compañeros, entre otros, a José Ramón Brene, Eugenio Hernández Espinosa, Pepe Milián, Gerardo Fulleda León y Nicolás Dorr.
Acerca de los retos que debió enfrentar al escribir, dijo: “En el teatro lo más importante es el tema a tratar y los personajes. Si estos últimos no son capaces de representar al primero, de darle vida, la obra falla. De la contradicción entre la temática y las anécdotas, así como de su incidencia sobre los distintos roles, se va formando una historia. Ahora bien, en una telenovela —que es mucho más larga— son más importantes los personajes que el tema porque hay que mantener al espectador cautivado. Si no hay protagonistas fuertes es muy difícil mantener la atención de quien nos mira. Cada papel tiene que estar bien construido para que cuando los sucesos que se inventen, más o menos locos, choquen con ellos, tengan reacciones lógicas. Es una tarea muy complicada construir un buen personaje”.
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